Algo no funciona como debiera. Hace unos días fue el informe Foessa, más recientemente el balance de Cruz Roja en materia de atención social, casi a diario las plataformas ciudadanas salen a las calles pidiendo una solución para personas en situación irregular y hoy ha sido Cáritas Bizkaia quien ha vuelto a poner el acento en el desequilibrio que poco a poco está echando raíces en el Territorio. Cierto es que la pandemia no ha ayudado, han reconocido Carlos Bargos y Ana Sofi Telletxea, director y responsable del Observatorio de la realidad social de esta entidad, respectivamente.

Pero también lo es que el covid-19 ha impactado en mayor medida en los más vulnerables y se ha dejado sentir en otros colectivos sociales que anteriormente vivían ajenos a esa realidad. “Es necesario actualizar la imagen de la exclusión social”, ha acertado a decir Telletxea. La pobreza extrema y el sinhogarismo persisten. Pero es que los programas de atención social de Cáritas (230 en el conjunto de Bizkaia) también dan voz a esos mayores que viven en soledad, a niños y adolescentes que crecen en un entorno de vulnerabilidad, a jóvenes que buscan un lugar en la vida, a familias con hijos a su cargo y con empleos precarios, a personas extranjeras que no pierden la esperanza…

Muchos nombres y apellidos. Los que tienen las 12.569 personas que este pasado 2021 recurrieron a los distintos servicios asistenciales que Cáritas Bizkaia presta en todas y cada una de las comarcas. Una cifra alta y preocupante que, sin embargo, esconde otra más alarmante: el 32% (3.884 personas) lo hicieron por primera vez; y casi la mitad fueron mujeres. Una circunstancia que ya se arrastra y que ha sido inflada por la pandemia, cuyos ‘daños colaterales’ han sido más evidentes en determinados colectivos: mayores, inmigrantes, familias monomarentales…

Y otro apunte estadístico que refleja la transformación del rostro de la exclusión: seis de cada diez personas acompañadas por Cáritas Bizkaia a lo largo del pasado año fueron autóctonos o ciudadanos con sus papeles en regla; nada que ver pues con los mensajes acusadores y las etiquetas sociales que habitualmente nacen y se reproducen en determinados ambientes.

En este sentido, Bargos ha puesto el foco en las dinámicas sociales y en los modelos de vida que generan desigualdad social. Ha insistido el director de Cáritas Bizkaia en que este pasado, 2021 fue un año “difícil, especialmente para las personas que vivían en exclusión social y en situaciones precarias” a quienes la pandemia ha apretado y arrinconado un poquito más. No obstante, las consecuencias sociales y económicas derivadas de la crisis sanitaria del covid-19 se han dejado notar en otros perfiles. Porque como han ilustrado -y advertido- los responsables de esta organización, el ‘Titanic’ se hundió y se llevó por delante a viajeros de primera, de segunda y de tercera.

Las principales dificultades con las que se han encontrado las familias atendidas por Cáritas Bizkaia han sido el acceso y el mantenimiento de la vivienda, la falta de apoyo para los cuidados en el hogar, el acceso a un empleo de calidad y estable, la omnipresente brecha digital, y la soledad y aislamiento muchas veces sobrevenido. A estas dificultades, se suman las propias de procesos para la regularización administrativa que sufren las personas de origen extranjero, ha aportado Telletxea.

A pesar de este escenario repleto de trabas y de falta de oportunidades que dificultan el acceso a una vida digna, la responsable del Observatorio de la realidad social de la entidad ha querido destacar “el esfuerzo de las personas acompañadas por su activación, para salir adelante. Ocho de cada diez hace un enorme esfuerzo por mejorar en su proceso de inclusión”, ha concretado. En cualquier caso, ha incidido en que los resultados no siempre son los deseados. “Hay movimiento, pero no avance”, ha resumido Telletxea.

