“Si atropellas a alguien, matas a una familia entera”
La última vez que escuchó a su hermana, la llamada que le informó de que la había atropellado junto a su hijo un conductor ebrio, el brutal impacto en la familia, el juicio, el duelo... Jessica comparte su “dolor para poder evitar otras muertes
This browser does not support the video element.
"Tata, pídeme una de mayonesa de bar”. “Vale, cariño”. El 3 de abril de 2023 Jessica Rey de Perea habló con su hermana, Erika, por última vez. “Al día siguiente recibí otra llamada para decirme que los habían matado”, recuerda esta vecina de Sestao, que perdió a su hermana y a su sobrino, Ethan, en el atropello cometido en la localidad cántabra de Suesa por un hombre medicado que circulaba a velocidad excesiva y casi triplicó la tasa de alcohol. “Mi vida cambió totalmente, ya no eres la misma, te rompe la familia, te envejece física y psicológicamente. Ahora estoy peor. No lo supero. Tienes que aprender a vivir con ello, pero cada día me cuesta más”, admite con la voz quebrada. Al mirar la foto de Ethan, su sonrisa inmortalizada a los 19 años, se rompe. “Es que lo del niño...”.
Relacionadas
Dos años después, el dolor de Jessica, lejos de mitigarse, impregna su día a día. “No me importa nada. Me tomo un café, pero no lo disfruto. Llegan las celebraciones, ¿para qué si no están ellos? Tengo mis problemas de salud y me dan igual porque hay otro dolor, del alma, que no lo voy a recuperar”, se sincera, con la esperanza de que su testimonio despierte la empatía de los conductores y no circulen “bajo los efectos del alcohol ni a una velocidad irresponsable porque si matas a alguien, partes la vida a muchas familias”. “Solo pido eso porque yo ya lo he perdido todo, pero hay gente que todavía puede tenerlos a su lado”, dice.
El duelo dos años después
“Ahora veo cuánto me han arrebatado”
Sentada en la terraza del bar donde trabaja como cocinera, en Sestao, Jessica apenas puede contener la emoción. La primera semana de abril ni siquiera salió de casa. Los aniversarios le pesan demasiado. “Para mí son dos, el último día que oí la voz de mi hermana y el día que fallecieron”, detalla. Las vacaciones de Semana Santa, cuando se produjo el atropello, tampoco le traen buenos recuerdos y las ausencias están hoy día más presentes que nunca. “Ahora es cuando más falta me hacen. Yo me casé en noviembre, pero me faltaba ella. El día a día, mi café con ella aquí... Esas cosas se echan mucho en falta”, afirma.
En el caos que sucede a un drama familiar de este calibre alguien tiene que mantenerse en pie y Jessica, que es “muy empática”, se puso al frente. “Al principio estás en una burbuja, entre papeles, abogados, el juicio, pendiente de mi ama, de mi sobrino pequeño y de mi cuñado, que perdió a su mujer y a su hijo mayor a la vez, de mis hijas, porque la mayor se ha criado con Ethan... Va pasando el tiempo, vas cerrando capítulos y ahora, que ya me toca pensar en mí, se me viene todo de golpe y me da el bajón”, explica.
“Mi vida cambió totalmente, ya no vuelves a ser la misma, te rompe la familia y te envejece psicológica y físicamente”
De hecho, cree que en estos momentos es la que “peor lo lleva” de toda la familia. “Tengo un día bueno, uno malo... Dejé el psicólogo por falta de tiempo y tengo que retomarlo porque sí lo necesito”, reconoce. Han tenido que pasar dos años para que Jessica, a la que le salieron “un montón de canas de la noche a la mañana del estrés, la pena y el dolor”, tomara consciencia de la realidad. “Ahora es cuando veo cuánto he perdido, cuánto me han arrebatado. He podido llorarles, pero hasta ahora no me había hecho a la idea de que ya no van a estar”, lamenta.
