Hasta hace no tanto tiempo, las ermitas no eran exclusivamente un lugar de culto, sino que también eran un punto de encuentro. Hubo un tiempo en el que en el municipio de Barakaldo había hasta ocho ermitas –once si se tienen en cuenta las tres que había en Alonsotegi, municipio que hasta el año 1991 pertenecía a Barakaldo– pero el paso del tiempo, el importante aumento poblacional experimentado por la localidad fabril ha hecho que, en la actualidad, tan sólo tenga una ermita, la ubicada en el Santuario de Santa Águeda. Sin lugar a dudas, la importancia que tiene Santa Águeda en la identidad y la historia de la localidad fabril ha sido un aspecto capital para la conservación de esta ermita de estilo renacentista cuya construcción data del siglo XVI, aunque su origen sea, posiblemente, medieval. “Las ermitas fueron desapareciendo por un descenso de afluencia a las mismas y, también, porque al crecer algunos núcleos de población, esas ermitas pasaron a ser denominadas como parroquias”, indica el investigador Juan Antonio Santamaría.
Las otras siete ermitas que existían en la localidad fabril han corrido dos tipos de suerte: unas fueron abandonadas y han acabado desapareciendo, mientras que otras, con el crecimiento poblacional de los núcleos que las rodeaban se puede decir que subieron de categoría y, a día de hoy son parroquias. Entre las ermitas que han desaparecido está la de Santa Lucía, un templo que estaba en las faldas del Argalario y a orillas del río Castaños en El Regato. Poco a poco fue sufriendo un avanzado estado de abandono hasta que fue ocupada en la década de los 40 y, hoy día, en el emplazamiento en el que se encontraba la ermita, hay un caserío. En este aspecto, cabe destacar que Laguntasuna Taldea está trabajando en la recuperación de la celebración de la festividad de Santa Lucía. Por su parte, otra de las ermitas fabriles que ya han desaparecido es la de Nuestra Señora de la Concepción, un templo que se sumergió en las aguas en la década de los 40 con la creación del embalse de Gorostiza. Asimismo, otra de las ermitas cuyo destino fue la desaparición fue la del Buen Pastor en Lutxana, ya que en su emplazamiento se construyó la empresa Sefanitro. En su lugar, se dotó al barrio de la iglesia del Buen Pastor. La misma suerte corrió la ermita de San Bartolomé, un templo que se ubicaba en las inmediaciones de lo que, hoy día, es el jardín botánico de la ciudad. Lo mismo ocurrió con la ermita de San Ignacio de Retuerto, este templo estaba ubicado en Beteluri y se derribó en 1952 para dar paso a un frontón.
Entre las ermitas que pasaron a ser parroquia cabe destacar, de entrada, la de San Roque en El Regato, un lugar que, a día de hoy, es epicentro de la vida cotidiana en este barrio de Barakaldo. Por su parte, el caso de la ermita de Burtzeña es diferente, ya que este pequeño templo fue derribado y, en ese mismo emplazamiento se alzó la iglesia de Natividad de Nuestra Señora, que hoy es parroquia.
Disfrutar de lo que queda
Vista la situación actual, los amantes de las ermitas han de disfrutar del patrimonio de este tipo que aún sigue en pie. En este aspecto, se pueden ver ermitas a tan sólo unos pasos de la localidad fabril. Haciendo a pie una ruta que, en total, no supera los 19 kilómetros, se puede gozar de cuatro ermitas. La primera de ellas es, sin duda, Santa Águeda en las faldas del Arroletza, pero a escasos metros de territorio fabril, en el barrio Zamundi de Alonsotegi se sitúa la ermita de Santa Quiteria. Muy cerca también de Barakaldo, concretamente a medio kilómetro del mojón que delimita la frontera entre Barakaldo y Güeñes está la ermita de San Sebastián de Saratxo. La última de las ermitas de esta ruta sería la de San Bernabé en el barrio Castaños de Galdames.