Si algo exige la labor arqueológica es paciencia. La constancia es fundamental para no cejar en el empeño cuando pasa el tiempo sin llevarse al más nimio hallazgo a la boca. Esa es la tónica habitual en las prospecciones en busca de restos que nos hablen de nuestro pasado. Trabajo sordo, sin estridencias. Una carrera de fondo, maratoniana. Por eso, llama poderosamente la atención cuando, en el escaso plazo de un mes, saltan a la primera plana dos investigaciones que suponen un hito en el conocimiento de la historia de un territorio de dimensiones reducidas como es Bizkaia. Tras presentarse a mediados de mayo el proyecto para encontrar los vestigios del antiguo poblado prerromano de Vecunia bajo la Basílica de Begoña, hace poco más de una semana se presentó en sociedad a Andere, el nombre asignado a la mujer neandertal de hace más de 150.000 años cuyos restos han sido hallados en una cueva de Karrantza. A ellos cabe sumar el anuncio, en el mes de marzo, del descubrimiento de unos dientes de unos niños y de un adulto joven, también neandertales, en el yacimiento de Axlor, en Dima. Y otros hallazgos en Nafarroa, como el de la famosa Mano de Irulegi en 2021 o el de un altar dedicado a la deidad vascona Larrahe hecho público el 15 de junio.

“Estamos ante una fase de florecimiento de una nueva primavera de la arqueología vasca y, especialmente, de la vizcaina”, asegura el historiador Alberto Santana. En su calidad de jefe del servicio de Patrimonio Cultural de la Diputación Foral de Bizkaia, entiende que esta eclosión es el producto de un largo trabajo previo. “La arqueología en Bizkaia tuvo sus fases iniciales en los años 20, en la época de Barandiaran y de Aranzadi, que fueron los pioneros. Languideció durante todo el franquismo para comenzar con la democracia una buena fase de gestión, en la que había que hacer inventario. Desde hace una década, más o menos, estamos empezando a recoger los frutos”.

A juicio de Santana, en esta acumulación de novedades destacadas “no hay una coincidencia, sino una convergencia de factores”. Cita tres en concreto. “El primero es que tenemos una nueva generación de investigadores, con un sólida formación académica, formados en la universidad publica y con experiencia internacional, cosa que nunca había ocurrido antes”, subraya. De ellos destaca su nuevo enfoque en el desempeño de esta disciplina: “Ya no son el arqueólogo buscatesoros, el Tomb Raider, de los que se tiran toda la vida en un mismo yacimiento. Son investigadores que resuelven problemas históricos y completan lagunas de conocimiento”.

En segundo lugar, Santana destaca la “inversión” realizada desde la Diputación Foral de Bizkaia. “Llevamos tres o cuatro décadas subvencionando y apoyando decenas de proyectos arqueológicos. Muchos son desconocidos para el público, pero otros están dando frutos muy concentrados. Además, la Diputación tiene un arqueólogo en plantilla permanentemente y en algunos momentos hasta dos. Antes no existían arqueólogos públicos”, remarca.

Por último, pero no por ello menos trascendente, el historiador y etnógrafo bilbaino apunta a un cambio de paradigma en la arqueología como clave para entender la época dorada que vive en los últimos años: “Antes solo buscábamos los orígenes del hombre prehistórico vasco, de la raza… Ahora ya no buscamos objetos brillantes ni joyas del pasado. Los arqueólogos están intentando interpretar a las comunidades de todas las épocas de nuestro pasado, sin prejuicios sobre lo que se puedan encontrar. Aportan explicaciones del pasado que no estaban previstas en los libros de historia. Lo hace aportando evidencias materiales irrefutables y no juicios subjetivos ni crónicas o textos de reyes o autores griegos de tiempos lejanos. Y la sociedad actual se siente emocionada por las implicaciones de esos hallazgos con lo que se puede identificar. Porque ya no buscamos el tesoro, la corona de Sancho el Mayor… Estamos buscando entendernos a nosotros mismos”.

