No han parado de crecer durante las últimas décadas, pero sin tocarse. Y eso que ambos núcleos urbanos limitan allá por sus barrios altos. De hecho, han evolucionado casi a espaldas uno del otro. Las geografías urbanas de Bilbao y de Basauri son distintas, pero parecidas. La industria se encargó de modelar sus callejeros. El asfalto y las fábricas se comieron los espacios habitables y las zonas verdes en favor del crecimiento económico. Progreso lo llamaron. Eran otros tiempos. Y también ahora ambos municipios comparten otra visión; esta vez más enfocada hacia la generación de entornos habitables compactos y sostenibles.

Para ello ha sido necesario que las instituciones públicas recuperen terrenos y parcelas para proporcionarles nuevos usos, más acordes con el modus vivendi y el modus operandi contemporáneos. Esas dos localidades son ahora el espejo para otras administraciones locales gracias a dos proyectos constructivos que marcaron un antes y un después para su área de influencia: el de la calle Uribarri en Basauri y el de Mina del Morro en Bilbao. Los dos barrios son ya ejemplo de urbanismo y arquitectura, pero también de cohesión social.

De hecho, ese valor añadido que lucen estas dos promociones públicas de vivienda ha sido el ingrediente fundamental para que ambas se hayan colado en una exposición con otros casos de éxito desarrollados en ciudades europeas como Groningen (Holanda), Sevilla, Viena, Saintes (Francia) o Selb (Alemania). La muestra ha sido organizada por el Instituto de Arquitectura de Euskadi (IAE) en sus dependencias de Donostia y recoge en ocho paneles otras tantas tipologías de VPO que van más allá de las típicas soluciones habitacionales y convierten a la vivienda y al bloque en elementos de mejora directa en el entorno más cercano.

La manzana que se asoma al parque de Bizkotxalde llama la atención por su fisonomía.  |

La manzana que se asoma al parque de Bizkotxalde llama la atención por su fisonomía. | FOTO: MATOS-CASTILLO

Tal y como explicaban desde este organismo, las cambiantes realidades sociales y económicas de las últimas décadas también han tenido un impacto en un asunto tan estático como las edificaciones. La magnitud de la transformación ha sido tal que construir una vivienda ya no es solo levantar cuatro paredes y un tejado para ser habitada. “Es preciso pensar en colectivo, en convivencia y en desarrollos habitables y vivos que construyan ciudad”, aportaba el director del Instituto de Arquitectura de Euskadi, José Ángel Medina.

Dinamizar el entorno

Bizimoduak. Maneras europeas de vivir es el título de esta colección de ejemplos que, precisamente, han sabido responder a esa necesidad de construir barrio y ciudad y han ido más allá de aportar una solución habitacional pura y dura. “El objetivo de la exposición es mostrar la capacidad que tiene la vivienda pública de aportar nuevas virtudes a un barrio, de dinamizar el entorno, dar vida a la calle, construir redes internas, reutilizar estructuras urbanas…”, agregaron fuentes del Instituto de Arquitectura de Euskadi.

Para ello, han sido seleccionados ocho proyectos construidos en Europa que, más allá de lograr su función social han sabido sumar ese valor añadido al entorno donde fueron levantadas. En el caso de Basauri, por ejemplo, la ubicación de la parcela ya marcó de origen la construcción. La manzana en cuestión fue levantada en 1995 frente al parque Bizkotxalde, entre las calles Uribarri y Mojaparte donde ya existían bloques de viviendas y fue concebida por sus creadores –Matos y Castillo– como un “tránsito” entre ambos paisajes urbanos.

VPO en Cortes. El Gobierno vasco aceptaba recientemente la cesión gratuita de un solar por parte de Viviendas Municipales de Bilbao para construir una promoción de alquiler social en este terreno, ubicado en la calle Cortes de la capital. El solar tiene 608,55 metros cuadrados y ha sido cedido libre de cargas. El Ejecutivo vasco construirá en este terreno 23 viviendas. La cesión supone un paso más en el marco del convenio para promover un centenar de VPO en alquiler en Otxarkoaga, Bilbao La Vieja y Miribilla.

El resultado final fueron unos bloques blancos y rectangulares destinados a viviendas. “Estos cuerpos blancos están interrumpidos por la aparición en las esquinas de la manzana de grietas y elementos verticales y metálicos extraños al continuo blanco”, describieron en su día los arquitectos Beatriz Matos Castaño y Alberto Martínez Castillo. Cada una de las dos manzanas tiene 80 viviendas de protección oficial, locales y garajes. “El paso diagonal entre los dos accesos existentes en el patio de manzana hace que el edificio no suponga una barrera. Al contrario, el patio se convierte en espacio público”, apostillaron.

Son como una puerta que une el parque Bizkotxalde y el núcleo urbano. Tal y como recordaba Juan Ignacio Lasagabaster, director de Arquitectura y Vivienda del Gobierno vasco en aquellos primeros compases de los años noventa del siglo XX, “con gran satisfacción nos encontramos con la propuesta del equipo ganador que, aparte de su brillantez, conseguía ligar la calidad arquitectónica, la belleza y la propuesta tecnológica innovadora con la propuesta de un hábitat sugerente dentro de las estrictas normas de VPO que estaban en vigor”.

Y además, fue un punto de inflexión para posteriores iniciativas y planteamientos urbanísticos del Departamento de Vivienda. Y que el proyecto fuera el resultado de un concurso a nivel europeo también ayudó. Una de las manzanas fue construida por el propio Gobierno vasco y la otra salió a promoción concertada, llevándola a cabo un promotor privado que hizo también de constructor. “Este hecho derivó en dos realidades de obra totalmente distintas, aunque el resultado final de las mismas sea, aparentemente, el de que ambas son iguales”, expresaban desde el Instituto de Arquitectura de Euskadi.

El otro ejemplo seleccionado está localizado en Bilbao, en Mina del Morro, a medio camino entre el centro y las afueras. Se trata de cinco bloques de viviendas de protección social (70 en total) y un aparcamiento en la calle superior. La explicación técnica de la citada promoción viene a decir que se jugó con la orografía de la parcela para poder levantar un espectacular juego de volúmenes y formas, viviendas con mejor soleamiento, vistas, ventilación, accesibilidad… Y otro elemento importante que aporta ese valor añadido a la promoción de la capital vizcaina: los espacios comunitarios que se van generando en el zigzag que dibujan los edificios.

“De su cercanía con el núcleo histórico surgió la idea de crear edificios largos muy juntos entre sí. Arriba, torres no demasiado altas se funden con un paisaje fragmentado. En la base, edificios en escalera que descienden en zigzag hasta el límite del enclave. Los espacios de transición entre edificios son importantes: a medio camino entre tejido urbano denso y tejido residencial menos denso son, al mismo tiempo, ventana hacia el espacio abierto, calle peatonal, zona recreativa infantil y parque de madera inclinado”, reza la descripción oficial.

Este proyecto de Mina del Morro es un claro ejemplo de las capacidades reales de la arquitectura para adaptarse al terreno y condicionantes existentes y avanzar con nuevos modelos urbanos, estéticos, sostenibles y, al mismo tiempo, transformar el entorno, integrarlo en el callejero municipal. Una reinvención a escala de las ciudades y los grandes núcleos comandada por las promociones públicas de vivienda.