Solas. Tumbadas en el suelo de un cajero, acurrucadas sobre un banco, en el coche donde dormían y viajaban a ninguna parte. Así han terminados sus días algunas de las quince personas sin hogar fallecidas en las calles de Bizkaia desde enero de 2020. La última, una mujer de 42 años, que murió en un cajero de Barakaldo el pasado 2 de septiembre. ¿Por qué se siguen produciendo estas muertes sin colchón ni compañía? ¿Se podrían evitar? Los responsables de dos asociaciones que trabajan con personas sin hogar en Bilbao y Barakaldo reflexionan sobre esta cruda realidad.

Nueve fallecidos en Bilbao

“Mucho tiempo en la calle y salud deteriorada”

Irune, Peter, Iñaki, Alba, Mohamed, Aquilino... Son algunos de los nombres de las quince personas que han fallecido en las calles vizcainas en los últimos cuatro años, nueve de ellas en Bilbao y el resto en localidades como Barakaldo, Durango y Santurtzi. Así lo atestigua el recuento realizado por la Plataforma por la inclusión residencial y a favor de las personas sin hogar, Beste Bi, donde se precisa que tres eran mujeres.

“Cuando les sobrevino la muerte no estaban en buen momento, no es justo decir: No querían ayuda”

PABLO RUIZ - Coordinador técnico de Bizitegi

Todas tenían algo en común, pese a sus variadas procedencias y edades. “Las personas que fallecen en calle normalmente llevan bastante tiempo viviendo así. Son personas que han tenido una vida de muchas pérdidas y, entre ellas, la pérdida de la red social es la más importante, no tener a nadie que te pueda ayudar”, comienza a trazar su perfil Pablo Ruiz, coordinador técnico de la asociación Bizitegi. “También han sufrido pérdida económica, de trabajo, de otro estilo de vida o de valoración de uno mismo y en todo ese proceso también hay una pérdida de salud. La calle es dura y las personas que están en ella no tienen un acceso efectivo a la atención sanitaria tan fácil como lo tenemos nosotros. Muchas veces porque ni siquiera lo piden porque se acostumbran a estar mal”, explica. Al final, resume, “es gente con procesos vitales de pérdidas largos, con mucho tiempo de sinhogarismo, con una salud que poco a poco se ha ido deteriorando y en un momento dado el cuerpo dice basta”. No le consta, en los casos que conoce, que se hayan producido muertes por sobredosis, sino por “desgaste del cuerpo”.

¿Por qué fallecen en la calle?

“Que te miren o te hablen es una necesidad básica”

En pleno siglo XXI, en una sociedad donde se debate hasta de inteligencia artificial, con los recursos que existen, ¿cómo es posible que sigan muriendo personas en la calle? “Primero, porque hay muchas”, apunta Ruiz. En el último recuento nocturno realizado el año pasado localizaron a 348 personas, 200 más que en 2012, pernoctando en las calles de doce municipios de Bizkaia, bien a la intemperie, en un espacio de uso público o cubierto o en lugares inadecuados para vivir, como chabolas o edificios ruinosos. Del total, 251 personas se contabilizaron en Bilbao –un centenar más que en 2012–, 30 en Getxo y 29 en Barakaldo.

Otra de las razones por las que aún fallecen personas en estas dramáticas circunstancias es, según reconoce Ruiz, que “no llegamos a todo”. “La posibilidad de ofrecer recursos a una persona no solo pasa por una cuestión material de dar comida, dinero o atención sanitaria. Quienes pasan por todo ese proceso tienen una pérdida de confianza y desesperanza y no vale con ponerles el bien que les quieres ofrecer delante, sino que el proceso es mucho más complicado. Es recuperar a una persona que se siente dañada o que es muy vulnerable. Hay que llegar a la persona y es un proceso de vinculación, de generar confianza en sus posibilidades. No es fácil”, afirma.

“Los recursos a veces aumentan, pero como sociedad no somos capaces de dar respuesta a estas personas”

SANTI MARTÍNEZ - Coordinador de Goiztiri

Las últimas personas sin hogar fallecidas en Bilbao, detalla, eran “personas detectadas, que conocíamos y a las que les habíamos ofrecido los recursos que hay, que son de atención básica, de emergencia”. Unos recursos, dice, “que van alineados con el modelo social que tenemos, que es que entendemos que las necesidades básicas son comer, dormir y vestirse y a veces las necesidades básicas pasan por que alguien te mire, te hable, te comprenda, te dé cariño. Esto desde los recursos que atienden a las personas en calle es muy difícil de organizar porque son recursos que necesitan mucha mayor intensidad de atención”.

