UN mercadillo agrario”, me decían unos. “El más grande de todos”, me decían otros. “Es la fecha favorita de los gernikarras”, sin duda alguna. La realidad pospandémica es un fenómeno interesante de observar, y se aplica en todos los grandes eventos que presencia el mundo, el Estado y, por supuesto, Gernika. El tradicional mercadillo de los lunes, se transformó ayer en el más grande acontecimiento de la localidad foral. Pero, no fue un Último Lunes de Octubre cualquiera, al contrario. Fue el primero después de dos años.

La emoción por tal evento impregnaba todas las callejuelas en donde productores y consumidores charlaban incesantemente sobre la verdura, el queso o el txakolí. Esta humilde periodista afirma con veracidad de hechos que ninguno de los productos nombrados decepciona, especialmente el último. En Gernika-Lumo se respiraba tradición por una fiesta que forma parte de la esencia de su pueblo, que los hace sentir orgullosos de su historia y de lo que nace y florece en sus tierras. Una, anteriormente ajena a este sentimiento, lo podía sentir desde el principio. Eso y empujones. Pero con 125.000 asistentes no esperaba menos. Claro que en ese momento no lo supe. Estaba embelesada viendo la frescura de las verduras y la manera tan singular en que se sirve la sidra. Nunca deja de entretener. Pero, en pro de la labor periodística, también observé detenidamente a los asistentes. Cómo reían, disfrutaban y se reunían. Todos con vaso en mano –rara vez de agua– y, mínimo, una pequeña bolsa con el tan preciado Idiazabal. Aunque me quedaría corta si dijera que fue lo único. Al final del día, todo el agro vasco estaba presente. Vegetales, frutas, queso, miel, txakolí, sidra, plantas e incluso, maquinaria agraria y artesanías. Había de todo.

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Comienza el Último Lunes de Gernika Imanol Fradua

Muchas personas del territorio histórico se desplazaron para el gran Último Lunes de Octubre. Los puestos estuvieron abarrotados. A mediodía, uno de mis amigos intentó comer un talo con chorizo, en orden de apaciguar el hambre que estaba comenzando a manifestarse. Pero fue, literalmente, una misión imposible. Como si fuera la hora pico en una gran urbe, el centro de Urdaibai estaba repleto. Los comerciantes estuvieron a pie de cañón vendiendo sus productos con una rapidez digna de admirar y, aún así, las filas destacaron por su longitud.

Miles de personas disfrutan del Último Lunes de Gernika

Miles de personas disfrutan del Último Lunes de Gernika Maider Goikoetxea

Este extenso mercadillo dio lugar a varias actividades, además de la venta. Música tradicional, bertsolaris, premios y la subasta del mejor medio queso. Fue un acontecimiento para públicos de todos los gustos. Lo primero que vi fue la maquinaria, era casi una calle completa. El primer testeo de la amplitud de lo que viene después, por así decirlo. Luego los estands con hortalizas. Sin esperar mucho, los puestos de sidras y txakoli y, justo a su lado, el de rosquillas. Quien haya dicho que de lo bueno poco, no había ido nunca a un Último Lunes.

Llenazo en el Último Lunes de Gernika

Llenazo en el Último Lunes de Gernika José Mari Martínez

Unos metros después se congregaban los artesanos. Estos gernikarras mostraban su talento en vivo y en directo. No solo venían con piezas ya previamente talladas, pulidas y esmaltadas, sino que algunas las realizaban al momento. La gente se quedaba fascinada, viendo con premura las delicadas piezas de joyería. Otros ya se encontraban en las esquinas del frontón, dándose una pausa del ajetreo. El clima acompañó buena parte del día, aunque en la tarde-noche la lluvia arreció con fuerza. Terminando la jornada me quedé, sin duda, con un buen sabor de boca. Y con la sensación de haber compartido una experiencia ancestral para el pueblo de Gernika.