Cuando dentro de unos años Ugaitz pase por la plaza de Gurutzeta y pase junto al cerezo que se plantó el lunes, Día Internacional del Cáncer Infantil, quizá recuerde la batalla que a día de hoy está librando contra el cáncer. Lleva año y medio de los diez años que tiene intentando ganarle el pulso a la enfermedad y el lunes, junto a sus padres, puso parte de la tierra que alimenta ya a ese árbol que servirá para homenajear a los niños y niñas que no pudieron superar el cáncer y para recordar también a quienes superaron y superarán la enfermedad.

Porque la mayoría de las historias, concretamente el 80%, tienen un final feliz, mejor dicho, se convierten en un pasaje más -intenso y de los que dejan mucha huella- de unas vidas largas. “Queremos dar el mensaje de que todo pasa, que cuesta pasarlo, pero que hay esperanza y un bonito camino por recorrer. La mayoría de los casos tienen un buen final y siempre hay que mantener la esperanza, es a lo que hay que agarrarse siempre”, explicó Ana Salvarrey, madre de Ugaitz. A ella hace año y medio, cuando a su hijo le diagnosticaron la enfermedad, le cambió la vida. “Es un momento muy duro, te entras muchas dudas... Pero tienes claro que hay que seguir adelante”, indicó Ana, una de las madres -y también padres- que forman parte de Aspanovas. Una parte de ese proceso que viven los niños y niñas se da en Barakaldo, más concretamente en el Hospital de Cruces. “Para nosotros este acto es muy especial y estamos orgullosos del Hospital de Cruces. Hablar del centro es hablar de salud y también de historias de superación. Aspanovas es todo un ejemplo de superación, de lucha, de solidaridad y de vida y este árbol que se podrá ver desde la ventana del hospital, simboliza todo eso”, explicó Amaia del Campo, alcaldesa de Barakaldo. Precisamente, en la planta de oncología infantil, lleva trabajando tres décadas Itziar Astigarraga, la actual jefa de la Unidad de Oncología Infantil y Pediatría del Hospital de Cruces. “Después de más de 30 años dedicada al cáncer infantil creo que este árbol simboliza vida porque, afortunadamente, es lo que les espera a la mayoría de los niños que pasen por la enfermedad, y para mí también simboliza raíces y recuerdo a aquellas personas que no han podido florecer ni desarrollarse”, resumió Astigarraga.

El acto estuvo amenizado por el payaso Porrotx quien cantó una canción para, como es costumbre, animar a quienes le rodean y sacar una sonrisa. La mascarilla hacía que no se pudiese ver su nariz roja, pero su buen humor, visión positiva y solidaridad quedaron, una vez más, muy patentes. “Estos niños son un ejemplo de humor y hemos aprendido muchísimo de ellos. Nosotros tenemos el humor por oficio y vocación, pero con ellos hemos aprendido que el humor es una actitud ante la vida. Una actitud basada en la solidaridad en la convivencia... Debemos a estos niños haber aprendido todo eso”, reconoció Porrotx. A lo largo de su trayectoria ha hecho sonreír a muchos niños en muchísimos escenarios, pero para él, sin duda, uno de los lugares más especiales es la unidad de Oncología Infantil del Hospital de Cruces. “En su día llenamos el BEC e hicimos un espectáculo ante 13.500 personas, pero para mi es más importante y más especial el hacer una pequeña actuación con estos niños y niñas en una sala pequeña. Nos ha tocado estar con quienes salen de la enfermedad y también con los que se nos han ido y eso es alguno que jamás olvidaré”, reconoció Porrotx, quien ayudó a plantar ese cerezo que simbolizará la lucha de los niños contra el cáncer.