Abadiño - Llegaron en 1969 a Urkiola después de haber estado en las misiones. Joseba, Luis y Manuel comenzaron una aventura hace 47 años con el objetivo de impulsar un espacio de naturaleza y paz enmarcado dentro del actual parque natural de Abadiño. Pero ahora esta aventura toca su fin. En enero, Joseba Legarza y Antonio Madinabeitia, los dos únicos curas que residen en la actualidad, abandonan Urkiola para vivir junto a otros compañeros en las residencias de Bilbao y Gasteiz. El año pasado, con 101 años, Bittor Garaigordobil abandonaba la que había sido su casa durante décadas; ahora son sus compañeros y casi hermanos quienes han decidido retirarse. “Aquí el invierno es muy duro. A partir de la semana que viene a las cinco es de noche”, dicen.

Detrás dejan casi medio siglo de trabajo, esfuerzo y dedicación hacía miles de hombres y mujeres que visitan Urkiola como un lugar de descanso y de rezo. “Cuando llegamos había muchas cosas por hacer. Trabajamos duro para construir nuestra casa, la iglesia y los alrededores. Había que hacer muchas cosas, eran otros tiempos”, recuerda el lekeitiarra Joseba Legarza.

Allí han convivido Bittor Garaigordobil, Joseba Legarza, Antonio Madinabeitia, Leandro, Luis Alberdi, Manuel Estomba, Peli Romarategi, Nati Salterain y Valen Pagonabarraga. Todos ellos han formado parte de una gran familia que durante muchos años han sido el corazón humano de Urkiola. “Los primeros en venir a vivir fuimos Manuel, Luis, Nati, Valen y yo. Nosotros conformamos la primera comunidad y cuando murió Manuel vinieron Antonio y Bittor. Algunos ya están en el cielo y otros estamos en el camino al cielo”, reflexionaba Joseba. “Esto hace 47 años estaba vacío. Urkiola estaba en manos del párroco de Otxandio y la Diócesis quería crear un equipo donde estuviéramos integradas personas de Bizkaia, Araba y Gipuzkoa, que habíamos estado en las misiones de África y América”, explica Legarza. “El Obispo consideró que Urkiola sería un buen púlpito para dar a conocer la labor de las misiones, para que el pueblo supiera lo que hacíamos y cómo se puede ayudar. Y con ese objetivo vinimos aquí”, explican.

Casi medio siglo después dejarán el que ha sido su hogar con mucha pena, aunque consideran que “la vida de los curas es así; durante la vida tenemos que despedirnos de muchas cosas y personas. Tenemos casi 85 años y hay que dar paso a otros curas. Nos vamos en buen momento. Yo marcharé a la residencia de Begoña, en Bilbao, y Antonio, a Gasteiz”, añaden.

Por su parte Antonio recuerda que en Urkiola ha tenido a su familia durante muchos años, después de estar como misionero durante tiempo. “Son muchos años, tenemos cada vez menos fuerzas y es hora de marcharnos”. Ellos recuerdan que cuando llegaron tenían varios trabajos que realizar, por un lado reconstruir el santuario, la casa cural y sobre todo cuidar el entorno.

Otra personas del equipo que también han colaborado mucho y que sus compañeros le definen como “artista” ha sido Peio Romarategi. El laico está a punto de cumplir 96 años y actualmente reside en Gasteiz, pero “ha llevado una vida como la nuestra y hay que poner en valor todo el trabajo que ha desarrollado. Aunque se define más como artesano que como artista, él ha llevado a cabo la renovación del santuario y él fue el artífice del mosaico que tanta gente viene actualmente a visitar. Tenemos que agradecerle todo lo que ha hecho por Urkiola. De vez en cuando viene a visitarnos y queremos valorar todo el trabajo que ha hecho este vitoriano, buen amigo y mejor compañero, que ha compartido muchos momentos de rezo con nosotros”.

Un regalo de Dios Urkiola tiene algo mágico, un parque natural fruto del capricho de la naturaleza. “Esto es un magnífico regalo de Dios, se levantó un santuario para celebrarlo en eucaristía”. Si por algo se han caracterizado los miembros del santuario ha sido por su compromiso con el entorno. Cuidar el monte y mantenerlo limpio ha sido uno de los trabajos que han desempeñado durante años. “Las cosas han cambiado mucho. Antes nosotros teníamos que limpiar, después pusieron una brigada y nos quitaron esa responsabilidad. Todavía recuerdo cuando Urkiola era un paraje en el que los coches entraban hasta la cocina, nevaba mucho más que ahora, venía muchísima gente y tardábamos dos días en limpiar todo”, explica Joseba. Recuerdan con añoranza aquellos duros inviernos con más de un metro de nieve, sin poder regresar a casa cuando volvían de Durango. “En muchas ocasiones se nos quedaba el coche parado en Txakurzulo y subíamos empujando. En otra ocasión, el autobús se quedó parado en Otxandio y vine andando”, recuerda. Joseba añade incluso que “me trasladaba en autoestop, me he sabido desenvolver bien”.

Los sacerdotes de Urkiola, sobre todo Bittor y Joseba, son amantes de la climatología, Sin ir más lejos, Garaigordobil durante muchos años recogía las temperaturas mínimas y máximas, hasta que se puso la estación meteorológica y pasaron a recogerse de forma automática. “Bueno, decían que Bittor predecía el tiempo pero siempre que le preguntábamos a él sobre la previsión del tiempo el respondía: Eso está por ver”, recuerdan entre risas. Aunque hay un tema que les preocupa, concretamente el cambio climático. “Cuando vinimos nos quedábamos sin luz, teníamos que ir donde Gervas a llamar por teléfono... todo ha cambiado, no solo Urkiola, sino también Euskadi. A nosotros nos ha gustado mucho la nieve, el récord fue en 1976 con un espesor de nieve de un metro y quince centímetros, y años después estuvimos 36 días sin quitar la nieve”, explica Legarza. “Las cosas están cambiando, cuando nosotros estuvimos en Ecuador de misioneros sentimos movimientos de tierra pero no terremotos como ahora. Sin ir más lejos, aquí está lloviendo cada vez menos y tenemos que seguir lo que nos dice Jesús, tenemos que mantener y cuidar nuestro planeta”.

CAMBIO SOCIAL Hace sesenta años que Legarza es cura. El lekeitiarra recuerda que hace años la sociedad vasca era muy cristiana, pero ahora considera que el futuro será diferente. “Vamos hacia una Iglesia cristiana más pequeña, con menos gente, pero más involucrada, aunque cuesta que sea comprometida. Los futuros cristianos tendrán mayor convencimiento. Creo que actualmente las personas tienen una vida muy llena de problemas y muchos quehaceres. Urkiola seguirá llenándose de gente, de aquellos que viene a visitar, a rezar, a descansar o a pasear”, comenta Legarza.

Ambos recuerdan que nunca olvidarán todos estos años. “Esperemos volver de vez en cuando, sobre todo cuando sean momentos especiales como las festividades de San Antón o San Antonio”. Consideran que la nueva etapa en sus vidas les proporcionará cosas nuevas y compañeros nuevos. “En las residencias tendremos normas diferentes, pero nos gusta leer y yo creo que tendremos ocasión de seguir con nuestras aficiones y con una vida muy tranquila”, concluye Joseba.