Dos años después, los vecinos y vecinas de Mungia volvieron al pasado, a vestirse con ropajes de otros tiempos, realizando un colorido viaje en el tiempo con motivo del regreso de la festividad de Lore Jokoak tras la pandemia. Con un tiempo más fresco que en jornadas anteriores y con el sirimiri haciendo acto de presencia, la localidad se transformó en un gran escenario en el que los vecinos se convirtieron en actores por un día para representar la vendeja, es decir, cuando las aldeanas acarreaban diariamente la fruta y verdura a los mercados desde sus caseríos. Una actividad que se tiene muy presente en el municipio puesto que se repite cada viernes en el mercado baserritarra de Mungia.

“Hay que volver a las tradiciones para que el legado se pase de hijos a nietos”, apuntaron Rosa Maurika y Ana Iriondo, vecinas de Mungia, que ayer domingo se metieron en el papel de las vendejeras vendiendo sus productos en Foruen plaza. “Manejamos billetes de 100 pesetas, ¡qué tiempos aquellos! Luego con la llegada del euro todo cambió, con un billete de estos ya no llega ni para un café”, señalaron.

Quienes también se transformaron en vendejeras para representar la dureza de la vida del campo fueron las integrantes de la asociación de mujeres Diz-Diz. “Era una vida muy dura que implicaba trabajar día, tarde y noche los 365 días del año”, indicaron las mungiarras Nieves Amigó y Miren Bilbao.

Sobre esta línea, la jornada comenzó alrededor de las 11.00 horas con los preparativos de la vendeja a la entrada de Landetxo Goikoa. Media hora después comenzó el desfile popular que recorrió Lauaxeta, Errekatxu, Ibaibide y Alkartasuna hasta llegar a Foruen plaza. Al mediodía, junto a la iglesia el coro interpretó canciones en la plaza de Andra Mari, debido a la inestabilidad del tiempo. Además, allí se llevaron a cabo las representaciones de las escenas antiguas donde los asistentes pudieron disfrutar de las vendejeras, del puesto de rosquillas, la sopa de ajo e incluso conocer remedios mágicos y naturales, así como una exposición sobre cocina antigua. A escasos metros, mientras los mayores degustaban unos suculentos talos, los más pequeños se lo pasaron en grande en un taller para aprender a hacer esta receta tan ligada a los caseríos.

Posteriormente también se bailó la Barberu dantza, hubo sokatira y una sesión libre de bertsos. Como novedad en esta edición, en lugar de la tradicional comida popular se preparó una alubiada solidaria. De su elaboración se encargaron los integrantes de la cuadrilla Aibalaostia. A las ocho de la mañana comenzaron a preparar las alubias para tener todo dispuesto para dar de comer “a cerca de 500 personas”, según apuntaron.

Eskota

Al mismo tiempo, en la plaza Matxin, hubo una exposición fotográfica de las eskotas de Mungia, una tradición que “aún pervive en algunos barrios” de la localidad. Concretamente, el término eskota procede del germánico y hace referencia al tributo o impuesto costeado por todo un pueblo. Como se hacía por partes iguales, de ahí la expresión pagar a escote. “Seguramente de ahí viene la denominación de eskota a esta tradición, puesto que Atxuriko eskota, por ejemplo, era la cantidad que ponían los vecinos para la fiesta”, explicaron los responsables de la muestra. Así, para algunas personas el término eskota hace referencia a esa cantidad que se pagaba, para otras el carro en sí mismo o incluso todo el conjunto de romería y carro. Una tradición de la que se guarda documentación gráfica desde 1930, en referencia también “a la romería con el pellejo del vino”. Y es que mediante esta tradición, los vecinos del barrio adornan un carro con diversos motivos, como ramas, arbustos, hojas y, actualmente, con representaciones artísticas, y acuden en romería al centro del casco urbano acompañados de músicos. Un elemento característico era que en el carro se portaba un pellejo de vino para las fiestas o para invitar en su recorrido. Este vino era costeado por los vecinos.