Bilbao - Lleva diez años en funcionamiento pero sigue siendo una gran desconocida. Su utilización es gratuita y se puede encontrar fácilmente en el puesto de Cruz Roja de cualquier playa de Bizkaia. El servicio se llama Ume galduak, forma parte de una iniciativa del servicio foral de Salvamento y Socorro, y su objetivo es identificar de forma rápida a los niños menores de ocho años que se han extraviado en las playas de Bizkaia. El mecanismo es sencillo. Consiste en una pulsera blanca y roja, con un número de identificación impreso similar a un código de barras y sirve para identificar quién es cada niño en caso de que se pierda, además de proporcionar también los datos y un contacto con sus familiares. Los padres que lo deseen deben acudir al puesto de socorristas del arenal y solicitarla. Pero el servicio, según reconocen sus responsables, no consigue despegar. El día que DEIA realizó este reportaje en Bakio la playa estaba llena hasta la bandera y, sin embargo, solo doce niños portaban la pulsera.
Desde el servicio de Cruz Roja, no obstante, insisten en que realizan diferentes campañas para darlas a conocer, y en que suelen repetir por lo menos un par de veces al día por el sistema de megafonía que todo el que lo desee tiene las pulseras disponibles.
El proceso es más lento de lo que sus responsables preveían en un principio, pero ahora parece que el boca a boca está siendo importante a la hora de que los usuarios conozcan el servicio. Según la Cruz Roja, cada año más padres deciden acudir al puesto a hacer uso de Ume galduak. “La temporada de verano de 2009 repartimos 9.823 pulseras; en 2014, fueron 17.639, y el año pasado ya subimos hasta 20.872”, relata Koldo Larrazabal, coordinador de Cruz Roja. Larrazabal también reconoce que al sistema le hace falta un empujón: “Aunque el número de personas que utiliza el servicio ha crecido, sigue siendo una minoría. La verdad es que no entendemos por qué, pero la gente no se las quiere poner”.
A favor, en contra Javier Santa Cruz es socorrista en la playa de Bakio y, en su día a día, se ha encontrado con muchos niños que se han perdido de sus familiares. Sabe del mal trago que pasan pequeños y adultos cuando esto pasa y por ello anima a todas las familias a hacer uso de las pulseras. “Solo tienen que acercarse al puesto de socorro, darnos su número de contacto, y de forma gratuita le colocamos la pulsera al niño”. No obstante, a pesar de todos esos beneficios, no termina de calar. “Todos los días observamos que para la cantidad de niños que hay, muy pocos llevan las pulseras”, comenta Santa Cruz.
Eveli Martínez no consigue entender esa situación, ya que lo primero que hace al llegar a la playa es ir a ponerles la pulsera a los pequeños José Mari, Eveli e Ignacio. Lo lleva haciendo más o menos cinco años, desde que se enteró de la existencia del servicio. “La gente que no las utiliza debe de sentirse muy segura”, dice sorprendida. Santa Cruz le da la razón y también cita que “a lo mejor los padres se hacen cargo de los niños muy bien”, aunque añade de forma irónica que “a veces parece que no es así”, ya que admite que todos los días localizan a algún niño extraviado.
Sin embargo, la razón más común por la que los padres no colocan las pulseras a sus hijos es “la inconsciencia de no saber”, tal y como relata Cristina Morante, madre de dos hijos. “Seguramente si a la entrada de la playa pusieran un cártel explicando de qué va el servicio, e informando de que es gratuito, más gente se animaría”, reclama. “Yo creo que la gente no se la pone a sus hijos por inconsciencia de no saber, porque no lo sabe”. De hecho, haciendo gala de lo dicho, nada más enterarse se dirigió junto a sus pequeños al puesto de socorro: “¿Vamos a ponernos las pulseras?”, le dijo a los pequeños.
Eveli coincide con Cristina y, a modo de anécdota, cuenta que en más de una ocasión ella misma ha informado a otros padres: “Alguna vez, estando en la propia playa, se nos ha acercado algún padre a decirnos: ¿Qué es eso que llevan tus hijos? ¿De dónde lo han sacado? Y no hablo del principio, hablo de ahora, cuando ya lleva bastante tiempo en funcionamiento”.
En el lado contrario está quien opta voluntariamente por no poner las pulseras a sus hijos. Irantzu Alonso es una de estas madres. Tiene una hija pequeña y, a su entender, no es necesario ponerle ninguna pulsera porque nunca le ha dado indicios de que la necesitara: “Nunca hemos tenido ningún susto. Su aita y yo ya sabemos que suele escaparse hacia el agua, pero le da miedo meterse mucho, así que andamos al lado y mirando en todo momento lo que está haciendo. Por eso no le ponemos la pulsera, porque si se nos va un momentito sabemos que no va a andar muy lejos”.
“En un minuto te la lía”
Larrazabal la escucha con preocupación. Recalca la importancia que tiene utilizar el servicio y cree que actuar como lo hace Irantzu es un error. “La gente se confía y nunca piensa que les vaya a ocurrir a ellos, hasta que llega el día en que les pasa”. El sabe que, aunque parezca que se tiene todo bajo control, “un pequeño despiste lo puede tener cualquiera”, ya que los niños la mayoría de las veces suelen ser impredecibles, y “en un minuto te la pueden liar”.
En toda esa situación cabe destacar la labor de los vigilantes de la playa, pues a fin de cuentas, cuando hay algún extravío, son ellos los que se encargan de la búsqueda. Precisamente, según destacan estos profesionales, el hecho de que un menor lleve la pulsera acorta enormemente los tiempos de búsqueda. Y cuando no la tienen... “Alguna vez nos cuesta más porque la madre o el padre se sienten demasiado nerviosos y no son capaces de hacer una descripción correcta del niño, no saben visualizar ni qué bañador llevaba ese día; así que tenemos que comenzar a buscar a ciegas o esperar a que se tranquilicen”.
Los socorristas señalan además que cuando hay grandes aglomeraciones -un día caluroso de fin de semana, por ejemplo- se incrementa el riesgo de extravío y, por ende, la dificultad de encontrar al pequeño. “Cuando hay mucha gente, aunque el niño esté en la playa, cuesta mucho encontrarle si no lleva puesto el identificador. Lo cierto es que, entre tanto niño, parecen todos iguales y se nos hace muy difícil diferenciarles”. Por el contrario, y según su experiencia, cuando llevan la pulsera la localización entre la gran cantidad de bañistas que se concentra en el arenal es mucho más sencilla, ya que “solo tenemos que fijarnos en los niños que llevan pulsera y si coinciden con la descripción, mirar el número que identifica cada una de ellas”.