El de Orduña es uno de los parques más antiguos de lo que antes se denominaban bomberos voluntarios. Su primera salida está registrada el 26 de junio de 1987 y consta como rutina, lo que significa que fue un desplazamiento de prevención. Pedro Pinedo fue uno de sus miembros desde aquellos inicios y, a día de hoy, todavía sigue prestando servicio en el antiguo matadero. “Acababa de llegar de la mili y tocaba, había que hacerlo. Siempre habíamos estado en grupos culturales o similares, y nos apuntamos varios de la cuadrilla”, rememora.

Las primeras gestiones para poner en marcha este parque entre el Ayuntamiento de Orduña y la Diputación se realizaron en 1986. Ese mismo año, con cargo al Plan Foral de Obras y Servicios, se acordó reconvertir el antiguo matadero, ejecutándose las obras a lo largo de 1987. El Consistorio realizó una convocatoria para captar voluntarios y así incluirlos en la convocatoria para el cursillo que se iba a impartir. Se recibieron 21 solicitudes, de los que fueron admitidos doce voluntarios. “El parque más cercano era Balmaseda, al principio, y luego Basauri, y tardaban bastante en llegar hasta aquí”, recuerda José Ángel Agirretxe, técnico del Ayuntamiento. Aunque la cifra de voluntarios ha ido oscilando a lo largo de los años, hoy en día la agrupación cuenta con nueve miembros. Por una parte, personas como Pedro, “con una gran experiencia”, y, por otra, jóvenes como Joseba Saratxaga, “con muchas ganas de aportar toda su fuerza y energía”. Este último entró hace cinco años, por aportar un granito de arena a su municipio. “Vivo al lado del parque, les he visto desde pequeño y siempre me ha gustado ayudar”, reconoce. Ninguno trabaja de forma profesional en ningún ámbito relacionado con las emergencias -Pedro lo hace en una carpintería- pero a todos les une su voluntad de ayudar a su municipio. “Es algo que te llena mucho”, reconoce Joseba. “Es un servicio muy bueno para el municipio y es importante que se siga manteniendo”, secunda Pedro.

Suelen quedar todos los sábados para revisar el material y dar una vuelta con el camión cisterna. A partir de ahí, en cualquier momento les puede sonar el móvil. “A mí me han llegado a llamar incluso estando de vacaciones en Bulgaria”, recuerda entre risas Pedro. No han sido pocas las veces que una llamada de madrugada les ha sacado de la cama o se han tenido que levantar de una comida familiar. El servicio de extinción les avisa de todos los incendios que ocurren en el municipio y, entre ellos, se organizan para ver quién puede acudir. Y, aunque no puede actuar atacando el fuego si ya está desarrollado, su trabajo es fundamental para controlarlo en una primera fase, informar de las dimensiones del suceso o preparar las vías de acceso para las dotaciones profesionales, un trabajo que puede parecer secundario pero que permite ganar unos minutos de oro en una incidencia.

A lo largo de estos más de treinta años, Pedro ha participado en prácticamente todos los incidentes importantes ocurridos en Orduña, desde incendios a inundaciones, nevadas o episodios de viento. Agirretxe destaca la importancia que tiene para el municipio estos voluntarios. “Está sobradamente demostrada su gran labor. Es clave contar con una dotación que pueda intervenir en primera instancia en los incendios que se puedan generar”, reconoce. “Además, al contar con un casco histórico como el que existe en nuestra ciudad, con muchas casas de madera, es fundamental contar con personas con la experiencia que tienen ellos. En algunos casos, su intervención ha evitado que el fuego se extendiera”. Tanto, que tienen previsto realizar en el futuro una campaña de captación de nuevos voluntarios.

Subrayan, asimismo, su dedicación personal. “Sería inviable si no se dispusiese de un grupo que desinteresadamente y de forma altruista dedica su tiempo en beneficio de la ciudadanía de Orduña. Son personas que quieren ayudar a su municipio”, subraya el técnico municipal, quien añade que algunos han recibido recientemente un reconocimiento por parte del Gobierno vasco por llevar en servicio más de 25 años.