Su hermana Erika
“Era como mi pack, con la que hacía todo”
Jessica y su hermana apenas se llevaban 18 meses, eran como “uña y carne” y sus vidas transcurrían de la mano. “Nos hemos llevado genial desde pequeñas. Tuvimos a los mayores con ocho días de diferencia y a los pequeños, con dos meses, nos casamos con un año de diferencia, íbamos de vacaciones juntas, cada quince días comíamos y hacíamos compras en un centro comercial...”, relata con la nostalgia adherida a cada recuerdo. “Era como mi pack, con la que hacía todo: médicos, café, reír, llorar, secretos, confidencias, apoyarte... Eso ya no lo tengo y ahora lo llevo peor”, recalca y las lágrimas anegan sus palabras.
A pesar de tener problemas de salud, Erika “siempre estaba con una sonrisa, daba igual que tuviese dolor: Venga, tata, vamos a salir. Que no tengo ganas. Venga, hombre, a tomar un café. Era muy activa y muy trabajadora, muy buena madre, muy buena esposa, muy buena hermana, muy buena hija... Desde que perdimos a nuestro padre con 18 años, siempre hemos estado muy unidas mi madre, mi hermana y yo. Si necesitas algo, ahí estoy”, rememora Jessica, que ahora se tambalea sin ese “pilar”.
“Me estoy riendo y estoy pensando en ella. Te sientes culpable por estar, por celebrar y no estar ellos”
A sus 42 años, la edad con la que falleció su hermana, Jessica ya no hace “las cosas con la misma ilusión”. “Tienes que salir, sí, pero estoy aquí, me estoy riendo y estoy pensando en ella. Te sientes culpable muchas veces por estar y ellos no, por celebrar y no estar ellos, haces bien, haces mal... Es todo mental, pero los sentimientos son así y no los puedes controlar”, afirma.
El silencio a veces es tan insoportable que busca consuelo en sus palabras impresas. “De vez en cuando leo sus mensajes, que es lo que tengo de ella, sus cartas por los cumpleaños, por Navidad... Al final hay momentos en los que necesitas leer o escucharla y todo eso es lo que más te duele, no oírla”, confiesa emocionada.
Su sobrino Ethan
“Tenía 19 años y le han quitado todo”
Ethan, el primer bebé que llegó a la familia, “era un niño sano, muy amoroso con su ama, muy responsable. Podías contar con él para todo. Se había sacado el carné de conducir, había hecho un grado superior de Deporte y quería hacer la carrera de profesor de Deporte y Nutrición. No ha podido ser. Tenía 19 años y le han quitado todo”, lamenta.
Como apenas se llevaba unos días con su primogénita, celebraban los cumpleaños juntos. “Siempre estaba con mi hija, en el colegio, en el parque, hicieron la comunión y la graduación juntos, salían de fiesta con la misma cuadrilla... Para ella es como si hubiese perdido a su hermano”, asegura. Tanto es así que “aún le cuesta mucho hablar de él, aunque siempre dice que lo ve brillar desde los atardeceres y que él desde el cielo la mira. Cuando llegó la fecha le hizo un vídeo muy bonito”, comenta.
Su hija pequeña y el hermano pequeño de Ethan también comparten clase y Jessica está en contacto con los tutores para que estén “pendientes” de ellos. “Mi hija, si tiene un día de bajón, no va al colegio porque no está preparada, está todo el día llorando. La mayor está todo el día trabajando para no pensar”, intuye.
La onda expansiva del sufrimiento hiere a muchas personas más. “A mi madre le falta una hija y un nieto. A mi cuñado, su mujer y un hijo. A mi sobrino, una madre y un hermano. Yo pienso en mi dolor, pero me pongo en su lugar y no sé si lo podría resistir. Mi madre ha perdido a su marido, a su hija y a su nieto y digo: cuántas pérdidas, cuánto dolor”.
