Arrigorriaga - Hay diversas formas de plasmar la historia de una familia. Una de las más frecuentes es la elaboración de esquemas que, por su forma, reciben desde antiguo el nombre de árboles genealógicos. A través de bifurcaciones que simulan ramas, permiten ir precisando los descendientes de una persona, desde los más próximos -padres y abuelos- hasta los más lejanos. A esta apasionante labor se dedica desde hace más de dos décadas Juan Manuel Lekue Solaun, de Arrigorriaga.
Su actividad profesional durante su vida laboral nada tiene que ver con esta afición ya que “desde muy joven trabajé para la Agencia de Aduanas de la firma Papelera Española”. El primer destino de Lekue fue la localidad de Tolosa “donde pasé dos años y después estuve otros dos y medio en Prat de Llobregat”, pero cuando Juan Manuel apenas tenía 21 años “falleció mi padre, pedí cambio de destino y, desde entonces trabajé en Bilbao despachando todas las mercancías de importación y exportación de la empresa”, explica. De aquella etapa comenta, a modo de curiosidad, que “todos los productos que mandábamos para Rusia se gestionaba desde una consignataria de barcos donde estaba de director Juan José Ibarretxe”. La jubilación le llegó con 59 años “por lo que llevo ya 24 de jota”, precisa con una sonrisa. Una vez terminada su etapa laboral, Lekue empezó a dedicar más tiempo a sus grandes aficiones como la práctica “de la caza o la pesca o salir al monte a buscar setas” hasta que “un día un compañero me comentó que estaba haciendo su árbol genealógico y me picó el gusanillo”. Desde entonces ha hecho ya “por lo menos, más de medio centenar”, asegura.
Carné de investigador Y como no podía ser de otra manera, el primer trabajo que realizó fue el suyo propio “del que conseguí un listado de 128 apellidos” y que luce con orgullo en un gran cuadro colgado en el salón de su domicilio. Obviamente, Lekue también ha creado el árbol genealógico de su mujer y de numerosos amigos y conocidos a los que ha sorprendido con este bonito detalle.
“Hay gente que me lo pide y a otros no les digo nada hasta que está terminado. Es algo que hace mucha ilusión y nunca cobro nada. Lo hago por entretenimiento y porque es una actividad muy buena para ejercitar la memoria”, afirma.
Para poder indagar y buscar información en documentos eclesiásticos, Juan Manuel Lekue dispone del carné de investigador de Archivos Históricos Diocesanos de Bilbao, Donostia y Gasteiz pero sus indagaciones le han llevado a otros puntos como Santander o Burgos “donde he estado tres veces en una salita con una mesa para siete personas y cuando se llenaban las plazas venía un cura que, después de dar los buenos días, nos hacía rezar un Padre Nuestro”.
Tirar del hilo El inicio de un árbol genealógico siempre es el mismo. “Tengo que tener la partida de nacimiento del interesado así como de su padre y de su madre” y una vez conseguidos los documentos “hay que ir tirando del hilo y llegar hasta donde puedo porque durante la guerra se perdieron muchos papeles, sobre todo en pueblos pequeños”. Lo que siempre intenta es “lograr 128 apellidos seguidos” y precisa que “por parte de la rama paterna lo más antiguo hasta donde he llegado es a 1.575 y por parte de la rama materna hasta 1.600”.
Toda esta ardua labor la efectúa a la antigua usanza “anotando los datos que voy obteniendo en una libreta a lápiz o bolígrafo y luego lo paso a limpio con máquina de escribir porque a mi edad no me manejo bien con las nuevas tecnologías”.
Aún así, ha sido un asiduo del KZ Gunea de Arrigorriaga en donde llegaron a regalarle una txapela con su nombre “aunque ahora utilizo el ordenador público que hay disponible en el Ayuntamiento porque me pilla más a mano”.
Otra de las aficiones curiosas que tiene Juan Manuel Lekue es que “desde que me jubilé, hace 24 años, llevo anotados y registrados todos los fallecimientos de mi municipio” y apunta también en una agenda “las efemérides de las defunciones de personalidades de todo el mundo.