Zeanuri - Su casa es un museo, historia viva del pasado zeanuritarra y de muchos puntos de Euskal Herria. Pasó de ferrería, donde se fundía el hierro a molino, un sitio en el que el grano se convertía en la tan preciada harina -de diferentes cereales- que a la postre alimentaría a tantas y tantas bocas. Fermín Pujana tiene un gran tesoro, un patrimonio de alto valor que este zeanuritarra ha vivido desde pequeño con naturalidad.

Desde bien pequeño se manejaba entre el molino que en su familia comenzó a trabajar su abuelo, allá por 1898, cuando Isidro Pujana, “mi aitite, se hizo cargo del molino en régimen de arrendamiento”. Más tarde, en los años cincuenta del pasado siglo y para seguir trabajando el molino, su padre, Benigno Pujana, compró el molino, y con ello las propiedades que acompañaban a este. Fue entonces cuando Fermín comenzó a conocer la realidad del molino, de cómo funcionaba, para qué servía, etc. Tampoco pasaba demasiado tiempo en casa, entre los estudios, trabajo, etc., “pero cuando estaba tenía que ayudar como todos”. Ese fue, durante más de un siglo el medio de vida de su familia, hasta “más o menos 1990”. Entonces “fue mi hermana Ana Mari la que se hizo cargo del molino y continúa moliendo grano, ya en cantidades muy pequeñas”.

En 1995 murió el padre de Fermín y toda esa historia no podía quedar relegada a ser un recuerdo, por lo que ese mismo año, el zeanuritarra inició los trabajos de rehabilitación, y en el año 2001 lo reinauguró y lo abrió a los visitantes. “Sentí que había que restaurar y cuidar todo esto y se nos ocurrió darle esa función de ser un lugar para visitar, ya que tiene un valor muy grande”, desde el punto de vista histórico, de patrimonio y también sentimental, cómo no. Pero como Fermín es una persona a la que no le gusta parar quieto, actualmente está otra vez restaurando varias partes de su propiedad, entre ellas las ruinas de la antigua ferrería, pegada al molino. Pero las habilidades de Fermín no las reserva solo para su casa. Y es que este manitas también ha llevado su buen hacer a otros rincones del municipio.

La ermita de Santa Águeda ha visto cómo su interior ganaba presencia gracias a este habilidoso zeanuritarra. No en vano, allí se encuentra la réplica más grande de la Cruz del Gorbea, realizada por Fermín. Al parecer es la más alta, y Pujana la hizo casi de memoria; “subí cinco veces al Gorbea para coger medidas y observar todos los detalles para hacerla igual”, explica. La fabricó en escala 1:10. Como él mismo cuenta, “la Cruz del Gorbea es especial para mí y cuando la hice quise que estuviera en la ermita”.

La idea le vino a la cabeza cuando “instalaron en el altar dos luces que funcionaban con una placa solar del tejado, entonces yo les comenté que podía hacer algo especial para colocar allí”. Fue entonces cuando hizo la réplica, la colgaron del techo y en sus cuatro patas instaló una pequeña luz que ilumina en altar. Dentro de esa ermita, también hay varios objetos que ha hecho con sus propias manos Pujana, como un relicario o una escultura, y la cruz de madera que luce en su exterior “también la hice yo, partiendo de un tronco de madera de castaño”.

Otra de las cruces que ha hecho, esta de hierro, está en otra ermita, en la de San Blas. Fermín coincide además con cientos de personas en el hayedo de Otzarreta, propiedad de su hermana y al que acuden personas “de todo el mundo”, atraídas por su belleza y “sobre todo para sacar fotos”, explica. Pujana espera poder “terminar pronto todas las reformas para poder seguir enseñándolo y volver a participar en la marcha de los molinos”; ya que el año pasado no pudo ser uno de los molinos visitados.