Mamen Abad propone un experimento: “Siéntate un día a trabajar en pijama sin haberte lavado ni la cara a ver cómo te encuentras y otro vestida como uno de esos sábados en los que te comías el mundo; analiza emociones, sensaciones, cómo hablas, escribes, con cuántas ganas llevas adelante la jornada”. Ella misma se adelanta a los resultados. “Si me pongo el pijama mi cerebro activa el modo de irme a dormir”, adelanta. La consultora de Zalla ha comprobado con sus clientas que “ellas mismas terminan por eliminar la ropa de estar en casa o destinan a esos momentos prendas que antes utilizaban para la calle”. Consejos como este trasladará entre el jueves y el domingo en el Congreso Latinoamericano de Imagen que acoge México, “el más importante del mundo de habla hispana”.

En calidad de presidenta del capítulo estatal de la Asociación Internacional de Consultores de Imagen participará en esta reunión que abordará aspectos como “telas, imagen política, imagen oncológica, asesoría de imagen en el sector empresarial e imagen masculina, entre otras muchas temáticas”.

Porque, aunque la tiranía de aparecer siempre perfectas pesa más sobre las mujeres, ellos también se preocupan por la estética. A un hombre “le dices que si trabaja su imagen va a conseguir un ascenso y te responde cuánto hay que pagar, no lo duda”. En cambio, “ellas le dan más vueltas porque a veces creen que invertir en su imagen se va a percibir como algo frívolo”. También reconoce que “los hombres lo tienen más fácil: casi no hay más alternativas que traje o camisa”. En el otro caso, “o vas vestida de monja o no sabes cómo y ponerse cualquier cosa tampoco significa acertar porque la propia apariencia comunica; nos hemos relajado demasiado al pensar que no importa y esa idea puede llegar a perjudicarnos”. Frente al argumento de que los códigos de vestimenta etiquetan y encorsetan defiende que “sin normas nos confundimos”.

La lesión en el pie de la reina Letizia ha reavivado el debate en torno a la frase: para estar guapa hay que sufrir. Mamen Abad piensa que verse bien “es compatible con la comodidad”. “Hemos asociado que implica tacones, vestidos y mucho maquillaje, cuando no tiene que ser así. Yo en mis fotografías de internet aparezco con vaqueros rotos”, todo depende del contexto, “lo que no puede ser es que parezca que vamos al gimnasio porque existe un universo de grises entre vestirse de chándal o de boda, desde pantalón a zapatillas bonitas, una americana más floja o un color favorecedor”.

Diferencias culturales

Estos días en México experimentará las diferencias culturales con América. Allí algunos países “siguen siendo muy machistas; por ejemplo, a veces comentan que no puedes utilizar un determinado escote porque despistas a los hombres...” Y se preparan “con traje y corbata, incluso algunas empresas disponen de uniformes”.

En cualquier caso, cree que mirarse al espejo contentos con la imagen que devuelve se refleja en la salud mental. “Varias psicólogas me envían gente, hay quien acude con enormes complejos e inseguridades. Cuando cambias un poco por fuera, cambia todo. Si te sientes bien te atreves a ir a más sitios, en una reunión te levantas, etc. Todo ello puede ser con vaqueros y camiseta y comprando menos ropa”, pero con recursos para combinarla, valora, recordando a una clienta a la que confundieron con una azafata en un evento de su propia empresa. “No volvió a suceder”, indica.