Comisario junto a Xabier Armendariz de la exposición Izaro: Historia y Naturaleza que se exhibe en el Arrantzaleen Museoa de Bermeo, Anton Erkoreka (Bermeo, 1950) es, sin duda alguna, la persona que más sabe sobre Izaro. Director del Museo Vasco de Historia de la Medicina (UPV/EHU), médico e investigador, forma parte de los grupos Etniker Euskalerria creados por Jose Miguel de Barandiaran que han elaborado, en estos últimos cuarenta años, el Atlas Etnográfico de Vasconia. En el atlas se recogen datos de 80 localidades de Iparralde, Nafarroa, Araba, Gipuzkoa y Bizkaia, habiéndose encargado de recoger los datos etnográficos de Bermeo que también ha publicado en cinco libros dedicados a la etnografía de la villa, la medicina popular, las leyendas, San Juan de Gaztelugatxe e Izaro. Ha publicado multitud de artículos y libros sobre historia de las pandemias, etnografía, medicina e historia. De hecho, el año 2000 recogió en el libro Izaro, historia y tradiciones todo lo referente al islote bermeotarra.

¿Puede resumir qué se va a encontrar quien visita la exposición ‘Izaro: Historia y Naturaleza’?

Va a poder conocer la isla desde sus diferentes vertientes. El visitante va a disponer de una panorámica total. Su devenir histórico, los hechos más importantes que han sucedido en los casi 300 años que ha sido habitada por los franciscanos. Ha sido visitada por reyes y reinas. Ha recibido multitud de limosnas y ofrendas. Sufrió un ataque corsario a finales del siglo XVI… A pesar de su novelesca historia consiguió reunir un impresionante patrimonio artístico que se dispersó a partir del abandono de la isla en el siglo XVIII pero que, después de un arduo trabajo, hemos conseguido reunir las piezas más interesantes para exponerlas en esta exposición. Y, cómo no, la isla también tiene su importante vertiente ecológica, porque Izaro es un paraíso natural. También se repasa la aportación de la isla a la cultura popular, en la literatura o incluso en la cinematografía con la conocida imagen de la distribuidora Izaro Films. Y por último, la gran fiesta de la Magdalena que todos los años se celebra con una espectacular gira marítima que, desde Bermeo se dirige a Izaro y tras lanzar una teja al mar, señalando que hasta allí llegan los goterones de la villa, recala en Elantxobe y Mundaka para volver al atardecer y continuar con la fiesta que es una de las mas bonitas de Euskal Herria. En realidad tiene aires de una fiesta medieval con elementos barrocos que algunos investigadores han equiparado a las elegantes bodas del mar venecianas. En esta exposición no nos hemos querido centrar solo en lo local, sino hacer una historia global para entender sus significados. Lo local y lo global siempre tienen que ir unidos.

¿Qué tiene Izaro, que pese a estar tan cerca de la bocana de Urdaibai, se nos hace tan lejana?

Izaro no es solo una roca en medio del mar, es mucho más que eso. Es la gran desconocida de Busturialdea y de la Reverva de la Bioesfera de Urdaibai. Es una joya ecológica. Que esté situada a la desembocadura de la ría de Mundaka-Gernika, recibiendo todos los nutrientes que arrastra, hace que sus fondos sean espectaculares, casi unos fondos tropicales. Y no solo el fondo, porque en la superficie de esta isla de 65.000 metros cuadrados en marea baja, se desarrolla una flora especial y esta habitada por muchas especies de aves. Y todo ello a pesar de haber sido habitada desde hace ahora 600 años, desde el año 1422, hasta que los frailes la abandonaron en 1719.

¿Quién puso el empeño en construir allí un convento? No parece la mejor de las ubicaciones...

En el siglo XV había dos ramas en la orden franciscana. Los claustrales que eran dueños de edificios, claustros y muchas propiedades, y que habían perdido el espíritu de pobreza del fundador de la orden, San Francisco. En el casco de Bermeo ya existía, desde el siglo anterior, un convento de claustrales que ha perdurado hasta nuestros días. Pero surgió una rama mas ascética que quería volver a la pobreza originaria de la orden, los “observantes”. Uno de sus miembros, fray Martín de Arteaga, que era de una de las familias más poderosas de la Bizkaia nuclear impulsó la fundación de un convento de eremitas en Izaro, logrando de las autoridades de Bermeo la cesión de la isla para fundar en ella. De esta manera, junto a fray Juan de Undabarrena, fray Lino de Albiz y fray Martín de Ercoreca fueron los primeros habitantes del convento, tomando posesión de la isla el 2 de mayo de 1422. Ahí empieza una heroica historia de 300 años en la que, en algunos momentos, llegó a haber hasta 20 frailes viviendo en la isla. La vida diaria en la isla tuvo que ser muy difícil, sobre todo en invierno con las tormentas que azotan nuestra costa.

¿Quiénes eran estos frailes?

Eran franciscanos eremitas, que rechazaban disponer de posesiones. En el caso de fray Martín de Arteaga, me gustaría recalcar que provenía de una familia muy importante de la comarca, tanto que él puso en pie el convento en Izaro y dos de sus hermanas hicieron lo propio con el convento de las clarisas en Gernika-Lumo, que aún continúa abierto. Son dos emplazamientos extraordinarios: uno en una isla y otro al lado de la Casa de Juntas y del Árbol de Gernika...

