Madrugada del 30 de julio, víspera de festivo, 27 grados en la calle y un gin-tonic en Pozas. A falta de casa de veraneo en la costa o furgo campetizada, este plan prometía hasta que el camarero del Oker, muy amablemente, apremia a la clientela para que apure las copas porque tienen que cerrar. “¿Pero si es la una y media?”, dice sorprendida una joven vestida para su noche de chicas previa al éxodo vacacional.

Con resignación, el camarero explica que “son los nuevos horarios covid”, mientras se encoge de hombros. Y con idéntica resignación, los clientes desalojan un local que a esa misma hora, pero en otras circunstancias, coge temperatura para una larga noche de bailoteo. En cambio la noche fue corta, muy corta.

Es el primer fin de semana con la orden que limita el ocio nocturno en Euskadi en vigor para prevenir los contagios y que establece el cierre de todos los locales a la 1.30, así como la prohibición de beber en la calle a partir de las 00.00, solo en terraza. Sea por la nueva normativa, por las fechas o por la falta de turismo, el caso es que ayer Bilbao estaba muerto, al menos, lánguido.

El recorrido comienza a las 12.08 horas en La Muga del Casco Viejo, cuando la camarera nos pide que entremos dentro del bar para acabar la caña porque no se puede beber fuera. Veinte minutos después, la calle Ledesma está desierta, a excepción de varias cuadrillas divirtiéndose en las dos únicas terrazas abiertas. El triángulo mágico de las noches bilbainas -formado por el Azkena, Kafe Antzokia y Ambigú- está cerrado a cal y canto. A escasos metros, las discotecas de la calle Uribitarte estaban todas chapadas, itxita, closed, fermé. Enel caso del Back&Stage el cierre parece natural porque se detectaron varios positivos entre las personas que estuvieron en la sala el pasado 18 de julio.

Toca caminar hasta Licenciado Poza, son las 12.45 y el termómetro marca los 28 grados. Hay sed y afortunadamente en la legendaria calle de marcha aún hay algunos locales abiertos. Ni rastro de las aglomeraciones sin mascarilla que tanto alarmaron al principio de la nuevanormalidad. No hay demasiada gente por la calle, no hay ambientillo, y aun así se agradece poder alargar un poquito la velada. La verdad es que la charla frente a un espirituoso “con mucho hielo, por favor” se ve interrumpida al poco por el aviso de cierre del local. Lástima. Es la 1.38 y otra vez en la calle, pero esta vez ya para casa porque los garitos heavys y punkitos de Iturribide, último refugio de la fauna más noctámbula de Bilbao, ya han echado la persiana. En fin, es lo que hay.

En el camino a casa hay otros grupos de gente haciendo lo propio. Unos iban con la mascarilla puesta; otros, con la nariz por fuera, y otros a pelo, sin guardar la distancia o directamente abrazados como koalas, lo cual hace cierto que tras dos cervezas la gente se relaja y se olvida la mascarilla. Alcohol más gente, igual a relajación, igual a rebrote. Y esta es, precisamente, la ecuación que se pretende evitar con las restricciones impuestas.

El que no está nada relajado es el sector de la hostelería, uno de los más afectados por la crisis sanitaria. “Las medidas restrictivas que se imponen obedecen a razones sanitarias pero complican aún más la situación en un año, en un verano, en el que no hay turismo, ni extranjeros de los que se nutre el sector”, afirma preocupado Héctor Sánchez, gerente de la Asociación de Hostelería de Bizkaia.

Los hosteleros vizcainos iniciaron ayer el reparto de 37.000 mascarillas gratuitas. Foto: Oskar M. Bernal

Ayudas públicas al sector

Según Sánchez, las limitaciones decretadas por el Gobierno vasco para que los contagios no se vayan de madre “desincentivan el consumo porque a todos nos gusta disfrutar del ocio como lo veníamos haciendo y el tema de la mascarilla y la obligatoriedad de mantener las distancias complica mucho las relaciones”. No obstante, añade, “tenemos la situación que tenemos y los ciudadanos tienen que ser conscientes de ello”.

A las medidas de higiene y la restricción de los aforos en bares y restaurantes se acaba de añadir la reducción del horario, lo cual impacta de lleno en pubs y discotecas. “Estas últimas restricciones afectan a los locales de ocio nocturno, con una afección máxima, porque al aforo o la prohibición de bailar consustancial a este tipo de negocio, se une ahora un recorte horario importante en el momento en el que empieza a funcionar la noche”, asegura.

Otro de los sectores damnificados por la reducción horaria es el especializado en bodas y banquetes, ya que “tener que cerrar a la 1.30 imposibilita la celebración de bodas o fiestas nocturnas porque es demasiado pronto y de normal estarían comenzando el baile”.

En este sentido, Sánchez dice que la situación es “muy complicada” y que han trasladado al Gobierno vasco su preocupación. “Ellos son conscientes de los problemas por los que atravesamos. Les hemos pedido, no un plan de rescate, pero sí ayudas concretas para un sector que da empleo a miles de personas, genera riqueza y dinamiza las ciudades. De lo contrario, una parte importante del sector sufrirá mucho y muchos estarían abocados al cierre”.