Iván Grande es el quinto director que tendrá La Palomadesde que se inauguró su nueva terminal hace dos décadas. Un tiempo de despegue continuo solo torpedeado por la crisis económica del 2008 y el coronavirus. Este ingeniero aeronáutico madrileño, responsable hasta abril del aeropuerto de Melilla, desgrana cómo se adapta a su nueva vida.

Su llegada fue una sorpresa.

—Para mí también, no creas. Al ser una cuestión personal la razón por la que lo dejó Cristina (su predecesora), nadie lo esperaba.

Ha desarrollado ocho años de gestión muy positivos.

—La verdad es que me ha dejado el listón muy alto, sí.

¿Le costó mucho aceptar?

—Es una decisión profesional pero también personal. Toda la familia nos teníamos que desplazar. Tras analizarlo, el reto era muy importante, es un aeropuerto de primer nivel que no se podía rechazar.

De dirigir el aeropuerto de Melilla a Bilbao. Un salto de gigante.

—Melilla es muy importante porque no deja de ser, junto con el puerto marítimo, el único modo de transporte para la ciudad. Pero es cierto que la dimensión de Bilbao, el enclave donde está situado y ser el aeropuerto más importante de la cornisa cantábrica, pesa.

¿Se ha adaptado bien a Bilbao y a este verano otoñal que tenemos?

—Nos han recibido muy bien, estamos muy contentos y desde luego un día más de sol no venía nada mal pero también es cierto que se duerme fantásticamente bien.

¿Su rincón especial del aeropuerto?

—Ver el frontal del pico de La Paloma desde la zona de Salidas. Es espectacular.