La barra del bar del hogar del jubilado de Urduliz se quedará huérfana de pintxos de tortilla, de bonito y de jamón, las especialidades de la casa, a final de mes. Es el fin de una era. Su responsable, Orosia Alcalde, vecina de Urduliz de 74 años, se jubila. Hace siete años lo hizo su marido, Alfredo Tetuá, de 80 años. Aunque le ha seguido “echando una mano durante este tiempo”, señala. Ambos han regentado el local hostelero desde 1995, los últimos siete con Orosia al frente. Ahora es ella a quien le toca parar y descansar. Tras más de dos décadas detrás de la barra, el próximo mes de diciembre se pasará al otro lado, junto al resto de jubilados y jubiladas de la localidad. Se acabaron los madrugones y las jornadas interminables preparando la barra de pintxos, los cafés, las mesas, etc. “Seguro que algún día me levanto y vengo en modo piloto automático”, bromea Orosia.

Es comprensible. Son muchos años regentando este local, desde el siglo pasado, y todavía no es del todo consciente de que se abre una nueva etapa en su vida. “No sé muy bien lo que haré ahora. Mis hijos me dicen que ya es hora de parar y descansar”, reconoce sobre la presión familiar. Sin embargo, se sigue desenvolviendo tras la barra con la misma soltura de siempre. Vinos, cañas, cafés... Su rutina diaria comienza a las ocho de la mañana –salvo los jueves, día de descanso–, cuando empieza a preparar la barra de pintxos. Los fines de semana, en cambio, las rabas causan furor. “Se hace una cola importante”, apunta mientras atiende la catarata de comentarios de los clientes, que ya saben que su marcha se hará efectiva a final de mes y muestran su tristeza por no seguir viéndola cada día detrás de la barra. “Le vamos a echar mucho de menos”, reconoce Paqui Morales, presidenta de la asociación de jubilados de Urduliz, sus incondicionales clientes. Pero no sólo las personas mayores, también las familias y jóvenes de la localidad. Y es que el hogar del jubilado está en la plaza Antsonekoa, junto a un parque cubierto, habitual punto de reunión de numerosas familias. La simpatía y amabilidad de Orosia le han permitido disponer de una clientela fiel que le aprecia. “Es una mujer encantadora, toda una institución en Urduliz. Todo el pueblo le tiene mucho cariño porque es generosa y atenta”, confirma Itziar Madariaga, directora del coro Beti Lagunak de Urduliz.

De Armintza a Urduliz

Tanto Orosia como Alfredo han sido testigos directos de la evolución del municipio. Primero empezaron regentando el bar Uribe Kosta, ubicado en la calle Gipuzkoa, y después se trasladaron a Armintza en 1992 para hacerse cargo de una tienda de alimentación. “No nos teníamos que haber ido”, reconoce Alfredo. Aquello no fue lo que esperaban y en julio de 1995 regresaron a Urduliz para llevar el bar del hogar del jubilado.

Primero vino Alfredo como avanzadilla y, dos años después, Orosia. “Al principio con una tortilla nos sobraba para todo el día y ahora mínimo despachamos entre ocho y diez”, relata. Poco a poco fueron fidelizando clientes gracias a su buen hacer. Los desayunos de la mañana y el café de la tarde son los momentos álgidos de la actividad diaria, además del aperitivo los fines de semana. Durante todo este tiempo han servido a miles de urduliztarras y en los últimos años han visto un claro relevo generacional. “Ha venido mucha juventud a vivir al pueblo”, indican.

Su local refleja esa convivencia intergeneracional entre los jubilados que juegan sus partidas y los txikis que corretean por el parque mientras sus padres y madres disfrutan de un café. Todos ellos debidamente atendidos por Orosia, que ya vislumbra una nueva vida al otro lado de la barra.