Una de las preguntas que se hacen muchas personas que quieren vivir en el casco antiguo de una ciudad o un pueblo es: ¿De qué se compone la estructura del edificio? La presencia de vigas y columnas de madera en los viejos bloques residenciales construidos antes de la llegada del hormigón, y que todavía siguen en pie, es algo que muchos futuros compradores temen. La propagación de las llamas en caso de un fuego en una vivienda colindante es mucho más rápida y el riesgo de que la estructura quede dañada irremediablemente siempre está presente.

El proceso industrial de creación de los paneles de CLT consigue eliminar estos miedos. Todos los exámenes y test realizados por el sector maderero, principal impulsor de este nuevo material constructivo, avalan el nivel ignífugo de las planchas contralaminadas incluso por encima del acero.

Capa de protección

Los estudios certifican que el fuego aumenta la temperatura superficial de la madera, que entra en un proceso de descomposición química llamado pirólisis. En él se desprenden vapores que comienzan a arder creando una capa carbonizada a su alrededor. Un grosor negro que actúa como barrera protectora del resto de la sección de madera, que queda intacta y mantiene sus propiedades físico-mecánicas de aguante conforme un tabique o un suelo. Algo parecido a lo que ocurre con el acero corten, un material especial que, tras quedarse a la intemperie, crea una superficie de óxido que le da una imagen característica (como la fachada que mira a la ría del Palacio Euskalduna) y que le proporciona una total protección de cara al futuro. Esto ocurre en caso de estar a la vista los CLT. Si los paneles de madera contralaminada conforman la estructura del edificio y se encapsulan y protegen mediante capas adicionales de otros materiales, la protección contra las llamas es mejor.

Lo más habitual en estos casos es la utilización de tableros de yeso laminado, de fibra yeso o derivados de la madera. Incluso se pueden aplicar pinturas intumescentes específicas para madera, que aportan una mayor resistencia al fuego dando más tiempo hasta que ocurra una posible situación de colapso estructural.