Se han forjado su propio camino, muchas veces derribando no ya techos de cristal, sino de hormigón, de esos que ni siquiera dejan ver qué hay más allá. Las más jóvenes se sienten una más de sus equipos y no han tenido que sufrir miradas de desconfianza al ponerse al cargo. De forma incipiente, sí, pero algo está cambiando. Con motivo del 8 de Marzo, se sientan en una misma mesa Marta Martín, la primera directora de DEIA en 45 años; Itziar Idarraga, socia y directora de las Unidades de Negocio de Lin3s; Libe de las Fuentes, fundadora y directora de Hedapen Global Services, y Sara Mauleón, CEO y fundadora de Shyncrica, para aportar su punto de vista sobre una realidad cada vez más común, aunque todavía baja.

Existe un techo de cristal que, pese a dejar ver que ciertos cargos de responsabilidad están ahí, no permite llegar a muchas mujeres a ellos.

Marta Martín: En toda mi carrera profesional nunca me había planteado ser directora; no era consciente ni de que había un techo de cristal, era un cargo que siempre ha estado reservado a hombres.

Itziar Idarraga: En la empresa en la que estoy ahora yo no vivo eso; somos 50% hombres y 50% mujeres. Pero en experiencias anteriores, en sectores más masculinizados y tradicionales, sí que las he vivido. Probablemente era más joven y no lo veía tanto pero cuando pasa el tiempo te das cuenta.

Sara Mauleón: He empezado a trabajar en ese momento de transición en el que empezábamos a ver más mujeres en puestos de liderazgo; no lo he vivido pero sí me he encontrado mujeres que se han topado con ese techo de cristal.

Libe de las Fuentes: En mi primera fase laboral fui investigadora en un centro tecnológico durante 15 años, por cuenta ajena; ibas subiendo, tenías más responsabilidades y normalmente llegábamos a puestos intermedios. Los puestos golosos, de innovación, tecnología o gerencia, eran de hombres y los de mujeres eran recursos humanos, marketing... Y estaba mal visto pedirte una reducción de jornada. Hace 15 años monté mi empresa. Como emprendedora, ahora no vivo esa cortapisa; el límite te lo pones tú.

S. M.: Eso es; arrancar negocios nosotras mismas nos ha permitido decidir dónde está nuestro propio límite.

M. M.: Yo tenía un techo de hormigón, era un puesto que ni se pensaba para nosotras. Es interesante que, generaciones después, haya un cambio.

¿Los suyos son sectores masculinizados?

S. M.: Hay un dato que me marcó muchísimo: hay más cada vez más mujeres en el mundo audiovisual pero los presupuestos con los que trabajan o sus proyectos, en comparativa, son mucho más bajos. Ya no estará ese techo de cristal como tal pero sí sus reminiscencias.

L. F.: Completamente de acuerdo. Trabajo en el sector de la traducción pero ligada a la ciencia y a la tecnología; tengo buenos clientes pero en el mundo de las licitaciones normalmente soy de las pocas chicas que está al frente de empresas que licitan.

M. M.: Las secciones está muy marcadas: Deportes siempre ha estado copado por hombres; Cultura, mujeres; Economía, hombres; Política, hombres... La sala de prensa del Parlamento vasco, donde fui corresponsal mucho años, está muy feminizada. El trabajo de calle, el chiquiteo, es nuestro pero el gran titular, el que te lleva a tener repercusión, ese siempre ha sido un ámbito muy masculino.

¿Por qué creen que hay todavía menos mujeres en puestos directivos?

I. I.: A mí me ilusiona mucho ese cambio que vivimos. Se centra en que, históricamente, las mujeres se han encargado más de los cuidados y eso no los ha permitido decir más tiempo al ámbito profesional.

M. M.: La maternidad ha pesado muchísimo; cuando eres madre, parece que ya te apartas del mercado, que no puedes ser responsable de algo.

L. F.: Ahora se supone que no porque ellos tienen también derecho al permiso. Al final, es equiparar la igualdad. Me da igual una que otro, porque los dos pueden coger ese permiso. Prima la valía,...

