CUANDO Eleuterio Goikoetxea construyó la pequeña, y a la vez más alta, ermita en Igiriñao, Gorbeia, no se podía imaginar que cien años después más de 200 personas se reunirían allí para asistir a un tradicional oficio religioso en su entorno. Al contrario que los últimas dos ediciones de la celebración, un tiempo seco y sin las restricciones de la pandemia permitieron y animaron ayer domingo a cientos de fieles y devotos a acercarse a las inmediaciones de la ermita, conocida como Nuestra Señora de las Nieves de Igiriñao, para celebrar la misa por el día de San Ignacio.

El buen tiempo animó la asistencia.

Los txistularis de Zeanuri y el coro de la parroquia pusieron música y voz a la misa en la campa, que dio inicio a las 12.00 horas con el himno a la Virgen de las Nieves, y que se cerró, como no podía ser de otro modo, con el himno al santo patrón de Bizkaia y Gipuzkoa. Y, durante su transcurso, hubo un recuerdo especial a pastores y mendizales. Como representantes de los primeros acudieron, con especial orgullo y satisfacción, Jon y Enrike Etxebarria. No era para menos, pues Izaro, la hija de Jon, y Ekhi, nieto de Enrike, participaron portando los símbolos de la dura vida de sus familias y en las oraciones, justo en un año en el que ambos han hecho su primera comunión. Y entre los mendizales se encontraban los familiares de Luziano Artetxe, vecino de la localidad Arratia de Artea, fallecido este mes de julio con 99 años, a quien se recordó con emoción. Nacido el mismo año de la construcción de la ermita, nunca faltó a esta cita hasta hace muy pocos años y ya por problemas de salud.

Y, aunque hay misas por San Ignacio en todos los puntos de Bizkaia, el atractivo y singularidad de Igiriñao hace que, como ocurrió ayer domingo, acudan a la cita vecinos del valle de Arratia, de Ugao, Orozko, Arrigorriaga, Galdakao, Durango, Bilbao… No faltó Eider Ajuriagerra, alcaldesa de Zeanuri, término municipal donde se asienta la ermita y que, a su finalización, ofreció a todos los presentes un barauskarri. Es decir, un aperitivo matutina a base de vino y galletas, que se tomaba antes del desayuno. También se encontraban allí las dos personas que posiblemente mejor y más conocen la historia de este mágico enclave: el investigador y etnógrafo Iñaki García Uribe y el zeanuritarra Jon Urutxurtu.

Mención aparte merecen los pastores que, en esta época, viven en las faldas del Gorbeia, acompañando y cuidando sus rebaños junto a sus fieles perros para proteger a sus animales de la amenaza del lobo, un depredador natural del que, al menos este año, parece que no hay señales aunque nunca hay que bajar la guardia.

Tras la celebración, los asistentes se acercaron hasta la entrada de la bella y querida ermita montañera, situada a casi 1.200 metros de altura en un roquero. Después del barauskarri, y bajo el acompañamiento musical del txistu y del triki, fue el momento de compartir charla sin prisas, de saludar a amistades o de recordar a los que faltan e, incluso, hubo quien aprovechó para preparar o preparar un nuevo reto montañero. Algunos grupos de personas se quedaron a comer bajo la sombra de los árboles, con alimentos traídos de casa, otros se acercaron al refugio de Arraba. Más suerte tuvo el párroco de Zeanuri, Jose Mari Kortazar, invitado a almorzar a la txabola del pastor Enrique, donde Josefina y toda su familia, se reúnen a modo de fin de fiesta. Este año coincide, además, que es el último que Kortazar preside esta misa montañera y pastoril, pues ha sido destinado como cura a Lea Artibai: “Voy de la zona más bonita de la montaña vizcaina a la zona más bonita de la costa vizcaina” manifestó.