Por eso desde Cáritas Bizkaia dan tanta relevancia a actuar desde la base y a hacerlo desde el primer momento en que es detectado un indicio de ruptura comunitaria por alguna de las brechas que amenazan a la sociedad vizcaina en particular y a la vasca en general. Por ejemplo, se actúa para tratar de prevenir la transmisión de la pobreza y de la exclusión social en el seno de familias sacudidas ya por estos episodios. “Es clave el acompañamiento a la infancia y la juventud. La acción de Caritas llegó así a 2.928 menores (41% mujeres) y a 1.277 jóvenes (44% mujeres). Esto sitúa en un 35% el porcentaje de las personas acompañadas en 2021 que eran menores de 25 años (42% mujeres)”, ha detallado Ana Sofi Telletxea.

Y no fue el único dato en el que, una vez más, vuelve a aparecer el rostro femenino. La realidad de familias con menores encabezadas por mujeres está muy presente en los programas de atención de Cáritas Bizkaia. En el 2021, 5.906 personas acompañadas pertenecían a familias con menores, de las cuales, un 45% eran familias monoparentales principalmente encabezadas por una mujer. Además, fueron atendidas 1.313 personas sin hogar [exclusión severa], de las que un 13% fueron mujeres. La vulnerabilidad en forma de soledad también tiene muchos nombres de mujeres: se acompañó a 393 personas mayores (77% mujeres) y a 91 familiares cuidadores.

No termina ahí la labor desplegada por Cáritas Bizkaia. Tal y como ha apuntado Telletxea, durante 2021 se prestó acompañamiento en el acceso a un empleo digno a 2.367 personas (65% mujeres). Un total de 1.507 personas fueron atendidas en los servicios de intermediación laboral (73% mujeres) y 322 personas las que lograron insertarse laboralmente en el mercado de trabajo (67% mujeres). Además, 156 jóvenes en situación de vulnerabilidad social y riesgo de exclusión fueron acompañados (15% mujeres) en servicios de alojamiento, centros diurnos, proyectos de ocio inclusivo y activación para el empleo. Y 700 menores recibieron apoyo socio-educativo (60% mujeres) para no quedarse atrás en el rendimiento escolar y 108 padres y madres fueron asesoradas para el desempeño de la tarea educativa con sus hijos e hijas (85% mujeres). Por último, en el programa ‘Hogares sin ingresos y en situación de pobreza’ fueron atendidas 5.625 personas de las que el 53% fueron mujeres.

Toda una enciclopedia de contrastes sociales, culturales y económicos recopilada por Cáritas Bizkaia en la que se confirma la presencia de cinco agentes desequilibrantes. El primero el salario: aumenta la diferencia entre las personas que más ingresos tienen y las que menos; luego estaría el tecnológico: la famosa brecha digital impide el acceso a oportunidades a buena parte de la población, no solo a las personas mayores, también a niños y jóvenes y personas migradas; también el género tiene mucha influencia en ese carrusel de desigualdades: la exclusión social tiene rostro femenino, en especial de mujeres solas con hijos e hijas a su cargo; otro de esos factores distorsionadores es la edad: la infancia y juventud corren riesgo de atravesar por situaciones muy vulnerables, heredadas en su mayoría; y el último es el de origen: seis de cada diez familias sustentadas por personas de origen extranjero están en situación de exclusión social.

Ante todo esto, tal y como ha expresado Carlos Bargos, es necesario “insistir en la mejora de las políticas de rentas básicas para poner freno al avance de la pobreza, especialmente de la más grave” y “poner atención al reto de la transmisión intergeneracional de la pobreza”. También enfocar el desarrollo tecnológico y la digitalización desde la clave de la igualdad de oportunidades y mejorar la calidad del mercado de trabajo. Y sobre todo, “avanzar hacia una sociedad con competencias y valores que permitan convivir en diversidad construyendo un proyecto común en medio de esta diversidad entendida como riqueza”. En definitiva, ha dicho, el bien común frente al interés general.