Hordas vikingas conquistaron el domingo la Cruz de Gorbea para cumplir con una tradición que se remonta a 1970: colocar allí un Belén montañero que llevó, por primera vez a la cima más alta que comparten Bizkaia y Araba, el relojero navarro afincado en Bilbao, Pablo Valencia. Una avanzadilla de los duros guerreros nórdicos tomaron, la noche del jueves, el refugio de Egiriñao, en terrenos del municipio arratiarra de Zeanuri, para tomar posiciones, descansar y preparar la ascensión. Ataviados y protegidos con sus inconfundibles cascos y robustos escudos, la aclimatación al terreno y a las inclemencias del tiempo se desarrolló sin problemas, y a las 10.30 horas de ayer domingo comenzó la ascensión de toda la tropa.

Y a las 12.00 horas, aún con algo de niebla en la cima, llegaron hasta la Cruz de Gorbea para dejar allí, a 1.482 metros de altitud, un humilde y sencillo portal de Belén que recibirá, durante las navidades, a quienes se animen a subir a uno de los lugares más emblemáticos para mendizales vizcainos y alaveses. Son ya 53 años manteniendo viva una costumbre con la que no han podido ni las inclemencias meteorológicas ni la pandemia del covid-19. Y es que, aunque Pablo Valencia, por problemas de salud, tuvo que renunciar muy pronto a su iniciativa de trasladar a Gorbeia un modesto misterio de figuras de procedencia polaca que le habían regalado, el testigo lo tomaron en 1974 el montañero bilbaino Txema Sainz-Ezkerra al que se unieron de inmediato su hermano Jesús Mari y un amigo, Javi Ezquerra.

Los vikingos llegaron a la cima con el pesebre en torno a las 12.00 horas. IÑAKI GARCÍA URIBE

En los últimos años, la jornada tiene, además, un aire lúdico y divertido, puesto que los integrantes del grupo de montañeros que se encarga de llevar el Portal de Belén hasta la Cruz de Gorbeia lo hacen disfrazados. Así, por la cumbre han pasado tiroleses, caballeros Templarios, una compañía de la legión romana o escoceses, y hace tres años, incluso, se conmemoró el 50 aniversario de la tradición con la representación de una divertida boda en las alturas.

Y, tal y como lo llevan haciendo durante más de cinco décadas, el pequeño pesebre pasará toda la Navidad en uno de los soportes de la Cruz de Gorbea para, tras la finalización de los festejos, ser recuperado por estos incombustibles montañeros y guardado en un buen lugar para que, en diciembre de 2023, pueda volver a ser protagonista de esta, sin duda, entrañable costumbre.