Bizkaia, pista de despegue para una guía a vista de dron
Un vecino de Trapagaran genera con su aeronave un recurso visual de rincones con atractivo del territorio
Trapagaran - Jon Ander Rodríguez es un joven de altos vuelos. Y no solo porque tenga grandes metas en la vida, cosa más que esperable de una persona de 32 años, si no porque además está acostumbrado a ver el mundo desde las alturas gracias a su pericia en el manejo de los drones con los que de momento está llevando a cabo una radiografía aérea de los espacios naturales de la geografía vasca. “Mi idea más inmediata es hacer una web o un blog en la que se puedan contemplar vídeos y fotografías de algunos de los rincones más interesantes de Euskal Herria que he registrado con mi dron, un Phantom 3. He comenzado en Bizkaia y algunas zonas de Araba y Gipuzkoa, e incluso he hecho vuelos por algunos paisajes de Cantabria y de Burgos”, reconoce este joven que ha decidido no quedarse parado después de que su empresa decidiera mandarle a las filas del desempleo, y que ha optado por labrarse un futuro en el campo de la cartografía y la fotografía área.
Fruto de este empeño, Jon Ander ha recopilado en menos seis meses decenas de impactantes imágenes y vídeos de lugares tan singulares como el nacimiento del río Nervión, el cañón de Delika, las costas de cabo Billano, la bahía de Plentzia o el flysch de Zumaia y, como no, numerosos rincones de la geografía de Ezkerraldea y de Enkarterri, desde el macizo del Ganekogorta o su Trapagaran natal hasta Zalla pasando por La Herrera, La Aceña, Sopuerta, Güeñes y varias tramos del río Kadagua, entre otros.
Rodríguez se graduó en Salud Ambiental en el Centro de Formación Somorrostro y trabajó durante once años en una importante empresa internacional del sector energético. “Si hubiera tenido un dron cuando me tocaba revisar algunas de las instalaciones energéticas seguramente lo hubiera hecho más rápido y sobre todo sin correr tanto riesgo”, apunta este joven que aprovechó el desempleo para perfeccionar sus conocimientos en materia de drones y de su manejo.
“Los drones son como una cerilla. Depende de en qué manos se pongan puedes hacer algo bueno o puedes provocar un pequeño desastre”, señala este joven al tiempo que reconoce que un dron como el suyo, de apenas 1,28 kilos de peso “si te cae en la cabeza desde veinte metros de altura te puede hacer una avería muy gorda por lo que el manejo del dron siempre debe ser un uso controlado en el que ante todo prime el sentido común. Por desgracia ya ha habido incidentes importantes con drones, por lo que uso debe hacerse con pericia y responsabilidad”, recuerda este joven piloto cuyo dron esta autolimitado para no sobrepasar los 120 metros de altitud respecto al terreno desde donde despega.
Paisajes y naturaleza Tal vez por ello, y a falta de perfeccionar el manejo del dron para acometer labores más especializadas, Jon Ander ha elegido los paisajes y la naturaleza como escenario para mejorar su técnica en el manejo de estos sofisticados aparatos, la mayoría de los cuales están dotados con potentes cámaras fotográficas y de vídeo, y cuyos motores tienen en algunos casos potencia suficiente para levantar pesos importantes.
“Yo empecé con un juguete pero una vez que te adentras en este mundo es importante plantearse aprender de una forma reglada. Al final me apunté en una academia homologada por la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) para obtener la licencia de vuelo a pesar de que mi dron no sobrepasa los dos kilos en los que se fija el límite para su obligatoriedad”, remarca Jon Ander quien reconoce que las filmaciones que ha efectuado hasta ahora siempre han respetado el espacio aéreo controlado.
Firme defensor de una regulación que marque las pautas para la utilización de estos ingenios no tripulados capaces de lo bueno, lo mejor pero también de prácticas peligrosas, Rodríguez intenta convertir su pasión por los drones en una expectativa laboral en base a su cada vez más avanzado manejo de estos artefactos voladores. “El primer dron me lo compré hace unos dos años y era un aparato pequeño, muy nervioso, de gran agilidad de vuelo pero de una gran dificultad de manejo pero que me enganchó debido a las posibilidades que ofrece este tipo de aparatos de control remoto”, apunta Jon Ander quien está explorando la posibilidad de compaginar su proyecto de registro paisajístico con trabajar en una operadora como piloto de dron.
“Este es un mundo en el que cada día se registra un avance destinado a facilitar trabajos que ahora mismo hay que hacerlos personalmente pero que con ayuda de los drones puede mejorarse y sin riesgo para los operarios”, reseña este joven quien recuerda sus descensos por torres de aerogeneradores. “Con un dron puedes introducirte en ese tipo de estructuras y ver con total nitidez cualquier aspecto sin poner en riesgo a ninguna persona”, valora.
También confía en que los usos de los drones sigan avanzando, aunque es consciente de que las limitaciones que marca AESA deben ser tenidas en cuenta para evitar incidentes con personas y bienes. “A todos nos gusta la idea de sobrevolar la ciudad o nuestro barrio pero está claro que existe un riesgo importante porque un dron está sujeto a muchos factores técnicos o meteorológicos que pueden convertir un vuelo inocente en un pequeño o gran incidente”, señala este joven que valora sobremanera la necesidad de “no poner en riesgo a nadie”.
La intimidad Además, añade Jon Ander, hay que tener en cuenta que en el uso de los drones “debe ser respetado el derecho de las personas a su intimidad. Si vas a filmar en una zona donde hay tres personas les puedes preguntar si no les importa, pero en principio tienes que tener un cierto cuidado sobre todo si es un trabajo profesional”, declara. Mientras elabora su web o blog en el que dar a conocer sus tesoros paisajísticos grabados a golpe del joystick de su aparato, Jon Ander sigue volando su dron por los cielos de Bizkaia.
Su propósito es componer una “sinfonía visual” a vista de pájaro aunque declara que “siempre hay zonas que no se van a poder grabar sin meterte en un lío bien porque invades el espacio aéreo controlado, bien porque sean zonas protegidas por cuestiones de avifauna, porque sean zonas urbanas u otras como es el caso de la central de Lemoiz que está totalmente prohibido sobrevolarla”, zanja Rodríguez.
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