VOLVER a nacer. Es el título de la nueva vida de Aketza Sánchez, un surfista nato al que la mar le puso la peor prueba con la que podía tropezar. Todo ocurrió un 28 de febrero de 2012, cuando Sánchez se disponía, como cada día, a surfear en la playa de Plentzia. Un día tranquilo que disfrutaba junto a un gran amigo y una chica que estaba aprendiendo. “Había olas muy pequeñitas. Nos acercamos hacia la zona del pico y acerqué a la chica a la orilla. Salté, como lo llevo haciendo toda la vida, y me golpeé la cabeza con la arena. Crujió el cuello y de la misma quedé flotando”, recuerda Sánchez, también conocido como Waterman entre sus amigos.

Sin duda, un día duro que no olvidará jamás. Estuvo varios minutos sumergido aguantando la respiración y hubo un momento en el que comenzó a ver sus piernas y brazos flotar. “No sentía el cuerpo e incluso pensé que todo se acababa. Pero me dije: hoy no puedo perder”, cuenta. Y así fue. Logró salir con la ayuda de su compañero a la superficie, quien le colocó encima de la tabla para que los sanitarios pudiesen desempeñar su labor. Colocarle correctamente fue imprescindible para su recuperación porque según Sánchez, el 80-90% de las personas que tienen accidentes de este tipo “acaba teniendo una rotura entera de la médula cuando se le transporta”. Pero no fue su caso. En helicóptero le trasladaron a la Unidad de Lesionados Medulares del Hospital de Cruces con pronóstico muy grave. Le ingresaron con una tetraplejia aguda.

El calvario Con la médula fracturada, los órganos vitales podían dejar de funcionarle. “Creían que el corazón o los pulmones no iban a responder”. Fue en ese instante en el que le comunicaron a su mujer y al resto de familiares que podría salir muy dañado. Pero Sánchez logró salir airoso de la primera prueba que le había puesto la mar. El proceso de recuperación fue largo. Un día, las cosas cambiaron: “De repente me empecé a poner muy positivo y comencé a ver la salida”, declara.

En los meses que estuvo ingresado, consiguió mover una pierna y, de ahí, ponerse de pie. Todo ello debido a su tesón. “Subía a las pasarelas, me caía pero volvía a levantarme”, relata Sánchez. Fueron tres años de un largo proceso de rehabilitación tanto dentro como fuera del hospital. “Me dieron el alta y ya te dicen que estás estable. Pero a mí eso no me valía. Yo seguía en silla de ruedas”, cuenta.

Y es desde que esta lesión golpeara su vida, tanto su familia como el paddel surf han sido su refugio. Hace dos años creó, junto su gran amigo Mikel Rotaetxe, Goazen Up!, una asociación sin ánimo de lucro que a día de hoy cuenta con más de 100 socios. “Me da la vida. Ahora puedo decir que me alegro de lo que he pasado. Es difícil de ver que no puedo correr. Pero mis amigos corroboran que estoy mejor, tanto física como emocionalmente”, confiesa. Tal es su afán por la mar que nunca ha querido darle la espalda a pesar del accidente. Volvió al lugar en el que volvió a nacer. “Fue duro. Tenía flashback. Cerraba los ojos bajo el agua y me veía sin movimiento”, cuenta. Pero, superado el trance, sirve de ejemplo para futuros casos como el suyo.

Aunque ha asimilado que cuenta con varias limitaciones, sus ganas de vivir han hecho que lo asimile con valentía. “Tengo fases de crisis de quedarme en la cama y no poder moverme. Pero soy más feliz que antes”, asegura.