Los montes de Enkarterri tan castigados estos días por los incendios forestales también conservan visibles huellas de su pasado minero. Galdames constituye uno de los ejemplos y sobre la transformación física, económica y social del municipio derivada de éste versó una de las salidas de las Jornadas Europeas del Patrimonio dentro del lema genérico de sostenibilidad y regeneración. El historiador Carlos Glaria y el geólogo y voluntario del Museo de la Minería del País Vasco Jesús Esteban sumergieron a los asistentes en un viaje sobre el impacto de la extracción de mineral que terminó localizando fósiles en los edificios emblemáticos de la plaza San Pedro.

Todo lo ocurrido se refleja de alguna forma en el patrimonio y la minería marcó Galdames en un momento muy concreto del boom del hierro. Esos recursos proporcionaron esperanza de futuro y subyacen tras las guerras y la codicia, los intentos de acaparar”, expresó Carlos Glaria. El inicio de la visita sobre un mapa de la zona desplegado en el centro de interpretación de la vía verde Montes de Hierro en la estación de La Aceña ofreció una perspectiva global sobre el área de influencia del mineral, ligado a la historia de Enkarterri desde hace siglos. De los Montes de Triano “se sacaba la vena, el mineral de hierro más puro, que se exportaba básicamente por mar”. Ya desde la Edad Media “se bajaba con carros de bueyes pasando por el castillo de Muñatones, que contaba con un pequeño puerto y una flota de barcos en un río que más tarde se desvió”.

En el siglo XIX “se liberalizó la explotación del mineral y surgieron las grandes compañías mineras”. Los cargaderos “se convirtieron en el final de líneas de ferrocarril” como la que hoy traza el itinerario de la vía verde en sus más de 42 kilómetros y en 1874 se abrió la primera mina de Galdames, junto con las que le siguieron “la principal fuente de riqueza de Bizkaia”. La actividad “se fue estirando hasta los años setenta”. Surgieron barrios nuevos y la población se multiplicó “hasta sobrepasar los 4.000 habitantes en el momento álgido, en 1910, mientras que ahora ronda los 800”.

Una clase trabajadora

Galdames disponía de “tres cotos” que “engarzaban también con la parte alta del valle de Somorrostro y Alén, en Sopuerta”. “¿Qué aportaban? Gente, que significa riqueza, una clase trabajadora que peleó por sus derechos y contribuyó al estado de bienestar y la modernización de Bizkaia, dio pie a una sociedad más igualitaria”.

Una vez clausurada su actividad, las minas “pueden aportarnos un conocimiento geológico”. Millones de años atrás se formó “el anticlinal de Bilbao, una deformación de las rocas que se rompieron y plegaron”. La ladera principal “la dibujan las calizas, como se puede apreciar en el Pico de la Cruz y la cima del Eretza”. En ellas “existen unas fracturas por las que circulan fluidos hidrotermales con metales y compuestos en disolución que precipitan a las fracturas; esta parte integraría los filones a explotar”. A veces se produce una reacción que provoca la sustitución de “grandes masas de caliza”, que “también reacciona con el agua de lluvia” y puede desembocar en la disolución de la roca para abrir “simas y cavidades” como las que abundan en Galdames, “el primer refugio para los neandertales, aquí tenemos el ejemplo de la cueva de Arenaza”.

El aspecto monumental del ayuntamiento pretende transmitir “el afán de grandeza” del progreso consecuencia de la minería. Al lado, domina la plaza la estatua de bronce de 1931 en homenaje a José María Martínez de las Rivas, fallecido en 1913. “Nacido en el barrio de Larrea, se formó en Madrid e Inglaterra”, contextualizó Carlos Glaria. En lo alto, sobresale la figura del naviero que “tuvo un periódico, intervino en política y destacó como uno de los impulsores del Banco Bilbao” descansando sobre un pilar soportado por cuatro paneles. Uno permanece sin labrar. En otro se representa “la botadura en los Astilleros del Nervión de uno de los acorazados hundidos durante la guerra de Cuba”. Benefactor de su municipio, “la traída de aguas significó su mayor legado en Galdames”.