I. I.: ...el conocimiento técnico, la alineación con la propia empresa...

L. F: Eso es, el compromiso... Un montón de cosas.

¿Son compatibles la conciliación y los puestos de responsabilidad?

L. F.: Claro que sí pero tienes que hacer encaje de bolillos. Yo tengo tres hijos y con esas reticencias a las reducciones, con tener que viajar... Para mí el mayor drama era que la ayuda que tenía se fuera, se me derrumbaba todo, porque mi marido también viajaba.

M. M.: Yo tengo dos hijos de 9 y 6 años, niño y niña. Y es imprescindible parte del padre.

L. F.: Por supuesto.

M. M.: Tiene que asumir que accedes a un puesto ejecutivo que te va a sacar más horas de casa y que ese peso del cuidado va a recaer más en él. Yo sí tuve esa conversación con mi marido. Me dedico al trabajo, sin dramas, sabiendo que voy a estar más fuera, pero si la otra parte no es corresponsable, las mujeres no podemos acceder a puestos ejecutivos, no te da.

I. I.: Y la empresa también tiene que entender que hay una conciliación, que hay que buscar esa flexibilidad. Trabajar por objetivos y no tanto por estar, que cada uno pueda compatibilizar el trabajo con lo que tenga en casa, sean menores, personas mayores... Es fundamental que también que la empresa te dé esa flexibilidad, que te ayude cuando lo necesitas.

S. M.: Hace poco estuve con una compañera que se había hecho autónoma porque iba a ser madre y quería tener sus propios horarios. En la empresa en la que estaba lo tenía complicado y es el motivo por el que ha montado su propio negocio. Esa visibilización es muy reciente. Hace no mucho las mujeres tenían que pedir permiso a sus maridos para abrir una cuenta bancaria... Venimos de ahí y no ha pasado tanto tiempo, estamos todavía en esa transición.

M. M.: ¿Y esa imagen del hombre ejecutivo que llegaba a su casa y la mujer se encargaba de los niños para que no les molestaran? Tú llegas y les haces la cena, les acuestas, les lees un cuento... Eso también es un cambio, seguimos asumiendo que nuestros hijos nos necesitan y no les apartamos como antiguamente se hacía porque ‘aita llega cansado’.

Parece que la conciliación siempre se les presupone a las mujeres.

L. F.: Estaría bien preguntarles a ellos. Para nosotras es algo natural, intrínseco, conciliamos siempre, desde la prehistoria. Ellos salían a cazar, y ya; y ellas estaban en la cueva con el fuego, los niños, la comida...

M. M.: A mí me preguntan por qué no acompaño a mi hija al pediatra si está enferma y lo hace el padre.

L. F.: Sí, ¿eh? A mí nunca. Son prejuicios y estereotipos.

M. M.: Me molesta que no se presuponga en la otra parte. Somos capaces de dirigir un periódico o una empresa, y atender a nuestra familia. Pero los roles tienen que cambiar, volvemos a la corresponsabilidad.

I. I.: Así es, me parece un debate ya superado. Pero tenemos la responsabilidad de ver cómo están conciliando y cómo podemos facilitar esa conciliación, no tanto desde el prejuicio de que uno haga más y otro menos. Debemos tener esa mirada crítica.

S. M.: A mí me gusta asociar la conciliación no solo a maternidad; ¿tienes tiempo para ver a tu familia? ¿Para dedicarlo a un hobbie? ¿A ti? Eso también es conciliar: vivir, ver cuánto tiempo dedico a mis amigos o a mí misma. Y me gustaría que se nos fuera enseñando desde la educación, no verlo luego como algo negativo a lo que enfrentarse; es parte de la vida.

¿Las mujeres tienen una mirada diferente en este ámbito?

L. F.: La gente es gente, desde la directora hasta el último becario que acaba de entrar, y hay que ponerse en su piel. Necesito gente plena, comprometida, que se sienta bien, y que no estén quemados.

