Llevaba tiempo mi buen amigo Alberto Pedrosa (*1) queriendo presentarme a su primo Gonzalo Castillo. Yo creo la excusa era esta página alpina. La cita se produjo el 20 de julio de este año con un menú del día en Sabin Etxea que disfrutamos los tres. En el encuentro me comentó Gonzalo que iba a ir al Ararat en breve y le dije que me enviara fotos de la expedición y, si le parecía bien, tras su regreso, quedaríamos en el Club Deportivo Bilbao y me contaría como fue todo, y tomando apuntes, escribiría esta página. Así fue, víspera de San Ignacio.

Ararat con 5.137 metros es la cota de mayor altura de Turquía, mira de frente a Irán y Armenia, es bien conocida por multitud de vascos que la tienen tachada en sus gestas fuera de Euskadi. He querido conocer cómo es su ascensión y como nunca había escrito algo así, viste hoy Historias montañeras. Hicieron cumbre el 28 de junio. Esta montaña es un volcán inactivo cubierto de nieves perpetuas. En el lugar se conoce como Agra-Dag.

Los expedicionarios fueron; Gonzalo, Pablo Bores (*2), Lola y su pareja Pablo de Málaga, Curro y Yup de Cádiz y Miguel, madrileño. Una Torre de Babel montañera. El grupo no era casual, tampoco conocido entre ellos en general. Quedaron vía WhatsApp y se juntaron físicamente en Estambul. De allí fueron a Igrit y contrataron al guía Orham, lugareño que les guió durante seis días.

Veamos cómo fue la expedición. El primer día fueron hasta el campamento base a 3.200 metros, un lugar humilde, sin más. El segundo día comenzaron la aclimatación de altura hasta los 4.100 metros. El tercero hasta el campo 2 a 4.200 metros y es donde se juntaron con mucha más gente que apareció desde otros campamentos bases que hay. Les llamó la atención la muchísima basura que había. El lugar es incómodo, está en cuesta, cualquier cosa menos relajante para afrontar el ataque a cumbre, pero las ganas de cima nos pueden a los montañeros.

El cuarto día desayunaron a medianoche y salieron hacia la cumbre donde llegaron a las 5.30 horas de la madrugada. Marcaba el termómetro -15º con muchísimo viento y una sensación térmica complicada, que lo único que hacía era tener ganas de bajar, la estancia era incómoda. Fueron sólo 10 minutos de reloj los que aguantaron. En la cima sólo caben cuatro personas y no tiene peligro por caídas pronunciadas.

De los siete que salieron solo tres llegaron a cumbre. Problemas físicos hicieron que cuatro se retiraran. La montaña en la altura es selectiva y este ejemplo es claro. Uno de ellos, experimentado montañero, perdió la visión de un ojo y otro le acompañó a bajar. Pablo, el malacitano, fue quien se prestó a ayudar a quien se quedó sin visión. Dejó la cima por ayudar a un compañero, sin pensarlo dos veces.

Le pregunto a Gonzalo por lo que comían esos siete días y me dice que siempre lo mismo, repetitivo. Pasta y arroz. Un día les pusieron alitas de pollo, fue una sorpresa… Dos días después de llegar a Bilbao, el guía, con el que hicieron amistad, les mando fotografías de varios fallecidos en la montaña debido al cambio de tiempo.

Bilbaino de 48 años, Gonzalo es el ejemplo de transmisión generacional de la cultura montañera de padres a hijos. Ahora él lleva a Iñigo y Leire, los suyos, como lo hacían sus aitas con él. Como muchos, empezamos con aita y ama yendo al monte, aquí, cerca de nuestra casa, luego, cuando cumplimos la mayoría de edad íbamos a Picos y Pirineos. Gonzalo es del club Desutoko Menditarrak. Escalador en Atxarte, también practica el esquí de fondo.

La Biblia nos cuenta como en el siglo VII antes de Cristo en el Ararat reposó el Arca de Noé, en el antiguo reino de Urartu, después del diluvio. Desde hace dos siglos han ido expediciones a encontrarlo y, de momento, no ha aparecido. Para quienes quieran les queda el blog de DEIA El Arca de no sé (Félix Mugurutza), que bajo mi punto de vista es el mejor sobre antropología vasca que conozco.

(*1) Alberto Pedrosa es un gran montañero de Trapagaran. Biólogo, ornitólogo, botánico, guía de montaña, especialista en plantas y árboles y abogado laboralista.

(*2) Pablo Bores es un destacado corredor de montaña siendo esta su primera experiencia de altura en lo que a alpinismo se refiere. Al descender del Ararat comentó que esta expedición es lo más difícil que ha hecho nunca y lo dice uno que corre Ironmans como yo escribo aquí, con cierta facilidad quiero decir.