Las revisiones de cáncer de mama les salvaron
Maite, Montse y Angelines superaron sus respectivos tumores malignos gracias a los controles médicos previosAniman a las mujeres a “no tener miedo” al programa de cribadoLas tres son voluntarias de la asociación Acambi
Bilbao - Cuenta Maite Elorriaga que cuando el doctor le dijo en la consulta que el tumor que le había extirpado de un pecho era “agresivo e infiltrante”, vio cómo su marido “se iba encogiendo, haciendo pequeñito en el asiento”. Entonces ella misma se dijo: “¡hala Maite! agarra el carro y tira para adelante”. Y así lo hizo. Sacó fuerzas de flaqueza para combatir la enfermedad que, afortunadamente, superó tras someterse al tratamiento más habitual: quimio, radio y hormonas. Algo parecido le pasó a Angelines Ruiz de Zárate. Recuerda que “pasado el tiempo, el médico me dijo que mi marido le había dado mucho más pena que yo”. “¡Cómo le vería!”, dice ahora riéndose. Aun así, ambas reconocen que siempre contaron con el “apoyo incondicional” de ellos y de sus respectivas familias. “Porque no todo el mundo tiene la misma suerte de tener ese apoyo”, recalca Angelines. También contó con el mismo cariño familiar y la misma ayuda Montse de la Cruz, que pasó por el mismo trance que ellas. Las tres tienen en común que les detectaron los tumores malignos durante las revisiones periódicas a las que se sometían, Angelines en la medicina privada y las otras dos en los programas de cribado de Osakidetza. “Si hubiésemos esperado a notárnoslo, hoy no estaríamos aquí; nosotras somos unas supervivientes gracias a esas revisiones”, señalan las tres. Por eso, desde la Asociación de Cáncer de Mama de Bizkaia (Acambi), donde las tres trabajan de forma voluntaria, no se cansan de repetir que “las mujeres quiten el miedo a hacerse las mamografías”. A ellas les salvó la vida.
Maite está a punto de cumplir 64 años. Su historial médico en relación con el cáncer de mama se inició cuando tenía 53. “Lo recuerdo muy bien , fue un día de noviembre, un jueves, me hicieron la mamografía y me dijeron: vete para casa, todo está bien. Sin embargo, al día siguiente me llamaron para decirme que fuera el lunes a hacer una ecografía”. Dice que a partir de ese momento lo vio “todo negro”, aunque también pensó que “igual era un falso positivo”. Sus peores augurios se cumplieron cuando le estaban haciendo la ecografía en el ambulatorio de Indautxu. “Yo le veía a la doctora Fariña, a la que le debo la vida, que se iba mordiendo el labio, y en ese momento ya pensé: me han tocado todos los boletos”. Efectivamente, la doctora, “de una forma muy dulce y suave” le dijo: “No estoy muy segura, pero te voy a dar cita para hacer una biopsia”. La intuición de la médico no falló. El resultado fue positivo y un mes después ya estaba operada. A Maite le detectaron el tumor maligno durante una de las revisiones. Hasta los 50 se controlaba por su cuenta, pero a partir de esa edad entró en el programa de cribado de Osakidetza. Recuerda que “las dos primeras me dieron bien, por lo que a los 51 años me dijeron: no vuelvas hasta los 53 que estás genial”. Y ahí es cuando apareció. Pasados los años todavía se acuerda de aquel día, el que salió del ambulatorio tras la consulta con la doctora Fariña. “Se me cayó el mundo a los pies”, dice. No hacía falta que le dieran muchas más explicaciones porque ella había estudiado ATS y sabía lo que era la enfermedad. También por eso no tenía miedo a la cirugía ni al quirófano. Lo único que le amedrentaba era el tratamiento posterior. “Tenía miedo a cómo iba a responder mi cuerpo a la quimioterapia”, confiesa. Así que no le quedó más remedio que “asimilar” la nueva situación “a pesar de los sentimiento de rabia e impotencia”. A partir de ese momento Maite dice que “me tuve que hacer fuerte”. En casa le esperaban tres hombres, su marido y dos de sus hijos, ya que la hija estaba en Alemania. Y fue durante el tratamiento de la quimio cuando tuvo que llamarles la atención. Recuerda que cuando iba por el pasillo escuchó que su marido les estaba diciendo a los hijos: “Tenemos que hacernos fuertes porque a amatxu igual solo la tenemos para dos años”. Dice que entró en la sala y dijo: “¿Cómo que para dos años?, de eso nada, amatxu va a estar aquí por muchos años”. Y ahí sigue, “feliz, con energía y con ganas de trabajar” por la mujeres que llegan en busca de apoyo a Acambi”.