El brutal atropello
“Mi sobrino se abrazó al cuerpo de su hermano”
Aquel fatídico 4 de abril Jessica recibió una llamada desde el teléfono de su cuñado. “Me extrañó. Pensé que mi hermana se habría quedado sin batería”. Cuando descolgó, escuchó la voz de la dueña del camping donde Erika llevaba veraneando veinte años y junto al que se produjo el atropello, en el que también falleció otra mujer. “Jessi, ha habido un accidente. Digo: ¿Qué ha pasado, están bien? Me dice: No. Han pillado a tu hermana, a Ethan y a la yaya. Digo: ¿Están bien? Dice: No, ha fallecido. Digo: ¿Qué me estás contando, que mi hermana...? Y me dice: Ethan también. Y yo: ¿Cómo que Ethan también? No puede ser”, reproduce Jessica la conversación como si fuera ayer. “Me quedé en shock. Colgué y llamé a mi hija: Vente para casa, que han matado a la tía y al tato, localicé a la pequeña y a mi ama. Lo peor fue decírselo a mi madre en la calle. Solo me dio tiempo a decirle lo de mi hermana. Luego tuve que decirle que también había fallecido Ethan. Le dio un ataque de ansiedad. Yo llorando, gritando, mi madre medio desmayada, los vecinos asomándose...”, describe la desgarradora escena.
También tiene grabadas en la retina las imágenes a su llegada al lugar del atropello. “Ves todas las carreteras cortadas, con la Guardia Civil, la sangre, la ambulancia, a los psicólogos, a los dueños del camping, a la gente observando... y dices: No, ¿qué ha pasado? ¿Dónde está mi sobrino, el pequeño? Porque él lo vio todo, se abrazó al cuerpo de su hermano en la carretera. Nos dijeron que la única que tenía un poquito de latido era mi hermana, pero que era muy débil. El desplazamiento fue de 20 o 25 metros desde donde estaban y los golpes y las heridas eran ya irreparables. Mi hermana falleció al lado de mi cuñado. Mi sobrino falleció en el acto y uno de los dos perros también”, relata.
Jessica acudió al “módulo” de su familia. “Mi cuñado estaba en shock. Mi sobrino, en el sofá, con el otro perro, como ido. Lo abracé. Alguien tenía que estar estable y hablé con los psicólogos para llevarle un poquito de tranquilidad. Tenía que apoyarles”, explica. Luego se vio inmersa en un proceso que la ha traído en volandas hasta hoy. “Hablas con los médicos, das los datos personales, tanatorios, papeles, el funeral... No te da tiempo a más. Después, los abogados, el juicio, ves los informes médicos e imágenes muy desagradables, cosas que solo he visto yo porque, para que hagan daño, me las guardo”, dice.
Su llamamiento
“Ojalá se puedan evitar más muertes”
Cada vez que Jessica ve una noticia como la del atropello múltiple en Fuengirola, cometido por una mujer ebria y sin carné, revive su drama y piensa en las “pobres familias” de las víctimas. También ver “una ambulancia o un coche policial corriendo” la pone en tensión. “Pienso: está mi madre en casa, mi hija mayor está trabajando, la otra en el cole, vale, no ha pasado nada”, repasa esta mujer, que viaja “agarrada a la manilla del coche” porque ha cogido “mucho miedo a la carretera, tanto de copiloto como de peatón”.
Puesta a proponer remedios para evitar más muertes sobre el asfalto, Jessica apela a “la responsabilidad de cada uno” porque “me parece genial que reduzcan la tasa de alcohol, pero si yo quiero conducir bebido, lo voy a hacer igual”. Por eso, incide en la empatía porque “si atropellas a alguien, estás matando a una familia entera, no físicamente, pero sí mentalmente y con un dolor para toda la vida”. Además de endurecer las condenas por atropellos mortales para que “no salga tan barato matar”, Jessica plantea realizar “controles más exhaustivos a la hora de renovar los carnés de conducir” y confía en la concienciación. “Yo ya lo he perdido todo, pero ojalá que con mi dolor y mi testimonio se puedan evitar otras muertes”.
Temas
Más en Bizkaia
-
Basauri prestó el año pasado atención socioeducativa y psicosocial a 602 personas
-
Zierbena renueva de forma integral el área de juegos infantiles y deportivas de Kardeo
-
Buscan a un hombre de 65 años desaparecido en Bizkaia
-
Ugao celebra la Semana Verde con una ecosalida a la ferrería de El Pobal, en Muskiz