S. M.: Yo sí lo he percibido.

M. M.: En algunos momentos esa forma diferente de hacer las cosas se ve como un síntoma de debilidad. Frente al latiguero, yo genero buen rollo para que haya ganas de venir al trabajo y hacer las cosas.

L. F.: Hay de todo pero el liderazgo femenino tiene una empatía, una intuición diferente.

M. M.: Y funciona, parece.

I. I.: A mí me gusta investigar qué percepción tiene la gente de la palabra ‘jefe’ o ‘jefa’. Y siempre es negativa. Realmente, ¿te has planteado que puedes tener una jefa que te cuide, que valore tu trabajo, aunque sea súper exigente? Ese cambio de percepción todavía no lo he visto. Las empresas pueden tener objetivos muy exigente pero con un buen liderazgo que no tenga que ser un ‘poli malo’.

M. M.: Dirigir a un equipo de forma diferente no quiere decir que no tengas rigor y seas seria, y que tomes las decisiones que tienes que tomar.

¿Sienten que el equipo que dirigen les trata de una forma diferente?

I. I.: En la empresa en la que trabajo actualmente, no. He crecido con el equipo y soy una más: intento ofrecer transparencia y cercanía, y recibo lo mismo de vuelta.

M. M.: Estoy en fase de pruebas pero creo que genero sorpresa. No porque los anteriores directores de DEIA fueran malos, para nada, sino porque hago las cosas de otra forma.

L. F.: En mi anterior empresa yo dirigía un equipo de más de 20 personas y, cuando me nombraron directora intermedia, sé que a varios compañeros que llevaban el mismo tiempo que yo no les hizo gracia. De hecho, me puenteaban. Soy bastante dura y fuerte pero me pareció difícil, era como si pensaran ‘¿esta qué hace aquí y encima con una reducción de jornada?’. Cuando volví después de nacer mi tercera hija me la habían quitado y me pusieron una jornada completa. Me planté ante el gerente: ‘si me haces elegir me quedo con la reducción. Soy perfectamente válida para este puesto pero es mi decisión actual’.

M. M.: Yo favorezco que si alguien tiene que llevar a los niños al colegio entre más tarde y no llegue con el agua al cuello. Pero tampoco voy a controlar si se marcha más tarde; sé que estoy generando algo distinto.

L. F.: Confianza.

M. M.: Exacto. En periodismo una reducción de jornada es complicada porque información hay a todas horas, todos los días. En Álava teníamos un chico que tenía una reducción y trabajaba tres día a la semana; no creo que haya que cuestionarlo, está labrando el futuro para el resto.

I. I.: Un equipo se construye a largo plazo. Poder cumplir con otras cosas más allá del ámbito profesional hace que estés más a gusto; si no, al final acabas frustrado y es peor.

L. F.: Exactamente.

 ¿Creen que su ejemplo servirá para seguir abriendo camino?

L. F.: De eso se trata: de hacerlo tan normal, tan factible, tan real, que las que vengan detrás ni lo piensen. Hay que educar hacia abajo, sí, pero también hacia arriba, porque son los más prejuiciosos. Tampoco me siento un icono de nada; solo intento hacer las cosas lo mejor posible.

 ¿Van a celebrar el 8 de marzo?

M. M.: Igual no puedo salir a manifestarme pero siempre llevo algo morado. Lo único que me da miedo con el 8M es que se convierta, en lugar de un día reivindicativo de lucha feminista, en un día de lucha entre mujeres. Me parecería una pena.

L. F.: Estoy contigo; ahora que si va a ser fiesta, que si no... Ya le están poniendo unas etiquetas que lo debilitan, más que sumar.

S. M.: 2023 es para todos, la igualdad incluye también a los hombres. Tienen que ser partícipes y entenderlo. Me gustaría que fuera un día en el que también ellos trabajaran para mejorar la situación.

M. M.: Sin ellos no vamos a poder cambiar la cultura machista, se tienen que implicar. l