Inventos

Descubrimientos como el de los restos de la mujer neandertal hallados en Karrantza, probablemente de hace unos 200.000 años, o excavaciones como la que en breve buscará en Begoña los vestigios de Vecunia, un poblado datado en el siglo II antes de Cristo, van colocando piezas en un puzle, el de la historia de Bizkaia, que presenta muchos y grandes huecos. “Hay una fase muy oscura, que es la que tiene lugar después de la caída del Imperio Romano, a fines del siglo V, y antes de la formación de los reinos cristianos en el VIII y el IX. No sabíamos nada sobre esos siglos, nos inventábamos unos cuentos... Nos inventábamos hasta la batalla de Arrigorriaga”, admite Santana. Sin embargo, hay algunas prospecciones en curso que podrían arrojar algo de luz sobre ese período de la “tardoantigüedad” cuyos vacíos “solo está llenando la arqueología”. “Se han encontrado algunos restos fascinantes en la ermita de San Martín de Finaga, en Basauri, o al lado de la de Santimamiñe, en Kortezubi. También se van a ampliar este verano los trabajos alrededor de la ermita de San Pedro de Abrisketa, en Arrigorriaga. Son focos muy calientes”, advierte. “Ahora empezamos a encontrar unos personajes que se van a la tumba con sus hachas de combate y sus espadones, con delicados vasos de vidrio o con cuencos de bronce y los encontramos en sitios donde no esperábamos hallarlos”, añade.

Santana también recuerda hitos anteriores, como “los grabados de la cueva de Armintxe, en Lekeitio, todo un bombazo, o los mausoleos de la necrópolis romana de Tribisburu, en Bermeo”. Así mismo, se muestra ilusionado con lo que pueden deparar los trabajos en la cueva de El Polvorín, en Karrantza, donde apareció Andere, porque “van a dar todavía mucho juego”. Por si fuera poco, también hay “otros proyectos enormemente interesantes que pueden depararnos enormes sorpresas en los próximos meses”.

Recolecta

Entre los nuevos investigadores que destacaba Alberto Santana se encuentra Asier Gómez Olivencia, quien lidera el estudio en torno a Andere. “Estamos en la fase de recolecta, pero estos son frutos de trabajos que llevan fraguándose durante mucho más tiempo”, asegura el paleontólogo de la UPV/EHU. Un claro ejemplo está en la mujer neandertal que se ha convertido en el buque insignia de su proyecto. Y es que parte de sus restos se hallaban desde hace años entre los fondos del Arkeologi Museoa de Bilbao, sin estar identificados como humanos. “Revisamos los materiales que se habían recuperado por espeleólogos en el año 83 y en el año 2000 y eso fue lo que nos dio la pista. Es un procedimiento que hemos hecho varias veces. Cuando avanzas en el conocimiento, a veces tienes que dar una vista atrás y volver a revisar las evidencias que se conocen, porque las ves con otros ojos”, explica. “El trabajo de campo es el más llamativo, pero gran parte de descubrimientos se dan en fases posteriores, en el laboratorio o revisando colecciones, como en este caso”, añade.

De hecho, Gómez Olivencia tiene claro que “Andere no está contando todo lo que nos puede contar”. De momento, su hallazgo, que una datación conservadora cifra en una antigüedad de 150.000 años, ha servido para “romper un techo, porque pensábamos que en el País Vasco no había registros tan antiguos”. Sin embargo, el paleontólgo tiene claro que “un análisis anatómico y paleontológico más fino y detallado” les aportará más información sobre “cómo eran las poblaciones de la época, porque hasta ahora las evidencias que teníamos eran muy dispersas y escasas”.

Esto mismo le ocurre “a muchos yacimientos que están empezando o no llevan mucho tiempo. Les falta la fase de procesar la información para que esta vaya aflorando”. Ello le lleva a pensar a Gómez Olivencia que en el campo de la arqueología de nuestro entorno “a lo largo de los próximos años vamos a tener muy buenas noticias. Esto no ha hecho más que empezar. Van a ser momentos muy interesantes y con grandes sorpresas”.