La “familia” de Mutur Beltz vuelve a abrir las puertas de Karrantza como vehículo para conservar su herencia pastoril en peligro de extinción a través del arte. Suman ya siete las ediciones de la residencia que Joseba Edesa y Laurita Siles impulsan en el valle ligada a su proyecto de recuperación de la oveja autóctona cara negra. Cinco artistas conviven con ellos hasta el sábado, “dando así continuidad al trabajo desarrollado con anterioridad, con el objetivo de provocar nuevos discursos o utilidades de la lana vasca”. Una estancia basada “en la soberanía, que aúna la sostenibilidad, la agroecología, las relaciones sociales y las formas de subjetividad”. Como resultado de esta colaboración, “cada artista participante realiza un proyecto y la difusión de este, se presenta en diferentes formatos: jornadas de puertas abiertas, charlas, edición de una publicación y exposición de las obras”; junto con una jornada de arte y pastoreo que tuvo lugar este sábado.
Contó con la participación de la artista Maider López (Donostia, 1975), cuyo trabajo se “caracteriza por explorar las interacciones entre el arte, el espacio y el público, desafiando las convenciones tradicionales y cuestionando nuestra percepción de los entornos cotidianos en el espacio público y la arquitectura”. Por su parte, el artista textil Adrián Pepe (Honduras, 1984), “centra su labor creativa en la artesanía desde perspectivas socioculturales, estéticas, ecológicas y metodológicas, mientras que Irene Infantes (Sevilla, 1989) resultó seleccionada “tras una convocatoria pública entre diecinueve propuestas recibidas” con su análisis de la lana merina a lo largo de la historia y la revalorización de un material que “en su día se utilizó como moneda de cambio”. Además, Mutur Beltz invitó a Lala de Dios, “una destacada docente, escritora, comisaria y gestora cultural especializada en arte textil y Ramón Cobo, “representante de la cuarta generación de una empresa familiar dedicada a los procesos industriales de la lana”.
Un libro y dos exposiciones
El fruto de su convivencia llegará, un año más, con una publicación “tanto digital como impresa, que recogerá imágenes y reflexiones derivadas de nuestra convivencia y puesta en común” y dos exposiciones: una, “en el ámbito rural y local, en la kultur etxea de Karrantza y otra en Bulegoa, un espacio de arte y conocimiento ubicado en Bilbao”.
Ya está disponible el libro de la residencia artística de 2022. La iniciativa “surge para alinearse con la idea del buen vivir partiendo de la importancia de la preservación de la oveja carranzana, ofreciendo un espacio de reflexión, creación y producción”, describió Blanca de la Torre, una de las participantes del año pasado. Amets Ladislao, con raíces familiares en Karrantza, aportó su visión sobre Etxalde, “un movimiento nacional de Euskal Herria compuesto por los sindicatos Ehne Bizkaia y ELB de Iparralde unido a una producción “sostenible y duradera”. Sonia Navarro construyó su obra “después de hablar con los pastores y pastoras de Karrantza para intentar comprender los movimientos del ganado”. Natacha Sansoz creó una txapela gigante. “Txapeldun significa el o la que lleva txapela, signo de distinción y quien gana”, recordó. Por último, Mikel Erkiaga descubrió en Karrantza “obreros del campo que dividen su tiempo como piezas de un puzle, la punta del iceberg de una red de cuidados en la que los animales son familia y, esas familias que conforman una comunidad, resisten”. Como la creciente familia de Mutur Beltz .