YA han aprendido a decir kalimotxo con la soltura de un catedrático de Euskaltzaindia, se han relamido degustando nuestros afamados pintxos de tortilla mientras han “ido de bares” por Bilbao y agradecen sobremanera que los vascos y las vascas seamos muy parecidos a los habitantes de Chequia en cuanto al volumen –más bien discreto– de nuestro tono de voz en nuestras conversaciones y no pueden evitar la risa cuando se les pregunta si tiritaron de frío con las bajas temperaturas que registramos a finales de enero en Bizkaia. Claro que en esas mismas fechas en su país el mercurio no subía de los quince grados bajo cero. Quienes así lo ponían de manifiesto eran Natalia Pivodová, Barbora Rafajová y Valeria Batani, tres jóvenes de la ciudad de Zlin, en el este de la República Checa que comparten pupitre con el alumnado del Centro de Formación Somorrostro con el que su instituto, el Gymnázium Zlín - Lesní ctvrt, mantiene un acuerdo de colaboración para el intercambio de alumnado interesado en mejorar sus conocimientos en diferentes materias.

“El Gymnázium es una escuela secundaria que da la formación general para realizar el examen final de Bachillerato. El objetivo educativo es preparar a los estudiantes para los estudios de las universidades. En los primeros años del estudio el enfoque de la enseñanza es general. En el penúltimo y último año los estudiantes gradualmente escogemos grupos de asignaturas optativas según los que nos interesa para el futuro”, apuntan estas tres jóvenes compañeras en el instituto checo y que residen en el barrio de La Arena de Zierbena durante su estancia en Meatzaldea, que se prolongará hasta el viernes.

En el caso de las tres estudiantes llegadas a Muskiz este año una de las asignaturas elegidas es el aprendizaje de español, que tienen oportunidad de practicar con sus compañeros y compañeras del último curso de Bachillerato. Natalia, de 18 años, es la primera vez que participa en este programa de intercambio educativo, mientras que sus compañeras, Barbora y Valeria ya estuvieron con anterioridad en un centro de Valencia. En el caso de la benjamina las optativas elegidas en este último curso han sido Español y Derecho, mientras que Barbora se ha decantado por Inglés y Química y Valeria por Español e Inglés. “Yo no me apunté expresamente a Español, pero me gusta mucho España y hace ya tres años estuve en un intercambio en Valencia y me apetecía volver y poder aprender algo más del idioma”, apunta Barbora, quien reseña que para entrar en estos cursos de intercambio “tenemos que escribir un texto en el que expliquemos las razones que nos mueven para venir aquí y luego nos hacen una entrevista para elegir a los participantes”, explica Barbora. Al igual que Valeria –compañera de clase en la rama de Ciencias– y Natalia (Humanidades) confiesan sentirse “muy cómodas” con sus compañeros de instituto, con los que comparten varias materias excepto euskera y religión.

Diplomática

Cada una de estas tres jóvenes que aún no han salido de fiesta, pero ya saben lo que es ir de bares por Bilbao donde han podido conocer el kalimotxo y los pintxos de tortilla de los que hablan encantadas, tiene una motivación muy diferente para acercarse al idioma. “Es bueno conocer otras culturas y otras gentes. Me gusta mucho estar aquí porque me gustaría estudiar español en la Universidad. De hecho, me gustaría hacer Diplomacia y tal vez poder cumplir el sueño de ir a alguna embajada en España o en Hispanoamérica”, desvela Natalia. Por contra, sus compañeras reconocen que el aprendizaje es más una cuestión de enriquecimiento personal. “Yo quiero estudiar Matemáticas y Física”, plantea Barbora que destaca que le gusta el castellano “porque cuesta más aprenderlo que el inglés, es casi igual de difícil que si fuera checo”, resalta a esta amante de la escalada. Por su parte Valeria, antes de venir a Euskadi hizo el examen de ingreso en un conservatorio. “Quiero estudiar piano”, adelanta esta joven que, como sus compañeras, aún anda dándole vueltas a expresiones tan populares como “Estoy de mala leche” o “Estoy hasta las narices” o “Es más feliz que una lombriz”. Cosas del idioma.