OLENTZERO o Reyes. Turrón duro o blando. Postal o WhatsApp. Las navidades son una pura elección, pero, a la hora de felicitar, el personal parece tenerlo claro. Aunque, según detallan en Correos, algunos días navideños han llegado a recoger en los buzones de Bizkaia más de 40.000 cartas, el triple de lo habitual, las felicitaciones digitales se reproducen por esporas, convirtiendo al envío de christmas de cartulina y sobre en una tradición que perdura gracias a "la población de más edad", a "las personas más formadas, que mantienen este detalle más amable que un terminal conectado a Internet", y a rara avis, como Iñaki González, que "ilustra hasta los posit" que pega por casa. "La felicitación tiene que ser individualizada, personalizada. Así demuestras que sientes algo hacia esa persona. Los correos masivos que se dispersan no me interesan lo más mínimo", afirma este profesor de Arte.

"La comunicación postal es más romántica"

Iñaki González se autodefine como "multimedia", pero, puestos a tener un detalle navideño, opta sin dudarlo por la carta manuscrita. "La comunicación postal me parece más romántica y, aunque llegue tarde, no deja de ser una sorpresa ahora que hemos perdido la capacidad de sorprendernos", reflexiona a los pies de un buzón, en el bilbaino barrio de Deusto. De hecho, ya ha enviado cuatro tarjetas navideñas y piensa mandar más por Año Nuevo. "Ahora he quedado con unos amigos y les llevo en un sobre unas felicitaciones con algún lápiz y otras cosillas", revela este donostiarra, camino del encuentro. Vamos, que le dedica su tiempo. "Me gusta. Creo que hay una artesanía oculta. Soy profesor de Arte", dice. Algo era ello. No en vano personaliza "cualquier detalle, regalo, etiquetas...". Hasta los carteles que deja por casa. La duda es si sus obras navideñas son correspondidas con el mismo afecto y dedicación. "En determinados círculos hemos conseguido que haya un cierto tráfico, muy escaso, y, por supuesto, de gente de 40 años para abajo, nada. He intentado que mi hijo haga algo parecido y se ríe de mí", confiesa.

"Desconcertado" porque ahora los sellos son adhesivos -"eso de la lengua y la esponja ya se ha perdido"-, Iñaki reitera que no hay WhatsApp que pueda sustituir el encanto de una postal. Por eso a veces ni se molesta en visionarlos. "Normalmente no hago ni caso, especialmente a los vídeos absurdos que sabes que han visto miles de personas. Acabo de recibir dos o tres y ni los he mirado. Son de grupos que te obligan a estar, gente del trabajo o más joven, que se los ha reenviado a cuarenta y tú eres uno de ellos".

"Mandé mis últimas postales con 14 o 15 años"

Minerva Lozano mandó sus "últimas postales con 14 o 15 años a familiares y a alguna amiga" y ya no ha vuelto a coger un boli para felicitar las fiestas. Desde que existen los smartphones, reconoce, tira de "reenviar". Y no es la única. "Si tengo cien contactos, igual he recibido 200 mensajes navideños como poco, porque luego cada uno reenvía bastantes más", asegura esta bilbaina. Y eso sin contar con la Nochevieja, donde fijo que le cae otro aluvión. A algunos contesta de forma personalizada. A otros, con un precocinado.

Para desearles lo mejor a los suyos, Minerva ha tenido el detalle de diseñar su propia felicitación digital con una foto que sacó ella misma y un texto sobreimpreso. "Ir a comprar una postal a una tienda también requiere su tiempo. Son cosas diferentes", comenta. Pese a que ella no sea de sobre y sello, admite que "le gusta" abrir el buzón y encontrarse una carta manuscrita. "Hace un par de años yo creo que me enviaron una postal", hace memoria. La cara de sorpresa debió de ser mayúscula. "Me hizo ilusión, la verdad".

"Algunos preguntan que quién es el remitente"

"Donde esté una postal que se quite el WhatsApp". Amaia Pérez, directora de la sucursal 2 de Correos en Deusto, habla de los christmas y las cartas manuscritas con el cariño de quien ha relamido un sobre, repartido felicitaciones como cartera y matasellado misivas en una oficina para enviar. Una intensa trayectoria de la que guarda entrañables recuerdos navideños. "En Bakio estuve seis años de cartera y tengo anécdotas muy buenas. Sobre todo, de gente que hacía amigos en el verano, les enviaban cartas e igual sabían sus nombres, pero no la dirección. Nosotros las dejábamos en una cajita, sobre todo, las de Navidad. Ya que tenían el detalle de enviarlas, al final investigaba y la verdad es que la gente se alegraba mucho, sobre todo en estos tiempos, en los que recibir una carta es un poco escaso", explica.

Convencida de que la supervivencia de la tradición epistolar depende de la educación que se les preste a los niños en las familias y los colegios, Amaia deja constancia de las lagunas que tienen las nuevas generaciones. "Si estás habituado a ver que en tu casa envían cartas, al final tú también lo haces por mucho que haya WhatsApp". Por contra, "algunos nos preguntan que quién es el remitente", cuenta apenada, sabedora de la emoción que emana de una carta que puedes "leer y releer".

En su época de reparto, atestigua, "en navidades aumentaba mucho la carta postal". El pasado día 21, que estuvo echando una mano en ventanilla, comprobó que la costumbre pervive. "Ese sábado hubo mucha admisión de postales: 150 nacionales y otras cincuenta internacionales, sobre todo a Reino Unido y Estados Unidos. La mayoría eran mayores de 50 años. Alguna amama vino a llevarse postales de Unicef, también vino una chica con treinta y pico cartas... Como hay mucha gente joven en Deusto que está de intercambio, igual han pasado por otros sitios y felicitan la Navidad a gente que han conocido", intuye.

Los mejores deseos para el nuevo año no solo viajan estampados en tinta sobre un papel. A veces se materializan en turrones, jamón serrano o chorizo envasados al vacío. "Tenemos unos sobres que están muy bien de precio para enviar hasta tres kilos a Estados Unidos y las amatxus preparan para sus hijos esas delicatessen", afirma. O sea, que el trasiego de tápers no entiende de fronteras. De hecho, en Correos tienen constancia de que una mujer llegó a enviar una vez una olla. Con un par. "Llamó a reclamaciones diciendo que no le había llegado el cocido a su hijo", cuentan.

Los obsequios y cartas a Olentzero y Reyes también pasan por sus oficinas. Desde "un carrito de juguete inmenso, que no se podía desmontar y tuvo que ser enviado dentro de la caja de uno de verdad" hasta una misiva en la que un niño pedía de regalo "una madre menos plasta".