Faltan 465 años. Como mucho... o no. Es lo que tiene la probabilidad: es probable, pero no del todo fiable al 100%. Y por supuesto, lo mismo sucede con aquellos conceptos que se basan en esta disciplina matemática, como el periodo de retorno; es decir, aquel momento a partir del cual la probabilidad de que ocurra cierto evento es más que aceptable, aunque con total independencia de que acontezca antes o después. Según las estimaciones del Plan Hidrológico del Gobierno vasco, el periodo de retorno de unas lluvias como las de 1983 -que solo aquel 26 de de agosto alcanzaron las titánicas cifras de casi 600 litros por metro cuadrado según la estación meteorológica del aeropuerto de Bilbao- es de un máximo de cinco siglos, incrementándose de esta manera anualmente la probabilidad de que semejantes precipitaciones amenacen con provocar el caos y la destrucción de aquel Aste Nagusia de hace exactamente hoy 35 años. “Y no se puede evitar que llueva, ni mucho ni poco”, asegura, con seguridad y resignación a partes iguales, Pedro Anitua, director de Atención de Emergencias y Meteorología del Gobierno vasco. Sin embargo, una cosa es que caiga el cielo sobre Bilbao y otra muy distinta que en 35 años no hayamos reclutado a nuestro Atlas particular para sostenerlo. Y eso ha hecho el Gobierno vasco.

Un 25 de agosto de 1983, Anitua se encontraba trabajando en Emergencias. Unas fuertes lluvias ya empezaban a hacer sus estragos en Gipuzkoa y tras el aviso de su jefe, el director de Protección Civil del Gobierno vasco, cogió el equipo de agua y fue para allá. De lo que no eran conscientes es de que atrás dejaban una Bizkaia cuyos ríos se estaban desbordando por todos los lados. “No sabíamos qué estaba pasando y eso hoy no nos puede ocurrir”, promete Anitua.

A diferencia de hace 35 años, en la actualidad Euskalmet junto con otras instituciones suman 126 estaciones meteorológicas más un radar con control diez minutal, es decir, cada diez minutos reporta qué está pasando. Además, los ríos también están monitorizados con la misma periodicidad. Si a estos ojos que informan desde tierra de la situación del cielo y de las aguas se le añade el sistema SAT, la mente que modeliza las previsiones meteorológicas -“que han mejorado mucho, porque con 24 horas es casi imposible fallar”- y que, entre otros, prevé cómo va a afectar la lluvia a los ríos, Anitua asegura que el desconocimiento generalizado durante las inundaciones de 1983 es inconcebible a día de hoy. “No podemos evitar que un río se desborde, pero sí saber que ese río se va a desbordar”. Y esto lo cambia todo.

Para empezar, en un caso similar al de las precipitaciones de 1983 -es decir, no de una lluvia puntual que produce balsas en un sitio concreto, sino de tres días de diluvio sin precedentes-, se tendría conocimiento de las mismas al menos con 48 horas de antelación. Según el protocolo de Emergencias, se decretaría la alerta roja y las instituciones, además, activarían los planes de emergencia frente a inundaciones en este estado de alarma. Según se fuera acercando la fecha, se comprobarían los preparativos y una vez comenzasen las lluvias se monitorizarían las cantidades para, a partir de ahí, obtener las modelizaciones que señalarían qué ríos se desbordarían y por dónde.

Con esta información sobre la mesa, es entonces cuando los servicios de emergencia del Gobierno vasco -que según Anitua han mejorado mucho durante estos 35 años, tanto cuantitativa como cualitativamente- empezarían a ejecutar las medidas oportunas: evacuar la zona, sacar los vehículos, asegurar otros elementos susceptibles de ser arrastrados, etc. Todo ello, optimizando los recursos en los sitios concretos que van a ser severamente afectados. “El agua no sube de repente y, como tal, iríamos controlando esos puntos”, explica Anitua.

Además, a diferencia de aquel agosto de 1983, la población estaría avisada previamente y también se mantendría informada de la evolución de la situación a través de los nuevos dispositivos y herramientas de comunicación, como el correo electrónico o el teléfono móvil y sus aplicaciones (SMS, WhatsApp, etc.).

Pese a todo, Anitua asume que es muy difícil que se pudieran evitar los desbordamiento, ni siquiera teniendo en cuenta las obras que la Agencia Vasca del Agua (URA) ha estado llevando a cabo durante los últimos 35 años para ampliar el cauce de los ríos y eliminar obstáculos que impidan la bajada del agua. Entre ellas destacan la corta de la ría a la altura del barrio La Peña, un gran parapeto artificial producto del relleno del brazo de agua pegado a Ollargan y que supuso eliminar la última isla que quedaba en la ría, la de San Cristóbal, y la apertura del canal de Deusto, que al disponer de dos vías de agua mejora la hidraulicidad y previene inundaciones en la zona además de dar lugar a la isla de Bilbao, que será elevada mediante relleno un metro y medio para alejarse de las posibles subidas de la ría.

Pero ante unas precipitaciones de las dimensiones de hace 35 años, que supone el récord histórico en Euskadi con casi 600 litros por metro cuadrado en 24 horas, no hay río capaz de canalizar esa cantidad. “Gracias a las mejoras el agua alcanzaría alturas menores a las últimas inundaciones y es muy posible que aquellas zonas que tuvieron medio metro de inundación se evitaran, pero donde hubo dos y tres metros no”. Por eso, en lo que respecta a la ría de Bilbao, Anitua se muestra tajante: “Con casi total seguridad la ría se desbordaría”.

Ante esta previsión, Anitua asegura que las consecuencias, “aunque menores dentro de los grandes daños, seguirían siendo importantes”. Eso sí, opina que no habría víctimas mortales. “No puedo asegurar que no hubiera ninguna víctima en futuribles, pero entendemos que las cifras de 34 muertos y cinco desaparecidos serían infinitamente más bajas por no decir nulas”.

Haciendo balance de cómo vivió las inundaciones de 1983 y de cómo cree que serían en la actualidad, Anitua hace hincapié en que el conocimiento de la situación cambia radicalmente la previsión. “Fundamentalmente, iría mejor, porque en vez de irnos sorprendiendo por la violencia de la situación y tomar medidas a posteriori, sabríamos qué podría pasar y tomaríamos esas medidas previamente, reduciendo los daños”.

Ir por delante de la inundación en vez de por detrás, como ocurrió en 1983. Ese es el objetivo de la Dirección de Atención de Emergencias y Meteorología del Gobierno vasco. Las mejoras de los cauces de los ríos para minimizar las subidas del agua, las previsiones meteorológicas junto con los sistemas de modelización para optimizar los recursos y tomar medidas de prevención por delante del suceso, además de una sociedad permanente informada gracias a los nuevos dispositivos y herramientas de comunicación, son las claves para su director, Pedro Anitua. “El agua cuando viene, viene; no hay forma de pararla... pero podemos estar preparados”.

Los ojos, la mente, los brazos y la boca y oídos del titán vasco que vela, en este caso, por las inclemencias del cielo, está listo. Mientras tanto, como un recuerdo constante de lo que está por venir, el reloj no se para: 465 años; o lo que es lo mismo, 4.073.400 horas y contando.