Viento, mareas vivas y tormentas: lo que 2024 nos dejó en Bizkaia
El año que acaba de terminar ha sido, en líneas generales, húmedo y muy cálido en Euskadi
No es fácil resumir 365 días en unas pocas líneas; menos aún hacerlo sobre un territorio, como es Bizkaia, donde su particular orografía provoca que caiga un aguacero en un punto y el suelo se mantenga seco en otro. Pero, si hubiera que generalizar, en este 2024 que acaba de terminar ha llovido bastante y ha hecho mucho calor, con mareas vivas, tormentas, vientos fuertes y un calor histórico en pleno mes de abril como fenómenos meteorológicos más destacados del año.
“El del año pasado fue un invierno húmedo y muy cálido; tuvimos una primavera cálida y normal en precipitaciones; un verano normal respecto a humedad pero cálido, y un otoño muy húmedo y con temperaturas muy cálidas”, detalla el director de Euskalmet, José Antonio Aranda. En resumen, un año “húmedo y muy cálido en temperatura”. Entre las situaciones más llamativas que se han sucedido a lo largo de los últimos meses, el responsable de la agencia vasca de meteorología destaca cuatro eventos de mareas “extraordinarias”, borrascas que han dejado vientos muy fuertes, unas tormentas muy activas a finales de agosto y efemérides por temperaturas altas en pleno mes de abril.
Astronómicamente, ya se preveían mareas vivas que iban a ser fuertes este año, debido a la influencia gravitatoria del sol, la luna y el resto de planetas, coincidiendo con los equinoccios. “Este tipo de mareas astronómicas se pueden calcular a 50 años vista, en las típicas tablas”, explica Aranda. Pero, con el paso de los años, se ha visto que lo que suba o baje el nivel del mar depende también de la presión atmosférica –a menos presión, más podrá elevarse la lámina, y a la inversa– y del viento. “Si tenemos una presión atmosférica muy baja o están pasando borrascas muy cerca nuestro, la marea estará más alta. Hay que tener en cuenta también esa marea meteorológica, lo que hace más difícil hacer una predicción a largo plazo”, advierte. El impacto en costa, por ejemplo, depende no solo del oleaje sino también de la marea. Sin olvidar el caudal que llevan los ríos en ese momento o si está lloviendo o no.
Fue lo que ocurrió, por ejemplo, en febrero, cuando la luna nueva coincidió con el temporal de viento y mala mar que trajo la borrasca Karlotta, con rebases en Erandio o Zorrotzaurre; entre el 9 y el 12 de marzo, sobre todo durante las pleamares de las madrugadas, y con la luna llena previa al equinoccio de otoño, en septiembre. Las más fuertes llegaron de la mano de la profunda borrasca derivada del huracán Kirk unida a las mareas astronómicas muy vivas el 17 de octubre.
Fuertes vientos
Otro aspecto a destacar son los fuertes vientos que, en diferentes épocas del año, han azotado el territorio. “Viento ha habido siempre y ha habido temporales de viento más fuertes de los que hubo el año pasado”, advierte el director de Euskalmet. “Pero en 2024 el mar ha estado muy caliente. ¿Con ello los temporales se pueden activar un poco más? Quizá. Pero con el mar más frío también hemos tenido temporales de viento muy fuertes”.
Ahí está el ejemplo de Kirk, que estableció un nuevo récord de viento en lo que va de siglo, con rachas huracanadas de 190,5 kilómetros por hora en Orduña el 9 de octubre, los 162,3 de Punta Galea o los 89,6 de Derio, superándose incluso los 100 en zonas no expuestas. O Karlotta, en febrero, que alcanzó los 121,7 kilómetros por hora en Venta Alta o los 110,8 en Zorrotza, ambas zonas no expuestas, y que terminaron por derribar árboles y farolas, y levantando tejados.
El pasado año también dejó algunas tormentas “muy, muy activas. Alguna incluso que nos ha sorprendido”, reconoce el director de Euskalmet. Y es que, dice el problema de las tormentas es que “se activan y se desactivan en muy poco tiempo, con unas diferencias abismales entre unos pocos cientos de metros. Por eso es tan difícil acertar por dónde va a pasar una tormenta: hoy en día, si no le haces un seguimiento en tiempo real, es casi imposible. Sabes que hay riesgo de tormentas un día pero para saber si te va a pillar o no el seguimiento tiene que ser minuto a minuto”.
Alerta naranaja por precipitaciones
Cita específicamente una que se registró a finales de agosto y que hizo saltar la alerta naranja por precipitaciones. Ocurrió en Gipuzkoa. “Dos días antes tuvimos la mala suerte de que tres tormentas pasaran por la misma zona, aunque afortunadamente no está poblado. Tiró una barbaridad de precipitación y son situaciones muy complicadas de seguir”, reconoce.
“Hicieron subir los ríos y coincidieron con unas mareas muy vivas y lluvia. Hubo problemas en prácticamente todos los municipios costeros de Gipuzkoa”.
La última situación excepcional que enumera Aranda son las altas temperaturas que se registraron en abril;no solo se superaron los 30ºC en Sodupe, Igorre, Zorrotza o Arteaga, sino que hubo noches tropicales –con termómetros que no bajaron de los 20ºC– en Mungia, Almike o Punta Galea, “algo inédito a esas alturas del año”.
Cambio climático
¿Cambio climático? Y, la pregunta del millón. ¿Todas esas situaciones se derivan del cambio climático? La respuesta del director de Euskalmet es rotunda: “no”. Solo llega a admitir que “un aumento en la frecuencia puede ser debido al cambio climático pero todas estas cosas han pasado siempre”.
El efecto del cambio climático se constataría, señala, “si a lo largo de los próximos 30 años se ve que la media ha subido. Decir que una tormenta o un día de calor es debido al cambio climático lo veo muy complicado”.
Eso sí, “hay determinadas situaciones meteorológicas que difícilmente se podrían explicar sin la intervención del cambio climático. Por ejemplo, las altísimas precipitaciones que se dieron en Valencia; explicarlas sin ese aumento de la temperatura del Mediterráneo de los últimos años es, aunque no me atrevería a decir imposible, difícil.
Si calientas el mar habrá más vapor en la atmósfera, uno de los ingredientes para que haya tormentas fuertes. Y la subida de la temperatura del mar y del aire sí es cambio climático, clarísimamente”.
En lo que sí coincide Aranda es que ni los inviernos son tan duros como hace décadas ni los veranos tan inestables. “Eso sí es cambio climático; en las temperaturas se ve muy bien que el número de días de heladas está descendiendo, las temperaturas altas del verano están aumentando... Pero el hecho de que se alcance una temperatura un día, no; antes también hacía calor”, recuerda.
“No se puede decir así por así; el clima es un estado medio de la atmósfera durante muchos años, no una situación meteorológica concreta”. También el veroño, que parece haber llegado para quedarse. “Como han subido tanto las temperaturas el periodo en el que hacen temperaturas estivales ha aumentado, especialmente cuando se calienta el mar”, explica.