Las nuevas medidas adoptadas para frenar la expansión de los contagios por covid-19 afectarán de lleno al día a día de Amorebieta-Etxano. Y es que se trata del único municipio de Durangaldea que, superando la tasa de incidencia en más de 500 por cada 100.000 habitantes, deberá cerrar la hostelería y someterse al confinamiento perimetral municipal. La resolución del Gobierno vasco cayó por sorpresa, aunque para la mayoría era algo de esperar. “Lo veo bien y tenían que haberlo hecho antes. Si no sabemos hacer las cosas bien, es lo que hay”, explicó María, jubilada zornotzarra, mientras paseaba junto al Ayuntamiento.

Poco después de conocerse las nuevas medidas y los últimos datos en cuanto a la evolución de la pandemia, la opinión de los zornotzarras no se hizo esperar. Sobre todo la de la hostelería local, obligada a bajar la persiana. Ahora deberán esperar a los datos del jueves para comprobar si el municipio sale de la zona roja y los establecimientos pueden recuperar de nuevo la actividad. “Para nosotros, tener que cerrar es una auténtica faena. Que la condiciones para trabajar dependan de un número de contagios no me parece justo y menos cuando hemos estado tres días sin conocer cómo evoluciona la tasa de positivos. Con la tendencia que lleva Amorebieta, dudo mucho que el viernes podamos abrir. Lo peor de todo esto es vivir con la incertidumbre de no saber si vas a poder trabajar y lo complicado que es poder organizar en condiciones el tema de los pedidos y la gestión general del negocio”, lamentó Argoitz Argote, hostelero zornotzarra.

En esta línea se mostró también Carlos Beci. Responsable de un negocio desde hace poco más de un año, criticó duramente las decisiones tomadas contra el sector. “Me parece muy injusto porque han cogido a la hostelería como cabeza de turco. Nos están masacrando vivos y esto es terrible. Llevo un año aquí y lamentablemente he estado más tiempo cerrado que abierto. Además, me siento esclavizado y todavía estamos esperando a las ayudas. Es curioso ver la permisividad de las medidas y restricciones en verano, con todo el mundo disfrutando de sus vacaciones, y ahora se ponen severos con los de siempre”, valoró resignado.

La sensación de impotencia era palpable entre los hosteleros zornotzarras en la tarde del lunes. Y es que el hecho de volver a cerrar sus negocios con la incertidumbre de no saber cuándo volverán a abrirlos, les deja a la deriva. “Las concentraciones que se ven en los centros comerciales y en el metro no tienen nombre. ¿Allí no se producen contagios? Parece que todo el mundo se contagia en los bares y lo más fácil es cerrarnos los negocios. Tengo la sensación de que las contradicciones son continuas desde que comenzaron a ordenar restricciones”, explicó enfadado Joseba Aresti, propietario de un céntrico bar.