Bilbao - Una voz alertaba antes de su llegada: “Es más diplomático que arquitecto”. Y no fue apreciación baldía. El arquitecto César Pelli llegó ayer acompañado por la sonrisa perenne y la afabilidad que le caracterizan a su cita en la Torre Iberdrola, donde escudriñó cada recoveco, cámara fotográfica en mano, con el mismo interés que un padre examina a su hijo tras unas largas vacaciones. Recién aterrizado de un vuelo transatlántico, demostró que no hay excusas ni edades -suma 89 años- que disminuyan la capacidad de asombro que posee aquel que siempre observa a su alrededor como si fuera la primera vez. Cuatro años después de la inauguración del edificio que corona el skyline bilbaino, el señor de los rascacielos -apodado por algunos- recaló en la Bilbao para recoger el premio BIA Forum, el máximo galardón otorgado por los arquitectos vizcainos.

“Es una hermosa ciudad. Ustedes no se dan cuenta, pero ya era hermosa antes del Guggenheim”, afirmó Pelli, argentino nacionalizado estadounidense, mientras observaba la ciudad desde una estancia de la planta 15 del referente financiero bilbaino. Admirado desde esa altura por los “techos rojos” de la villa, el arquitecto ensalzó la voluntad de cambio existente en Bilbao desde mucho antes de lo que se piensa: “La ciudad ya comenzó a transformarse cuando comenzaron a sacar las vías de los trenes de Abandoibarra”. Precisamente, Pelli es gran conocedor de la urbe después de que en 1993 ganara el concurso del masterplan de Abandoibarra, junto a Diana Balmori y Eugenio Aguinaga, razón por la que ha seguido de cerca la metamorfosis de la ciudad. “Nosotros diseñamos el plan pero la arquitectura fue hecha por otros arquitectos, casi todos españoles. Lo hicieron muy bien. Estoy encantado con el resultado”, expuso, aunque indicó que echa de menos más puentes peatonales que unan ambas márgenes.

Como todo proyecto, Pelli reconoció que llevar a cabo el masterplan de Abandoibarra no fue un camino de rosas. Haciendo gala de una memoria prodigiosa, de aquellos años recordó con lujo de detalles una reunión con el exdiputado general Josu Bergara en un hotel chiquitito de Chicago, cuando estaba a punto de echar la toalla. Pero no todo fueron adversidades: “Era maravilloso venir cuando todo estaba en obras, que era un desastre, pero ya habían construido un paseo al lado de la ría y ver que estaba lleno de gente. Fue una aspiración que ya habíamos sentido que existía en la gente de Bilbao y fue un placer llevar adelante esa transformación”, aseguró el arquitecto, quien también evocó la figura del alcalde Iñaki Azkuna, así como la de Ibon Areso, como máximos responsables de la modificación de Bilbao.

Mirar al cielo Desde su última estancia en la villa, en febrero de 2012, Pelli ha advertido cómo ha crecido la vegetación, “los árboles y las plantas”, en las inmediaciones de la Torre Iberdrola, algo que considera “una maravilla”. Lo mismo que la vida alrededor de la plaza Euskadi. También ha cambiado la opinión respecto al gran monolito de cristal visible desde cualquier punto de la ciudad que lleva su firma. Si en su última visita se mostró crítico con el resultado -“eso pasa siempre, había cosas que no estaban bien”-, en esta ocasión dictaminó que “todo estaba arreglado”. Pero el autor de obras tan transcendentales como las torres Petronas en Kuala Lumpur o el World Financial Center en Nueva York no se decantó por ninguno de sus obras: “Los tengo que querer a todos por igual, aunque sea por razones diferentes, y si no es así tengo que forzarme a que así sea”.

Para lo que no titubeó es para realizar su alegato a favor de la arquitectura vertical. Tras observar las pasmosas torres de Garellano, edificios que estaban sin erigir cuando se inauguró el rascacielos de Abandoibarra, Pelli declaró: “Me alegro de ver que existe un crecimiento hacia allá, es una maravilla. Es inevitable construir edificios verticales si la ciudad sigue creciendo”. En su argumentación, el arquitecto argentino expuso que entre las dos opciones viables, crecer en vertical o en horizontal, la primera es preferible. “Si se extienden horizontalmente significa que habrá más caminos, más autos, más polución... Si se hacen grandes de esa manera es nefasto”. En cambio, elogió “la densidad de gente”, algo que “crea más vida” porque permite el contacto entre “gente de todo tipo y razas”.

Esa predilección por mirar al cielo no evita que César Pelli repruebe algunos proyectos de dimensiones colosales: “Hay torres muy altas que se ponen en lugares equivocados y hacen mucho daño, lo que está ocurriendo en algunas ciudades”. En ese sentido, el arquitecto aseguró que hace falta tener visión para dictaminar hacia donde va la ciudad. “Sería un desastre para el Ensanche si comenzaran a construir torres en cualquier parte”, indicó en referencia a Bilbao, donde considera que se pueden realizar en el perímetro, aunque “con mucho cuidado, porque el paisaje es frágil”. El principal criterio para decidir siempre debería partir de esta máxima: “Lo secundario de la función del arquitecto en cada trabajo es hacer un edificio, lo principal es que estamos haciendo un pedacito de ciudad”.

Concienciado con el poder que suman los arquitectos de distintas generaciones y nacionalidades, César Pelli se mostró muy feliz por el premio que iba a recoger horas más tarde, durante una cena de gala que contó con 150 invitados. “Es raro recibir premios de otros arquitectos”, dijo entre risas sobre el galardón del BIA Forum, el máximo otorgado por los arquitectos vizcainos como reconocimiento a su contribución en el “proceso de transformación del waterfront de Bilbao experimentado en las últimas décadas”. Agradecido por el reconocimiento, el arquitecto recordó a todos aquellos colaboradores que lo ayudaron en el camino, y no olvidó dedicar unas palabras de reverencia a la urbe que tanto le debe: “Hay muchas ciudades que construyen cosas pretenciosas como si fueran de otro orden. Bilbao ha sabido conocerse y hacer cosas a su medida”.