¿Un dolmen prehistórico? ¿Una formación geológica? ¿Un templo de la Alta Edad Media? A veces no hace falta ir lejos para ver monumentos que guardan tras de sí leyendas, supersticiones y sobre todo historia.
Es el caso de la ermita de Arretxinaga, en Markina-Xemein, que cuenta dentro de sus paredes un elemento que le diferencian del resto, tres grandes rocas que forman una pequeña capilla. Se sujetan entre sí y albergan en su interior la figura del Arcángel San Miguel, que aparece empuñando una lanza contra una representación del demonio que yace bajo sus pies en forma de dragón.
El origen de la impresionante formación geológica que ejerce de altar en el interior de la ermita de Markina todavía está en debate. El nombre del lugar da unas pistas: Arretxinaga significa, etimológicamente, “lugar o sitio donde yacen o están echadas las piedras”. Lo que se sabe es que son piezas que tienen más de 40 millones de años, aunque llevan mucho menos tiempo en el interior del templo, lógicamente.
Algunas teorías señalan que se trataría de un dolmen prehistórico que la entrada del cristianismo al País Vasco habría hecho propio y asimilado. Otros geólogos consideran que sería, simplemente, un capricho de la naturaleza que cuadraría perfectamente con el contexto en el que se encuentra. Aunque no se sepa su origen a ciencia cierta, como pasa con todo elemento peculiar vinculado a lo divino, alrededor de las piedras de la ermita de Markina-Xemein han surgido a lo largo de los siglos diferentes creencias y supersticiones. Existe una leyenda popular que dice que las personas que se quieran casar antes de un año, tienen que pasar tres veces por debajo de las rocas.
Por otro lado, hay documentos del siglo XIX que desvelan que los habitantes del pueblo les atribuían virtudes milagrosas como curar enfermedades a quienes las tocaban. Incluso se decía que la ermita se había levantado específicamente en ese emplazamiento para aguardar y proteger unas rocas a las que se les confería un carácter sagrado.
Un ejemplar único
Por todo ello la ermita de San Miguel de Arretxinaga constituye un ejemplo único entre los templos del País Vasco y es una rareza también en el ámbito de la Cristiandad Occidental. El edificio no es lo que reviste de espectacularidad, ya que, se concibe como un mero receptáculo para lo que guarda en su interior.
Construida en el siglo XVIII en el mismo sitio en el que yacían las ruinas de la anterior que había existido en el pueblo su origen está ligado a la corriente espiritual que se desarrolló en la Alta Edad Media. En la Baja Edad Media, cuando se fundó la villa de Markina en 1355, se decía que la iglesia de Xemein había quedado abandonada porque sus feligreses frecuentaban otro recinto religioso, tal vez el recinto de Arretxinaga. Asimismo, en 1541, se hacía constar que la fundación de la ermita era inmemorial y que había tenido ermitaños y entonces tenía freilas (religiosas de orden militar) que cuidaban de ella. Y el 17 de agosto de 1626 se consagra solemnemente el altar de San Miguel, por considerar que el santuario de Arretxinaga tenía gran semejanza con el del Monte Gargano en Apulia (Italia), y éste se encontraba bajo la advocación del arcángel San Miguel.
Situada junto al Camino de Santiago en el lugar donde confluyen los ríos Artibai y Urko, el entorno ha sido objeto de numerosas restauraciones, y sin ir más lejos, el próximo curso se ejecutarán dos actuaciones más que el Ayuntamiento ya ha licitado, como son la rehabilitación del edificio de la ermita, reparando sus patologías e implantando tecnologías inteligentes para promover su uso como espacio expositivo y centro de interpretación, y la rehabilitación del probadero que se encuentra en dicho entorno. l