La escuela del Mugarra Triatloi Taldea de Durango ha vuelto a brillar con luz propia. La Federación Española de Triatlón le ha otorgado por cuarto año consecutivo un reconocimiento que muy pocos clubes en el Estado pueden mostrar: la insignia que certifica su excelencia formativa. En estos últimos cuatro años, el club ha pasado por todas las categorías posibles —oro, bronce, plata— hasta volver a alcanzar este año el nivel más alto, el oro. Y, un detalle que habla por sí solo: ha sido la única escuela de Euskadi que ha obtenido esta distinción. Un hito que coloca al Mugarra en un lugar privilegiado dentro del triatlón formativo de la zona.
Sin embargo, este premio no es un trofeo más para colocar en una vitrina. Es la confirmación de un proyecto serio, constante y muy cuidado, diseñado desde la base y sostenido durante casi dos décadas. Porque el origen de la escuela se remonta a 2007, cuando en Durango se detectó la falta de una estructura que permitiera a los más jóvenes iniciarse en el triatlón con un acompañamiento adecuado. Lo que entonces era solo una necesidad detectada, hoy es un referente consolidado en la formación deportiva.
Desde aquel primer paso, el crecimiento ha sido ininterrumpido. Lejos de estabilizarse, cada año han aumentado las inscripciones, el interés de las familias y el compromiso del club. Esto obligó a ampliar el equipo técnico, reorganizar la estructura interna y profesionalizar al máximo el proyecto para garantizar que ningún deportista se quedara sin atención de calidad. Con el tiempo, y ya con la escuela plenamente asentada, el club logró disponer de una sede propia, algo fundamental para coordinar entrenamientos, material, logística y reuniones.
Una de las claves del éxito ha sido, sin duda, la filosofía con la que nació el proyecto. Desde el minuto uno, el Mugarra apostó por un enfoque profesional. En momentos en los que muchos clubes basaban sus escuelas en voluntariado, el equipo durangués decidió invertir en entrenadores cualificados, especialistas en triatlón y con formación sólida. “Queríamos hacer esto bien desde el principio”, recuerda Serafín Bereciartua, triatleta del club y uno de los impulsores de la escuela. Esa decisión marcó un camino que, años después, se demuestra como el más acertado y el que permite que la escuela mantenga una calidad constante sin perder identidad.
Para cada etapa
El funcionamiento actual de la escuela demuestra esa visión a largo plazo. La estructura está organizada por etapas según la edad, con el objetivo de acompañarles desde sus primeros juegos hasta su madurez deportiva.
Los más pequeños, benjamines y alevines, viven una etapa marcada por el juego y la exploración: moverse, familiarizarse con el agua, disfrutar de la bici, aprender sin darse cuenta. A medida que crecen, en las categorías infantiles y cadetes, la técnica empieza a tener mayor peso, pero siempre manteniendo un ambiente dinámico y social, donde la convivencia y el disfrute siguen siendo esenciales. Ya en juveniles y categorías superiores, la escuela incorpora planificación específica, preparación para competiciones y entrenamientos más estructurados. Aun así, mas alla de lo competitivo, la motivación y el bienestar del deportista siguen siendo la piedra angular del trabajo.
La actividad semanal combina sesiones de natación, carrera y bicicleta, utilizando distintas instalaciones y espacios de Durango, desde el polideportivo Landako hasta la pista de atletismo y los habituales recorridos de BTT por bidegorris, parques y zonas naturales.
Actualmente, la escuela reúne a 35 niños y niñas, además de 26 deportistas más desde cadetes hasta sub-23, que completan la continuidad del proyecto. A ellos se suma un amplio grupo de triatletas federados que forman parte del club más allá del ámbito escolar, consolidando así una estructura que abarca todas las edades y modalidades.
Si hay algo que define al Mugarra Triatloi Taldea, es su forma de entender el deporte. La escuela no se concibe como una fábrica de campeones, sino como un espacio de crecimiento personal. Su propósito es mucho más profundo: formar personas, promover hábitos saludables y transmitir valores sólidos.
“El triatlón es una excusa para enseñar educación, respeto, salud, esfuerzo, constancia y compañerismo”, resume Bereciartua. Larraitz Caballero, entrenadora del club, lo explica con claridad: “Queremos que disfruten, que conozcan el triatlón, que hagan amigos, que trabajen en equipo. Si luego compiten y llegan lejos, estupendo, pero no es lo que buscamos”.
A esta lista de valores se suma uno especialmente importante para el club: el euskera. La escuela funciona de manera natural en euskera tanto en la comunicación con los deportistas como con las familias.
Otra de las grandes fortalezas del Mugarra es su equipo técnico. Todos los entrenadores y entrenadoras son titulados en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. La profesionalidad es una de las bases del proyecto: calidad, seguridad y conocimiento para garantizar una progresión adecuada a cada edad.
Formación
La evolución de los deportistas se trabaja de forma gradual y muy cuidada: juego en edades tempranas, técnica en las intermedias, planificación avanzada en juveniles y superiores. Una transición que respeta los tiempos de cada persona y que, además, fomenta la continuidad, algo que pocos clubes consiguen. No es casualidad que muchos jóvenes que entraron con siete u ocho años sigan entrenando hoy, quince años después.
La insignia de oro que ha recibido la escuela no es un galardón decorativo. Para obtenerla, las escuelas deben superar un baremo estricto que incluye número de niños inscritos, formación del equipo técnico, grado de especialización, organización de pruebas deportivas —incluidas actividades inclusivas— y otros indicadores de calidad.
En todos estos aspectos, el Mugarra destaca. No solo cumple, sino que sobresale. Y no es algo puntual: es una realidad que lleva años repitiéndose. “Este premio nos confirma que vamos por el buen camino”, afirma Caballero. “Nos da energía, nos anima a seguir mejorando y a consolidarnos como referente”.
Y es que esta distinción es, ante todo, la validación de un modelo: una escuela seria, profesional, constante, que lleva casi veinte años haciendo del triatlón algo accesible, formativo y humano.
Hoy, el Mugarra Triatloi Taldea es mucho más que un club deportivo. Es una comunidad, un punto de encuentro, un espacio donde se educa, se convive y se crece. Es una estructura estable que garantiza relevo generacional y que permite que el triatlón en Durango tenga no solo presente, sino también futuro.
Bereciartua lo resume con orgullo:“Si en 2007 no hubiéramos dado el paso, hoy el triatlón estaría sostenido solo por adultos, sin cantera. Ahora sales un domingo en bici y tienes un grupo enorme de jóvenes formados aquí. Eso es lo que nos llena”.
Y ahí reside, precisamente, la grandeza del Mugarra: haber formado a generaciones de triatletas que hoy siguen dando color, fuerza y continuidad al club. Lo que comenzó en 2007 como un pequeño inicio es hoy un proyecto sólido que continúa día a día, paso a paso, con la misma ilusión y dedicación.