Ecografía Montse tiene 62 años. También está casada y tiene dos hijas. Al igual que Maite, pensó en lo peor cuando le estaban haciendo la ecografía en San Eloy. Tenía entonces 50 años. Todavía se acuerda de la doctora, Amaia Arrieta, “muy buena profesional”, aclara. Montse dice que le preguntó a la médico: “Dime por favor qué es lo que te indica tu ojo”. A lo cual le respondió: “La imagen no me gusta nada, pero me puedo confundir”. Recuerda que en ese instante le dijo: “Ya me has dicho bastante. Me desplomé”. La primera impresión de la radióloga se confirmó en Cruces donde acabaron extirpándole un cuadrante de uno de los pechos y todos los ganglios. A esa situación llegó, al igual que Maite, gracias a la detección precoz. “Yo antes de los 50 ya me hacía mamografías”, cuenta, “porque tengo una prima ginecóloga que me insistía en el tema”. Y cumplida la edad para entrar en el programa de cribado de Osakidetza le llamaron. Se hizo la mamografía correspondiente, “pero me dijeron que había que repetir, que algo no había salido bien”. Tras hacerle la segunda mamografía le avisaron que debía ir a San Eloy a hacer una ecografía y posteriormente una biopsia. El final de su historia ya se sabe. Dos operaciones y el tratamiento de quimio, radio y hormonal. Lo peor para Montse fue “la espera desde que me hicieron las pruebas hasta la operación ya que las biopsias daban negativas”. Pero tras la operación escuchó la palabra cáncer. Dice que se “derrumbó”. Sobre todo porque entonces tenía a los padres “un poco enfermos”. Dice que un principio pensó más en ellos que en sus hijos porque “les veía más débiles, como que me necesitaban más, ya que yo era hija única”. Montse pensó que su marido y sus hijas “ya saldrían adelante porque eran jóvenes y tenían vida”. Con el apoyo de todos lo que le rodeaban, Montse superó la enfermedad, “aunque el tratamiento me fastidió los huesos, pero mejor es eso que no una recidiva”. Doce años después de ser operada dice que “afortunadamente y gracias a Dios va todo estupendo y me siento con ganas de trabajar”.
Hijos La misma energía positiva desprende Angelines, que a sus 65 años, ha pasado dos veces por el quirófano para que le extirpen los dos pechos. Su caso es el más claro respecto al valor que tiene la prevención. “Yo, como tenía un seguro privado, siempre tuve la costumbre de hacerme mamografías, y en una de ellas, cuando tenía 41 años, se vio”. Así resume su historia. Recuerda que “me dijeron que había algo y que había que hacer una biopsia”. La espera fue un martirio para ella. “Fue una semana horrible, y además me pilló en Navidades”, dice. Y como los resultados fueron positivos le operaron en enero. Lo peor para ella fue enfrentarse a la situación familiar. Todavía se le ponen los pelos de punta cuando recuerda el día que le dieron el diagnóstico y llegó a casa. “Fue horrible verles nada más llegar porque yo solo pensaba qué van a hacer estos hijos, una de 16 años y el otro de 13, sin una madre”. Pero como ella se considera “fuerte” fue sobreponiéndose, aunque ocho años después le volvieron a detectar un tumor en el otro pecho. El proceso fue idéntico al primero. Se lo vieron en una revisión habitual. Pasó de nuevo por el quirófano y otra vez se salvó de hacer tratamiento posterior. Por eso dice ella que “tuvo suerte”. A diferencia de Montse y Maite, Angelines se quedó “plana”, algo que también ha superado. “Al principio no quería ni salir de la clínica, me puse tres batas para disimular” cuenta, “pero luego lo fue asumiendo y no lo he llevado tan mal, sobre todo gracias al apoyo que he tenido de mi marido”. Él mismo le desanimó para que no pasara de nuevo por el quirófano para la reconstrucción. Todas estas anécdotas y muchas más son las que cuentan Angelines, Montse y Maite a las mujeres que se acercan hasta Acambi. Para ellas la asociación “ha sido la vida” y eso lo quieren transmitir.