Desde el mirador del parketxea de Armañon, los caseríos se esbozan apenas como diminutos puntos. Allí, durante una visita a la cueva de Pozalagua, Javier Díez Carmona clavó su mirada en uno de Lanzasaguas y le asaltó una pregunta: “¿cómo se sentirá una mujer por la noche, escuchando todo tipo de ruidos?” A partir de ahí, y con Karrantza y otras localizaciones de la comarca, desarrolló Solas, el segundo libro protagonizado por el enigmático Osmany Arechabala, cubano de raíces encartadas. Si el anterior, Justicia, denunció reflexionó sobre “por qué no se generó una respuesta más visceral a la crisis económica y la pérdida de derechos” que acarreó, aquí mete el dedo en llaga del “machismo de baja intensidad”, ese que cuestiona: “¿y no te da miedo vivir sola, viajar sola de mochilera, volver sola a casa por la noche…?”

Dos meses después del final de Justicia, la llamada de un amigo cuya hija desaparece en Enkarterri mueve a Osmany a la acción. A medida que desenreda la madeja, su historia se entrelaza con la de Agurtzane Loizaga. Reputada catedrática de universidad, tras romper su matrimonio con un compañero, se enamora de una de sus alumnas varios años menor que ella. Ambas se trasladan a vivir a un caserío en medio del bosque en el alto de La Escrita. De repente, la joven se esfuma y “Agurtzane comienza a buscarla”. En la investigación se involucran dos agentes de la Ertzaintza. La suboficial Nekane Gordobil atraviesa un momento delicado en la convivencia con su rebelde hija adolescente. María Rutherford, alias Rutte se topa con el caso por casualidad, en una visita del protagonista a Balmaseda.

“En el libro subyace la crítica al empeño de proteger a las mujeres quitándoles libertad”

Javier Díez Carmona - Escritor

La novela se enmarca “entre enero y febrero de 2015”, intentando guardar fidelidad a los detalles del contexto en aquella época. “Llovió mucho”, tanto que el 30 de enero las peores inundaciones en décadas desbordaron Zalla. “Nevó, granizó, había frío y hielo” con una climatología en la que se refleja la búsqueda a contrarreloj de un depredador obsesionado con las mujeres vulnerables. Residente en Balmaseda desde hace años, ha plasmado lugares que no guardan del todo relación con los hechos fuera de las páginas del libro. Así, en la ficción en el palacio Horcasitas vive una acaudalada familia, mientras que en realidad la antigua aduana es un edificio público abierto a eventos y exposiciones.

Javier Díez Carmona ha ganado premios literarios de relatos cortos. “Me he fogueado con esos textos en los que hay que concentrar lo que sucede en seis u ocho páginas con un estilo depurado”, explica. La trama nació con ese formato “con idea de presentarlo a un concurso” hasta que “empezó a asaltarme por las noches y crecer en mí”. Sin un rumbo preestablecido, en el que ha variado ligeramente su forma de contar las cosas, ya que, de lo contrario, “te arriesgas a matar de aburrimiento al lector”. 

Cuando se sienta en el ordenador “ignoro hacia dónde voy, no sé escribir de acuerdo a un esquema”. Por eso, “el borrador me sale caótico y lo reviso cinco o seis veces”. Del primer repaso “surgieron dos personajes más” que integró en el texto definitivo. En Solas subyace la crítica al “empeño de proteger a las mujeres quitando libertades: para que no te pase anda, vuelve pronto por la noche, viaja con un hombre o en grupo, etc.”

Enrolado en la editorial Grijalbo, compagina la literatura con su trabajo en el sector bancario. Disfruta de “un buen horario, pero también tengo una hija” y otras ocupaciones, así que intenta “establecer la rutina de escribir al menos media hora al día”. Las novelas “me van absorbiendo conforme avanzo y poco a poco le voy robando tiempo al sueño”. Ya está inmerso en ese proceso en un tercer libro con Osmany Arechabala al frente en el que “llevo de vuelta el argumento a Bilbao”. Incluso le han pedido una precuela que narre la apasionante vida del cubano de la que desliza algunos trazos sobre sus andanzas militares. Aunque ya ha recreado con éxito Nicaragua, no se lo ha planteado aún. Ahora mismo Justicia y Solas están accesibles, tanto en formato virtual como en librerías. “Si una lectora va a la playa, lo lee y siente el sirimiri y el frío, habré cumplido mi objetivo”, concluye.