Los caminos de la música son inescrutables. Un día te subes al escenario con una banda de rock y al siguiente diriges a más de 400 músicos, vestido de etiqueta, en un teatro con una batuta de 190 gramos. La vida del portugalujo Adolfo Aguado da para escribir un libro. Teclista de grupos como Parabellum o A Morir, además de colaborar en más de una veintena de discos, desde hace una década dirige la Escuela de Música Adimusik, ubicada en Repelega, y recientemente se acaba de titular como director de orquesta.

El “maestro Aguado”, como reza en la inscripción de la caja de la batuta que le regalaron sus amigos al graduarse, ha dedicado toda su vida a la música. Hace una década abrió su propia academia en su barrio natal de Repelega, en Portugalete, en unos locales de la iglesia. Fue un proyecto personal por el que dejó un trabajo fijo en una empresa de la zona después de haberse tomado un paréntesis en la música por un problema familiar tras muchos años girando con diversos grupos por todo el Estado. Sin embargo, su sueño docente estuvo a punto de truncarse debido a la pandemia, que sacudió los cimientos de su negocio. “Tenía unos doscientos alumnos, pero de un día para otro tuve que cerrar. Aguanté como pude con los ahorros que tenía para comprar una furgoneta”, relata.

Aún no ha recuperado el número de matrículas previas a la crisis sociosanitaria, pero en su Escuela la Música vuelve a vibrar entre guitarras, baterías, pianos, contrabajos, etc. Un paraíso para los amantes de la música que cuenta con aulas de estudio, locales de ensayo y grabación, y escenario para conciertos, todo ello junto a unas espectaculares vistas al Serantes.

Dicen que no hay mal que por bien no venga y Aguado aprovechó la pandemia para prepararse la titulación de director de orquesta. Consiguió que le seleccionasen entre más de 250 aspirantes y accedió al máster. Incluso, para una de las pruebas no dudó en reclutar a la vieja guardia del rock con la que había compartido tantas horas de escenario. “Les llamé y al día siguiente estaban aquí ensayando. Fue una pasada”, rememora. Juntó a integrantes de Parabellum, Extremoduro, Gris Perla, Platero y Tú... y les puso a cantar habaneras. “Fue un show, pero en el máster me dijeron que si podía dirigirles a ellos, podía hacerlo con cualquiera”, bromea.

Ahora trabaja en un proyecto muy personal, didáctico y lúdico, que pretende ofrecer en diversas localidades y teatros a partir de octubre. Consiste en un espectáculo en el que ofrece un repaso a la historia de la música, desde el barroco hasta la actualidad, mostrando a los compositores más importantes y abarcando diversos géneros musicales. Todo ello acompañado de grandes dosis de humor. “Es un espectáculo en el que la gente se lo va a pasar en grande”, apunta.

Primer piano

Comenzó de niño a tocar el piano, cuando sus padres le regalaron un pequeño teclado. Carlos Zárate

Lo cierto es que sus manos se deslizan por las teclas del piano de memoria. De niño, sus padres le vieron facultades para la música y le regalaron un pequeño teclado al tiempo que le apuntaron al Conservatorio de Sestao. Más tarde, su padre juntó “seis meses de sueldo” y le regaló un piano más grande con el que comenzó a despuntar. “Tenía la capacidad de escuchar una canción y tocarla”, rememora. Con apenas 16 años montó su primer grupo y empezó a tocar con una orquesta. De sus años en la carretera guarda mil anécdotas, como cuando estaban tocando en las fiestas de un pueblo y se sorprendieron porque no había nadie. “Empezamos a ensayar algunas canciones y cuando estábamos tocando si te ha pillado el toro, jódete..., pasó justo al lado la comitiva de un funeral y tuvimos que salir por patas”, rememora.

Para el maestro Aguado la música siempre ha sido “una diversión” y así es como se lo intenta a hacer ver a sus alumnos. “Te lo tienes que pasar bien, no me gustan las metodologías aburridas”, señala. Por su academia, en la que se dan clases de diversos instrumentos, han pasado ilustres alumnos como el entrenador del Athletic Club, Ernesto Valverde, que “toca muy bien la guitarra”. Pero, sin duda, lo que más le llena es ser testigo del nacimiento de grupos formados por alumnos, –“para mí son como mis hijos”, indica– a los que no duda en dejar los instrumentos para que den sus primeros conciertos.