Una gran ola de aprendizaje
Desde 2014, Gaizka San Justo ha convertido Mundaka Barra Surf en una escuela referente en la costa vizcaína, acercando el surf a jóvenes locales y visitantes, y promoviendo la pasión por el mar en toda la comunidad
En Mundaka, pueblo marinero de Busturialdea, el mar siempre ha marcado el ritmo de la vida. Sin embargo, hasta hace poco más de una década, el surf apenas tenía presencia en la localidad, a pesar de contar con una de las olas izquierdas más famosas del mundo. Eso cambió en 2014, cuando un joven de 19 años, Gaizka San Justo, decidió fundar la escuela Mundaka Barra Surf.
Su historia arranca de una carencia: en el pueblo casi nadie surfeaba, y quienes querían aprender se encontraban con precios elevados y poca accesibilidad, además de la falta de continuidad en invierno. San Justo y sus amigos soñaban con competir, pero sin apoyo ni recursos tuvieron que aprender por su cuenta. De esa frustración nació la idea de crear una escuela cercana, pensada para los jóvenes del pueblo.
El arranque no fue fácil. Con lo ahorrado trabajando de socorrista el año anterior, compró diez tablas y quince trajes, consiguió un local pequeño y se lanzó al mar empresarial sin ayudas ni experiencia en gestión. La burocracia no tardó en complicarlo todo. La peculiaridad de Mundaka, que comparte playa con Laida cuando baja la marea, le obligaba a pagar permisos a dos ayuntamientos y dos costas distintas, una situación que todavía hoy arrastra. “Son todo trabas, más que ayudas”, admite. Además, ser autónomo en plena adolescencia implicaba asumir impuestos y gastos sin apenas beneficios en los primeros años.
A nivel promocional, la escuela nació sin grandes planes de marketing. El boca a boca fue la clave: primero los jóvenes del pueblo, después amigos y conocidos, hasta que poco a poco se fue corriendo la voz. La llegada de una página web y las primeras reseñas positivas ampliaron el alcance y atrajeron a visitantes de fuera. Así, lo que comenzó como una iniciativa casi artesanal fue creciendo hasta convertirse en un proyecto estable.
Hoy, once años después, Mundaka Barra Surf se ha consolidado como una escuela pequeña pero con identidad propia. “Este curso tenemos unos 45 o 50 alumnos de todas las edades para todo el año. No es mucho comparado con otras escuelas, pero para nosotros está muy bien, al final es una escuela pequeñita”, explica San Justo. En verano, la cifra se multiplica gracias a familias con segundas residencias en el pueblo, principalmente de Bilbao, así como de Madrid y Barcelona, además de turistas y visitantes procedentes de otros municipios de Busturialdea. “Ahí cambia mucho, el pueblo pasa de 1.500 habitantes a 12.000 o 13.000. Entonces, el 80% de nuestros clientes son gente que viene de alrededor, de la comarca sobre todo”, añade.
Formación y filosofía
La escuela trabaja con grupos reducidos, organizados por niveles y edades, y cuenta con un equipo de entre seis y siete monitores. Alguno de ellos comenzaron como alumnos en los primeros años. “Buscamos que sea más que una escuela formativa. Por ejemplo, Koldo, un joven que se ha incorporado este año como monitor con 18 años, fue uno de mis primeros alumnos en mis inicios”, relata San Justo. Este ciclo refuerza la filosofía del proyecto: un espacio donde el surf no es un producto de consumo rápido, sino una experiencia educativa con vocación de continuidad.
La filosofía de Mundaka Barra Surf se sustenta en tres pilares: seguridad, responsabilidad y respeto, tanto hacia las personas como hacia el mar y el entorno. A esto se suma un compromiso cultural: la enseñanza en euskera, especialmente con los alumnos locales. “Para mí es importante que el surf también sea una herramienta para transmitir valores y fomentar nuestra lengua”, asegura San Justo.
Más allá de la formación deportiva, la escuela también tiene un efecto sobre la economía local. “Casi todos los que pasan por nuestra escuela se alojan en el pueblo, comen en el pueblo, así que sí que algo influimos. No es un impacto enorme, pero sí que influimos”, señala San Justo. De hecho, subraya que su escuela ha sido pionera en mantener actividad durante los meses más fríos: “Nosotros somos los primeros y los únicos que estamos haciendo cursillos en invierno. Llevo impartiendo estas clases desde hace cuatro o cinco años”. Esta continuidad permite que la actividad económica no se concentre únicamente en verano, ofreciendo un flujo de clientes más estable para los negocios locales y contribuyendo a dinamizar el pueblo durante todo el año.
La cultura del surf en Mundaka ha experimentado un cambio notable en la última década. Hace diez años, apenas había jóvenes locales que se animaran a subirse a una tabla. Hoy, el surf se ha integrado en las clases de educación física de la escuela, y los estudiantes tienen la oportunidad de practicar en el mar durante un mes. De este modo, muchos descubren un deporte que forma parte de la vida cotidiana del municipio, dejando de ser algo ajeno para convertirse en un auténtico símbolo de identidad compartida.
Presencia femenina
Ese cambio también se refleja en el surf femenino. Hace unos años, la presencia de chicas era escasa y muchas abandonaban al llegar a la adolescencia. Para revertirlo, San Justo puso en marcha una iniciativa pionera: una serie de cursillos gratuitos durante todo un invierno destinado exclusivamente a mujeres. De aquel grupo surgió un equipo que ha ido creciendo y que hoy constituye el colectivo más numeroso de la escuela en invierno. “Ahora mismo el grupo más grande que tengo es el de chicas adultas, con 23 alumnas. Estoy muy contento porque ha sido un trabajo de años”, afirma.
Otra de las ideas que la escuela busca desmentir es la percepción de que Mundaka es un lugar solo apto para surfistas expertos. La famosa izquierda, con sus tubos perfectos, es la que aparece en vídeos virales y competiciones internacionales, pero no representa toda la playa. “La gente piensa que venir aquí es lanzarse a la ola gigante, la de atrás, pero en realidad trabajamos en zonas muy seguras, con olas pequeñas y resguardadas, perfectas para aprender”, explica San Justo. La ría, los pozos y la diversidad de fondos convierten la zona en un entorno ideal tanto para principiantes como para surfistas que buscan perfeccionar técnica.
A lo largo de los años, la profesionalización también ha avanzado: hoy se exige que los monitores cuenten con título oficial de entrenador de surf y formación en socorrismo, en línea con la regulación que el sector ha ido adoptando. Este compromiso garantiza seguridad y calidad en la enseñanza, reforzando la idea de Mundaka Barra Surf como un proyecto formativo y sostenible.
El camino no ha sido fácil, pero once años después Mundaka Barra Surf se ha consolidado como parte de la vida del pueblo y como referente en la comarca. Aunque ha competido en campeonatos locales, en el circuito vasco y en varias pruebas en Mundaka, y podría haber seguido construyendo un futuro competitivo, su verdadera motivación siempre ha sido otra: “Es más por vocación y porque me gusta enseñar. Para mí este es el deporte de mi pasión y quiero que lo vivan también las nuevas generaciones”, explica. Su historia, la de un joven que comenzó con diez tablas y un sueño, se ha convertido en la de una comunidad unida por el mar y por una ola que, más allá de su reputación, también sirve para enseñar a empezar de cero.