Irene tiene 15 años y suele dedicar media hora al día, acotada por su madre, a jugar con su teléfono móvil. “Se pasa rápido. Mis compañeros me dicen que con media hora no te llega ni para responder un whatsapp ni para conseguir un nivel. Mentira no es”, dice esta adolescente, que se divierte saliendo con las amigas y cocinando y solo se adentra en Roblox para conectarse a sus juegos favoritos cuando se aburre. “Me gustan uno de Peppa Pig de terror y uno de hacer pizzas”, detalla.

Aunque a Irene los videojuegos no le quitan el sueño, conoce a chavales que “juegan hasta cuatro horas: Bah, esta noche no he dormido. Eso sí que es demasiado porque dormir es importante”, defiende esta joven, que alguna vez les ha comentado, seguramente en vano, que “no hay necesidad de jugar tanto porque lo que hacen en una noche lo pueden hacer al día siguiente”.

A Irene, de 15 años, le gusta jugar a un videojuego de terror de Peppa Pig en Roblox. Oskar Gonzalez

No contentos con robarle horas a la almohada, hay quienes también le restan atención al estudio. “Algunos se vician y están igual jugando al Brawl Stars debajo de la mesa en clase: ¿Quién tiene más copas? Yo tengo cuatro mil”, cuenta Irene, que no está dispuesta a pagar por nada en los juegos.

“Conozco a gente que ha llegado a meter 500 euros en el Genshin Impact y no hay necesidad. Aquí no sé si es tan conocido, pero mi amiga es de Asia y allí parece que es muy famoso. También meten mucho dinero en el Free Fire”, dice.

Tras reclamar que en “los juegos de modo historia se ofrezcan más opciones sin tener que pagar”, destaca que “lo bueno de los videojuegos es que son una manera de hablar con tus amigos si no puedes quedar con ellos”. Lo malo, añade, es que “igual te pueden hablar desconocidos”, aunque ella los bloquea.

Ivana, de 11 años, juega al videojuego Brawl Stars con su móvil. Oskar Gonzalez

Ivana: "A veces no juego, me lo bloquea mi madre"

Irene es una de las menores que participaron el pasado jueves en la jornada Videojuegos y Derechos Digitales de la Infancia, organizada por PantallasAmigas en la Universidad de Deusto. Una iniciativa en la que también se escuchó la opinión de su hermana, Ivana, de 12 años, para quien los videojuegos ocupan el último lugar en su orden de prioridades, “por detrás de la familia, los amigos y el deporte”.

“En mi orden de prioridades están primero la familia, luego los amigos y el deporte y en el último lugar los videojuegos” Ivana 11 años, Barakaldo

Aficionada a jugar al Brawl Stars, suele dedicarle una hora todos los días. “A veces no juego porque me lo bloquea mi madre con una aplicación. Juego cuando me porto bien”, admite esta preadolescente de Barakaldo, que solo conoce a “tres personas” que juegan a lo que quieren sin límite de tiempo. “Yo les digo que eso es malo”, comenta Ivana, que no se comunica con desconocidos, solo con su hermano, y cuando pierde deja de jugar.

A los padres y madres que miran los videojuegos con recelo les diría que no los metan a todos en el mismo saco porque “algunos son buenos y otros malos”.

Marcos, de 14 años, es aficionado a los videojuegos de Mario Bros. Oskar Gonzalez

Marcos: "Hay gente que se aprovecha de los niños"

También para Marcos, otro de los participantes, de 14 años, los videojuegos son “la última opción para estar hablando con los amigos y pasarlo bien un rato”. Por delante, dice, está practicar deporte y quedar con ellos en persona. “Siempre hay que tener la hora de salir a la calle, quedar en un parque, charlar y pasárselo bien y así no dejarás tanto a tus amigos por estar jugando con la Play”, aconseja.

Aficionado a los videojuegos de Mario Bros, nunca echa partidas con usuarios que no conozca. “Tengo control parental y necesito un código para añadir a una persona”, aclara este adolescente bilbaino, que hace gala de su responsabilidad. “Juego una hora al día. Hay veces que se me hace corto y otras veces que digo: Huy, me he pasado y paro yo de jugar porque veo que ya ni me estoy divirtiendo y me noto cansado”, asegura.

“Hay que vigilar a los hijos porque en un parque pueden caerse y en un videojuego estar en una situación incómoda” Marcos 14 años, Bilbao

También abandona la sesión, dice, cuando la conversación de los compañeros de partida le incomoda. “Si veo que el tema del que están hablando no me gusta, yo directamente me voy y juego solo”.

Convencido de que los videojuegos “te ayudan a tener más visualización y saber cómo colocarte estratégicamente”, también señala los inconvenientes. “Lo malo es que hay gente que se aprovecha de niños que no están tan concienciados porque sus padres no saben el riesgo que pueden tener en ese videojuego”, lamenta. Por ello, aconseja a los progenitores “vigilar a los hijos. Siempre tienes que tener un ojo encima de ellos porque en un parque pueden caerse y en un videojuego pueden estar en una situación incómoda”.

A Leia, de 10 años, le gusta explorar el mundo y suele jugar a los videojuegos Minecraft y Spore. Borja Guerrero

Leia: "Me gusta explorar el mundo, crear cosas..."

De los beneficios de los videojuegos da buena cuenta Leia, una gamer de 10 años a la que le gusta el videojuego Minecraft “porque es como una caja de arena, puedes hacer lo que te dé la gana, no hay límites de creatividad. Me gusta explorar el mundo, crear cosas, diseñar mi casa, una estatua, conseguir materiales...”, enumera esta pequeña vecina de Bilbao, que también juega a Spore, “un juego en el que empiezas siendo una célula y vas evolucionando hasta que conquistas el universo”. Ahí es nada.

Además de “aprender y divertirse”, los videojuegos le permiten relacionarse “con una amiga que vive en Madrid” y no son objeto de disputa, ya que negocia con su madre un poco de tiempo extra si lo necesita para terminar la partida.

Partidaria de que “en ajustes haya un cronómetro que te avise cuando ha pasado una hora”, Leia les explicaría a los padres que ella juega a “videojuegos que no son malos, alguno da un poco de miedo, otros son educativos, pero nunca juego a juegos turbios”.