Segunda entrega de este extraordinario escalador de Ortuella que vive en Bilbao y que a sus 91 años es claro ejemplo de los inicios de esa disciplina alpina que tanto riesgo tuvo y tendrá, la escalada en roca. Retomo su vida cuando Floreal tenía 26 años, hasta aquí conté el domingo pasado.
Fue a Alpes él solo en julio de 1958, no encontró compañeros. Aprovechó casualmente que iban los del Tajahierro de Santander. Le premió la ENAM. Fue con Casal y su mujer, Carmina, al Cervino. Intentaron el Mont Blanc y no pudieron hacer cumbre porque se les echó una gran tormenta y no sabían ni dónde estaban. Se tuvieron que retirar. Bajaron al Valle Blanco. Eran seis (los dos antes citados, un sobrino de Casal, él y un alemán, que trabajaba en Solvay). Llegaron al teleférico y se salvaron porque lo mantenían unos italianos y allí tenían calor. Les dieron de cenar. Al día siguiente no funcionaba por el hielo acumulado. Tardaron toda una mañana para bajar y pasaron mucho miedo. La rueda se subía sobre el hielo y parecía que se iba a salir del cable. Hizo Floreal en ese año un cursillo de escalada invernal y esquí con la ENAM, en Semana Santa, en Picos de Europa.
Al año siguiente, 1959, se casó y siguió escalando con su mujer, Carmele Egileor Ituarte a la que conoció en Atxarte el 27 de marzo de 1958, y Floreal dice que ella no escalaba si no que era pisahierbas. En una ocasión fue con Landa a subir el Naranjo por la Este, no llegaron a cumbre debido a calambres. Al día siguiente hicieron una directa. También realizaban travesías y les encantaba el esquí de montaña, fuera de pistas, claro.
El matrimonio tuvo dos hijas y con las niñas acudían al monte desde los seis años y esquiaban muy bien. Bajaban de Pagasarri hasta su casa, en Irala, o desde Artxanda al ayuntamiento, me cuenta con una sonrisa especial.
No ha escrito nada nunca, entre otras cosas porque su carácter es reservado, tampoco nunca le han pedido que lo haga, es más, esta es la primera entrevista que concede, siendo la primera ocasión que le llaman para que cuente su vida escaladora. Todo un honor para quien este texto firma.
En el Ameal de Pablo se quedaron clavados en la pared por una tormenta y tuvieron que tirar todo el material al suelo de la pared para que no atrajese chispas. Es un risco del centro de la Laguna Grande, en Gredos. Fue con un grupo del Grupo Alpino Turista Barakaldo (GATB) y Aurelio García, gran amigo personal.
Las clavijas y crampones se hacían, me dice en voz baja, de extranjis, en la Naval. Se las pedían a amigos alpinistas que allí trabajaban. Ha pertenecido al GATB, al BAC y, al que más tiempo, al Juventus.
En relación con el material de escalada aquí prácticamente no existía. Algo compraron, poco, cuando empezaron a ahorrar, en una farmacia, si, habéis leído bien ubicada en Hurtado de Amezaga, esquina con Padre Lojendio. Era muy grande y su dueño montañero vendía material de montaña que traía de Madrid.
Con anterioridad conseguían alguna cuerda vieja de 30 metros de algún club, siendo el GATB el que les compró una. Ellos se lo pidieron a los directivos de Barakaldo avalados en que “ya éramos algo famosillos en el mundo de la escalada vasca”, apostilla De la Iglesia. Aquel era un cordino de 8 milímetros que en doble hacía 16, lo compraron de 60 metros.
“Floreal, ¿eras más montañero o escalador?”, le pregunto. “Primero fui montañero Iñaki, luego escalador, y eso me siento. Me sigue gustando la escalada, me gustan mucho los hermanos Pou, pero en general creo hoy día es un espectáculo, más que un deporte, que lo fue”, responde.
“¿Estuviste en 1949 en el 25 aniversario de la Federación Vasco Navarra en Elgeta?”, le custión. “Claro que sí, allí estuve, tenía 17 años y fuimos desde Bilbao unos cuantos escaladores, había que estar en el veinticinco aniversario, pero casi no tengo recuerdo de él”, subraya.
Antes de conocernos le dije por teléfono que me trajera alguna fotografía de época, a lo que me contestó que pocas tenía, que iba a mirar. Pues mira tú que se presentó a la cita con un centenar de ellas, a cada cual más interesante, por cierto, que se me olvida, todas reveladas por el mismo. “Iñaki, también fui profesor de fotografía, anótalo por favor”, comenta.
Floreal empezó a escalar antes de la fundación del club de su pueblo, Gallarta, una sociedad montañera que arrancó en 1957, por lo que los mayores del lugar no han oído hablar de él. Y mira que lo he mirado.
Esta segunda cita ha sido en el Centro de Distrito de Zabala, cerca de su piso, ha venido andando, y se ha perdido. Floreal fue profesor de escalada de la ENAM, la reputada Escuela Nacional de Alta Montaña. Termina el intrépido y desconocido escalador vasco señalando: “Iñaki, yo al monte iba desde crío porque me encantaba la naturaleza, me escapaba en soledad al Argalario muchas veces, tenía 12 años, era 1944”.