Bilbao - Ahora cuenta sus admiradores por millones -lo visitan más de uno al año-, pero nació entre un mar de dudas. ¿Se habrá retractado en estas dos décadas alguno de esos escépticos ante el mismísimo director del Museo Guggenheim Bilbao? “De manera más o menos explícita, por supuesto que hay gente que me ha reconocido que su primera reacción frente al museo fue una y después la realidad les ha hecho cambiar de opinión. Eso es algo completamente lógico y humano”, le resta importancia Juan Ignacio Vidarte.
¿Qué habría sido de Bilbao sin el Museo Guggenheim?
-Saber qué habría ocurrido es muy aventurado, pero creo que sería una ciudad muy diferente, sin duda más pobre desde todos los puntos de vista, no solo económico, sino también desde el punto de vista de riqueza como ciudad y de modernidad y cosmopolitismo. También sería una ciudad, desde luego, más desconocida en el resto del mundo.
¿Sería un destino turístico?
-No sabemos qué habría podido pasar, pero si Bilbao hubiera seguido por los derroteros en los que estaba en el año 90 o 91, que es cuando este museo empieza, es muy difícil pensar que habría sido un destino turístico atractivo y apetecible, desde luego no con la dimensión que tiene actualmente.
¿Cómo sería Abandoibarra de no haberse construido el museo? ¿Se habrían quedado otros proyectos arquitectónicos en el tintero?
-No sé qué habría ocurrido en Abandoibarra, pero el museo ha sido el que ha liderado la transformación de ese espacio, que era marginal en la ciudad, y lo ha convertido en un espacio de oportunidad y de futuro, lo que ha dado origen al Plan de Abandoibarra y a todos esos edificios que están en él. El Museo ha supuesto, además, un hito en el sentido de que ha propiciado que los arquitectos trabajen con una mayor libertad y con mayor audacia.
¿Hasta qué punto habría evolucionado la ciudad desde el punto de vista cultural sin la pinacoteca que dirige como elemento tractor esencial?
-El nivel de la actividad cultural que se ha desarrollado en Bilbao en estos últimos 20 años y el gran aumento que ha habido en cuanto a la dimensión, la calidad y la tipología de las actividades se han visto enormemente enriquecidos como consecuencia del museo. Sin él, habría seguido habiendo una enorme actividad cultural en Bilbao, porque siempre la ha habido, pero el museo ha servido para subir el listón. También ha servido para poner en valor la cultura y eso ha hecho que otro tipo de instituciones que se mueven en este el ámbito hayan tenido también en estos últimos años la oportunidad de tener un mayor desarrollo como consecuencia de esto.
¿Ha hecho el Museo Guggenheim brillar más al de Bellas Artes?
-El Museo Guggenheim ha tenido una influencia positiva sobre el Museo de Bellas Artes, en el sentido de que ha supuesto un reforzamiento de la valoración social de la cultura y del papel que otras instituciones culturales juegan. Además, el Museo Guggenheim atrae a más de un millón de visitantes todos los años que vienen con una motivación fundamentalmente cultural y que, por lo tanto, son potenciales usuarios de otras actividades culturales. De hecho, el número de visitantes del Museo de Bellas Artes es muy superior al que tenía hace veinte años. Pocos años después de la inauguración del Museo Guggenheim, el Museo de Bellas Artes acometió una ampliación que probablemente estuvo también muy favorecida por el hecho de que previamente se había construido este museo.
Han pasado ya dos décadas y ha demostrado su rotundo éxito, pero en su día el Museo fue un proyecto muy cuestionado.
-Hubo gente que tuvo una postura muy opuesta en sus orígenes, pero quizás el sentimiento más generalizado que había en relación con el museo era de escepticismo, de falta de confianza en que el museo fuera a hacer todo aquello que decíamos que iba a pretender conseguir: ser un elemento tractor, de transformación de la ciudad, de generación de actividad, un icono, una institución conocida en todo el mundo... Los que estábamos en este proyecto desde entonces ya sabíamos que era un desafío y que, por tanto, era normal que encontrara en sus inicios esa reacción. Habría sido raro que, siendo un proyecto transformador, que pretendía un cambio de paradigma, hubiera encontrado una unanimidad y un respaldo mayoritario.
Vistas las cifras de visitantes, la proyección de la ciudad hacia el exterior, el impulso económico... ya nadie albergará dudas ¿no?
-Ese escepticismo era muy lógico y razonable, pero afortunadamente en la medida en que las cosas se han ido haciendo realidad, la mayoría de la gente ha transformado su escepticismo en un apoyo al museo, que, además, es el que siempre ha disfrutado desde que se inauguró.