Erandio - Sus manos están ahora engrasadas para ver si una Lambretta Lince 200 -fabricada en Amurrio- que lleva 20 años sin arrancar regresa a la vida. De momento, ha conseguido que el motor emita unos cuantos latidos. Esta moto es una de las muchas Lambrettas y Vespas que Mikel Bilbao arregla en su taller situado en el polígono Asua Berri de Erandio. Es territorio para los amantes de las dos ruedas de antaño, para los que han frenado para que no avancen los kilómetros del tiempo, para los que van por la carretera y no viajan con la tecnología. “Sobre todo, me dedico a motos muy antiguas, casi todas son de los años 60, aunque de vez en cuando vienen algunas más modernas, pero lo más habitual es que sean de entre los años 60 y 70. A veces tengo alguna BMW pero yo estoy especializado en Vespas y Lambrettas”, explica Mikel.
Se trata, por lo tanto, de “un taller para reparar, vender piezas y solucionar los problemas de estas motos”, incide su impulsor, que emprendió este camino y le dio al acelerador hace un año “porque la gente no tiene talleres a donde poder llevar este tipo de motos”. Y son muchas las Vespas y Lambrettas que circulan aún de una manera muy sentimental por distintos rincones. De hecho, a sus manos llegan encargos de varias partes del Estado. “El principal problema es el motor. Son motos que necesitan mucho mantenimiento y tienen muchas averías. Sobre todo, que me perdonen los amantes de las Lambrettas, pero, sobre todo, ellas. Pero hoy en día, hay piezas modernas para motores antiguos y con eso solucionas muchos problemas”, asegura Mikel, que tiene que “hacer labor de investigación para buscar piezas en Europa”. Alemania e Italia, en este sentido, son lugares propicios para localizar ese elemento clave. “Se puede conseguir todo y si no es exactamente igual, se adapta”, comenta este vecino de Algorta.
Él, por supuesto, cuenta con sus joyas mecánicas. “Tengo una Vespa 150 S de 1964, que la encontré en 2003 en un pajar de Cantabria. Y fue por casualidad porque vi una Vespa en la carretera, me paré, le pregunté al paisano y resultó que tenía varias en la cuadra. Le dije si las vendía y me contestó que sí. Yo iba con un monovolumen y me la llevé en el maletero. No me lo pensé”, retrocede Mikel. Con ella, que pilla 110 kilómetros por hora, ha llegado a recorrer “500 kilómetros en un fin de semana”. Otra niña bonita es una Lambretta 150 especial del año 66. “Es una maravilla. Es una preciosidad. Es una moto muy bien conservada. Tiene solo 10.000 kilómetros y algún día de estos verá la luz, la sacaré a la calle”, desvela. Pero lo suyo con las Vespas es pura pasión, porque “para empezar, es un diseño genial: las ruedas intercambiables, el chasis de una pieza, el motor es superaccesible, fácil de reparar... Me parece que el diseñador, en su día, estuvo muy acertado. ¡Un genio!”, destaca. “Luego, son preciosas, y también las Lambrettas, ¿eh? Y a mí me gusta, esto es algo muy personal, cuando cojo una moto de las antiguas, como esta -señala una de las que tiene para arreglar en el taller-, que es una Sprint del 66, con sus telarañas y con polvo. Lo primero que pienso es en la gente que la fabricó con los medios que había antes y, después, me vienen a la cabeza las personas que la han tenido y que la han usado para ir a trabajar, a estudiar, para ir con la novia... Ese encanto lo tienen impregnado. Me encanta”, reconoce Mikel.
Él, desde crío, ha visto motos en casa. Ahí empieza su historia: con su padre, que también tenía un taller -de todo tipo de motos, coches, bicis...-. Luego, Mikel formó parte de un grupo “que todavía medio existe: el Azkorri Scooter Club, y en su día hicimos muchas concentraciones y de mucho nivel”, evoca. Además, en la actualidad es uno de los veinte moteros de Made in Bilbao. “Todos tenemos Scooters antiguas de chapa y cambio manual”, indica Mikel, que realmente vive sobre dos ruedas.