Esa historia de 300 años daría mucho que contar…

En este exposición hemos intentado narrar los hechos más destacados del convento, desde las visitas de los últimos reyes y reinas de Castilla hasta su casi destrucción a manos de corsarios hugonotes franceses que la dejaron en muy malas condiciones, debiendo de abandonarla en 1719. Me centraría en una por la que siento una especial devoción, Isabel la Católica. Ella viene a Bizkaia a jurar los fueros So el árbol de Gernika y luego se traslada a Bermeo. Se hospedó en la torre-palacio de los Arostegi y, tras volver a jurar los fueros en la iglesia de Santa Eufemia, tuvo especial empeño en visitar Izaro, aunque no fuera nada fácil: se montó en una pinaza, desembarcó en la isla, subió hasta la parte más alta, a 40 metros de altura, y rezó y comió con los frailes. Cuando se marchó, estaba tan emocionada que les regaló las joyas que portaba y les donó 16.434 maravedíes (hoy en día un maravedí vendría a ser un euro) y 36 fanegas de trigo anuales. A la vuelta, mandó construir una escaleras que pagó de su bolsillo. Tenía 250 escalones y todavía puede verse el principio de su estructura, de una preciosa piedra de sillería. Fue la visita más importante que tuvo la isla.

¿Y los Austrias?

No, los Austrias ya no pisaron la isla pero sí dieron importantes limosnas. Algunos personajes como Don Juan de Austria, después de ganar la batalla de Lepanto cortando el paso de los turcos al Mediterráneo Occidental, hizo donaciones a distintos santuarios y, entre ellos, envió 2.000 coronados de oro al convento de Izaro, una auténtica fortuna para la época.

Y claro, donde hay riquezas se corre el riesgo de sufrir saqueos y pillajes…

Una isla en medio del mar con semejantes limosnas. Todos esos presentes permitieron a los frailes hacer un edificio espléndido de 1.500 metros cuadrados y acumular muchas obras de arte. Muchas de estas obras las hemos podido recuperar para la exposición: imágenes de San Diego y San Antonio, una cruz procesional que ha estado expuesta en Euskal Museoa, el cuadro de la Magdalena, la tabla de la Virgen de Izaro…

¿Hubo algún ataque de corsarios al convento de Izaro?

En 1596, Francia y España estaban en guerra. Una flotilla corsaria francesa e inglesa atacó Bermeo, pero la villa estaba amurallada y no pudieron tomarla. Pero a la vuelta, una de estas embarcaciones puso sus miras en Izaro, desembarcaron y volaron casi todo el edificio. Destruyeron la iglesia, el refectorio, la cocina, las estancias de los frailes… Eran protestantes hugonotes franceses, que maltrataron a dos frailes y causaron daño a las imágenes de la iglesia.

¿Esto provoca el final del convento?

Como consecuencia de este desastre, los frailes empiezan a tener dificultades. Apenas reciben limosnas para recuperar lo perdido. De hecho, intentan desplazarse a la isla de San Nicolás en Lekeitio, pero la opción no fructifica. Intentan asentarse en Mundaka, pero las autoridades civiles y eclesiásticas no les aceptan y, al final, a principios del siglo XVIII, encuentran acomodo en Forua. Los trámites, en todo caso, no fueron fáciles. Tardaron ocho años en obtener todos los permisos, desde los locales hasta el del Papa que acabó autorizando el abandono del Izaro y la creación de un nuevo convento en Forua.

¿Es entonces cuando se pierden las obras de arte que había en Izaro?

Parte de ellas. Las que se han podido recuperar provienen de la parroquia de Elantxobe, que se funda a principios del siglo XVIII y de varios museos e instituciones. Los frailes cedieron algunas piezas a la nueva parroquia. La invasión francesa hizo que todavía se perdieran más piezas, y con la desamortización de Mendizabal todo el patrimonio se dispersó. Pero hemos podido recuperar y reunir, por primera vez en esta Exposición, parte de ella.

Izaro también tiene un hondo impacto en la cultura popular o las celebraciones.

La fiesta de la Magdalena, que une a Bermeo con Elantxobe y Mundaka, es un día para cumplir los ritos ancestrales: la corporación de Bermeo realiza todas las mañanas de cada 22 de julio un recorrido idéntico al que realizó Isabel la Católica en la villa antes de embarcarse a Izaro. Y sí quería insistir en que no hubo nunca ninguna regata entre Bermeo y Mundaka. No existió. Son invenciones sin más.

¿Resulta necesario conservar los pocos restos que quedan del convento de Izaro?

Bizkaia corre el riesgo de perder para siempre dos enclaves únicos de su historia: las ruinas del convento de Izaro y las del castillo de Zarragoitxi, que fue el alcázar de los señores de Bizkaia. No es posible reconstruirlos, pero al menos debemos consolidar sus ruinas, no dejar que caigan los últimos muros que se conservan. Es muy urgente hacerlo, si no corremos el riesgo de perderlos para siempre. l