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María Urquijo, la matriarca del caserío de Isasi

Urquijo se une al club de centenarias de Gordexola. Emprendedora, regentó un bar, trabajó como niñera y fue empleada de la extinta empresa local Garsa

María Urquijo, la matriarca del caserío de IsasiE. Castresana

Gordexola - El 4 de diciembre de 1918 el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, embarcaba rumbo a Francia para sellar el tratado de Versalles, que ponía fin a la Primera Guerra Mundial. Ese mismo día nacía en el barrio Isasi María Urquijo, que el martes se unió al club que con ella cuenta con tres centenarias, las vecinas más longevas de la localidad. Ha participado en un siglo de historia desde que Gordexola se convirtió en destino de los indianos, a la industria cárnica ya desaparecida, pero, además, luchó por su independencia como una mujer emprendedora que regentó un bar en Bilbao junto con una de sus hermanas.

María abrió los ojos por primera vez en un caserío frente a la ermita del barrio Isasi en el seno de una familia con seis hijos, “cinco de ellos, chicas”, recuerda mientras sostiene en el regazo una fotografía enmarcada de aquella casa. Una propiedad arrendada, así que hicieron las maletas cuando los dueños les comunicaron que albergaban otros planes para el lugar. En la escuela de la plaza de Molinar, aprendió una caligrafía perfecta y todavía se acuerda “de lo buena que era la maestra Doña Aurelia y lo bien que aproveché el tiempo que permanecí en clase”.

Apenas una adolescente, se puso a trabajar, de acuerdo a la norma que imperaba entonces en la mayoría de los hogares. Encontró empleo en la casa señorial que se encuentra al lado de esta misma plaza, que hoy acoge eventos, cuidando a las tres hijas de la familia propietaria. Las acompañaba en sus salidas y en las estancias de un mes en verano “para tomar las aguas en el balneario de Orduña”. La Guerra Civil interrumpió cinco años de institutriz. Los Urquijo “no pasaron” hambre “porque teníamos huerta”, pero no fueron ajenos al sufrimiento del conflicto.

Años más tarde, cuando muchos confiaban en que la victoria de los aliados extendiera la Segunda Guerra Mundial para desalojar al dictador Franco “yo lloraba al escuchar las conversaciones de la gente porque me asustaba la idea de pasar otra vez por una contienda así”. Esa opción no se materializó y María continuó con su vida algo más lejos de Gordexola. Durante los dos años en los que regentó un bar en la calle Sendeja de Bilbao con una de sus hermanas se mudó a la capital vizcaina. “Estaba muy lejos para ir y volver en el mismo día. No había coches y yo no solía moverme en bicicleta. A las romerías de Sodupe íbamos andando”, explica.

Después de traspasar el establecimiento regresó a Gordexola, a la fábrica de embutidos Garsa, cerrada en los años ochenta y que se asentaba en el actual polígono de Zubiete. “Venían autobuses con gente a trabajar de Artziniega, de Laudio, de Llanteno? Otros preferían acercarse en bicicleta”, detalla. Se le encomendó la labor de cachear a los trabajadores para cerciorarse de que no se llevaban a casa ni un gramo del género. María se encargaba de las trabajadoras y un hombre hacía lo propio con sus compañeros masculinos, respetando la puritana moral de entonces.

Cumplida la jubilación en Garsa se retiró al domicilio familiar, donde sigue arropada por su hermana de 95 años, sus sobrinos y los hijos de estos. Ella eligió la soltería. El 15 de diciembre celebrarán una gran comida con motivo de su 100 cumpleaños.

Cambios De los cambios sociales que ha presenciado destaca que “la tecnología facilita las cosas, las hace más cómodas”. La primera vez que encendió una radio “pensaba que un señor dentro accionaba los mecanismos para que se escuchara su voz” y una de las primeras televisiones en color de Gordexola llegó a su casa “gracias a que me tocó como premio en una rifa del mercado de La Ribera con el número 3.333”. Lo que se mantiene es la firme voluntad que la ayuda a seguir caminando incluso a su dormitorio escaleras arriba.