Bakio - Su estrecha relación con el ámbito rural y la vida en el caserío se empezó a escribir a muy temprana edad. En Bakio, donde lleva más de tres décadas, al abrigo del caserío familiar adquirió sus primeras nociones de agricultura. Sin embargo, posteriormente, a Jon Ander Zalduegi su vida profesional le llevó por otros derroteros. Estudió Imagen y Sonido, trabajó en el extranjero durante un tiempo y después regresó para vivir en Bilbao. Hasta que en 2008 decidió dar un giro de 360 grados a su vida. “Tomé la decisión de que quería dedicarme a la agricultura”, recuerda con nostalgia.

Fue un salto al vacío. Una decisión arriesgada de la que ahora disfruta plenamente. “Estoy muy contento. Es un trabajo muy sacrificado pero me gusta. Sarna con gusto no pica”, señala. Antes de lanzarse a la piscina se formó en la escuela agraria de Derio y realizó múltiples cursos de profesionales independientes. Actualmente, además de su caserío bakiotarra Atxulo, ubicado tan cerca de la costa que el salitre casi puede regar sus cultivos, impulsó lo que en el deporte se denominaría como centro de alto rendimiento en los terrenos del antiguo baserri Jaureguizar. “Era un terreno que no tenía acceso rodado, ni luz ni agua. Tuve que empezar de cero y aposté por construir un invernadero de 2.000 metros cuadrados. Es muy espacioso y son unas instalaciones muy modernas, con control de temperatura”, indica. Allí dispone de múltiples cultivos -tomates, pimientos, acelgas, escarolas, etc.-. Además, su cabeza ya trabaja en futuros proyectos como el de impulsar un pequeño obrador para poder transformar los alimentos y embotarlos. La cuadratura del círculo. “Es un proyecto que haré poco a poco”, advierte con cautela.

De momento está centrado completamente en sus cultivos, una producción que requiere muchas horas de trabajo. “Necesitan mucha atención, no te puedes despistar”, señala. Y es que los agricultores dependen en gran medida del tiempo. “El aspecto climatológico interviene mucho en el resultado final”, reconoce. Así, los temporales y las bajas temperaturas son su enemigo número uno. “Ya puedes tener unos brócolis preciosos que cae una granizada y se va todo al traste”, lamenta.

Exponente de la agricultura ecológica, en todos sus cultivos utiliza técnicas tradicionales respetuosas con el medio ambiente y el sistema agro-ecológico asegura la fertilidad del suelo y la sostenibilidad. Además, forma parte de la cooperativa Ekorlegi, que cultiva en sus huertas e invernaderos productos típicos de la huerta vizcaina utilizando variedades locales y combinándolas con otros cultivos foráneos y exóticos.

“Formamos una red de cooperación entre productores y consumidores. Personas que tenemos explotaciones pequeñas y que formamos parte de un circuito corto de comercialización”, apunta. Así, semanalmente elabora cestas de consumo para clientes y mercados locales. “Trabajamos con clientes comprometidos y fieles”, señala. En este sentido, observa cada vez más una mayor sensibilización de las familias por saber el origen y la forma de cultivo de los productos que adquieren. Incluso anualmente organizan unas jornadas para visualizar este tipo de agricultura ecológica y su modo de vida.

37 tipos de tomate Entre sus cultivos dispone de una gran variedad de productos. “Tengo desde borraja, cardo, alcachofas, coliflores de colores, romanesco, coles de Bruselas rojas, etc.”. “También estamos en contacto con asociaciones de redes de semillas y hacemos intercambios”, añade. Asimismo, en verano apuesta claramente por el tomate. “Planto 37 variedades distintas: tomate plano de Erandio, de Deusto, negro, azul, amarillo, etc.”, destaca. Al mismo tiempo, a partir de Semana Santa suele estar presente en el mercado de Bakio y siempre acude a la llamada de las ferias más destacadas de Bizkaia. “Es un trabajo muy entretenido que me apasiona”, concluye.