Cuando estas tristes muertes saltan a los medios de comunicación hay quienes se preguntan por qué estas personas no se asieron a esa mano tendida. “En algún momento han aceptado la ayuda, pero la vida no es lineal y todos tenemos momentos en que podemos hacer unas cosas que en otros momentos nos sentimos incapaces de hacer. Cuando les ha sobrevenido la muerte no se encontraban en un buen momento de la vida. No es justo decir: No querían la ayuda. Todo el mundo quiere la ayuda. Otra cosa es estar en un momento en el que soy capaz de aprovecharla o que sea la ayuda que yo necesito. El ajuste entre lo que podemos ofrecer y lo que necesitan estas personas en cada momento es una cuestión muy fina y muy difícil”, admite.

Un trato más individualizado

“Tenemos un problema de vivienda muy grande”

Que hay vidas que acaban entre cartones, sobre un colchón a la intemperie o en un saco de dormir es un hecho. Qué se puede hacer para evitarlo, un debate abierto. Quizás ayudaría disponer de más personal para ofrecerles un trato individualizado. “Si tuviéramos esa posibilidad, sería bastante bueno. Que las personas tengan más tiempo para poder acercarse y generar un marco de confianza”, señala Ruiz, quien reclama “recursos suficientes para que la gente no tenga que dormir en la calle”. “Tenemos un problema de vivienda muy grande. Hay mucha gente que está en la calle porque no tiene un sitio donde dormir que le sirva de base para construir un proyecto vital. Y esto no lo hacen ni los servicios sociales ni sanitarios. Esto tiene que ver con este modelo social en el que la vivienda es más un bien de mercado que un derecho. Bilbao está bastante bien, pero vivimos en un país que tiene muy poca vivienda pública y es un problema”, recalca y pide “recursos materiales, que siempre se pueden mejorar”.

Muertes por adicción, salud o frío

“Como sociedad seguimos fracasando”

Según los datos que barajan diferentes colectivos sociales, a finales del pasado mes de junio había más de un centenar de personas viviendo en la calle en Barakaldo, una cifra que ahora fijan en más de 70. Las cuatro últimas que han fallecido en la localidad tenían entre 30 y 62 años. “El sinhogarismo es un fenómeno muy heterogéneo que difiere mucho en cuanto a las características de las personas, las edades o el género”, en el que tienen cabida desde “colectivos de personas magrebíes, que suelen ser más jóvenes, a personas autóctonas, a veces ligadas a una enfermedad mental, que tienen más edad y otras problemáticas”, dibuja una panorámica el coordinador de la asociación Goiztiri, Santi Martínez, quien pone de relieve la situación de las mujeres. “Siempre han estado silenciadas en el sinhogarismo por el miedo y el estigma que ha generado ver a una mujer durmiendo en un cajero o un banco porque desgraciadamente esta sociedad machista tiene recursos para poderlas agredir e incluso retener en casas o lonjas a cambio de otro tipo de cuestiones”, censura.

Santi Martínez, de Goiztiri. Borja Guerrero

Aunque la cifra de personas sin hogar fallecidas oscila porque algunas “mueren en hospitales o albergues”, Martínez confirma que es “un fenómeno que desgraciadamente va en aumento”. “Muchas veces estas muertes vienen derivadas por problemas de adicción o salud física o mental. Otras, por cuestiones de insalubridad o por frío y a veces por ataques de aporofobia, como pasó en Bilbao con aquella cabaña que quemaron”, recuerda.

Puestos a reflexionar sobre por qué no se puede evitar este drama, Martínez tiene claro que “como sociedad seguimos fracasando”. “Es cierto que los recursos a veces van en aumento porque el sinhogarismo va en aumento, pero como sociedad no somos capaces de darle respuesta a estas personas que acaban viviendo en la calle y, como consecuencia de ello, acaban falleciendo”, lamenta.

Flexibilidad en los recursos

“Medidas para que nadie viva y muera en la calle”

A falta de soluciones milagrosas, el coordinador de Goiztiri plantea “lograr una estrategia liderada por el Gobierno vasco y luego, junto con el tercer sector, establecer las medidas a nivel municipal, foral y de comunidad autónoma para implantar la perspectiva de género desde el diseño y la ejecución hasta la evaluación de los proyectos sin hogar y la flexibilidad que tendrían que tener ciertos recursos y que hoy día no ofrecen”.

En su opinión, “esos pequeños pasos podrían ir dando pequeñas soluciones a estas personas, aunque no hay una varita mágica y tenemos que seguir las administraciones, las entidades y la sociedad preguntándonos qué podemos hacer”.

Todo ello, subraya, sin olvidar que “cada persona tiene unas necesidades y esa flexibilidad o respuestas heterogéneas son las que a veces demandan”. Por tanto, concluye, “nuestro deber es seguir intentando buscar los recursos y las respuestas adecuadas para que nadie tenga que vivir en la calle y para que nadie tenga que morir en la calle”.