UNESCO obra por crear condiciones propicias para un diálogo entre las civilizaciones, las culturas y los pueblos fundado en el respeto de los valores comunes. Intachable. No hay mano firme que tiemble al adherirse a esas hermosas palabras ni mano negra de verdugo capaz de escribir contra una organización que profesa esa fe, que cree en el corazón de los hombres por encima de todas las cosas. Al abrigo de la nave nodriza nació, en 1991, Unesco Etxea, una organización involucrada en la construcción del mejor de los mundos posibles en nuestro entorno y su proyección hacia el exterior. Son alas y raíces de la tierra vasca.

Ayer hicieron un alto en el camino para celebrar sus primeros 25 años de vida con un emotivo acto celebrado en el Azkuna Zentroa. Un cuarto de siglo incesante, repleto de actividades que han ido escribiéndose con firme caligrafía en los renglones del Libro de los Grandes Sueños, colocándole a Euskadi en un sinfín de foros y parlamentos en las cuatro esquinas de la tierra y, sobre todo, apostando por el desarrollo humano por encima de todas las cosas. Ayer, ya digo, la buena gente que empuja, alienta, anima y siente este proyecto como propio se acercó a la invitación cursada por el actual presidente de Unesco Etxea, Guillermo Dorronsoro, para brindar por una larga vida. Jon Arrieta, primer presidente, vivió la tarde como si en ella se consagrase el milagro de darle vida a un sueño. Y junto a él, una legión de amigos.

sentimento Unesco Etxea se ha construido, es cierto, con ladrillos de ilusión y sentimiento. Pero también con ciencia y sabiduría, con horas y horas de trabajo; con foros, e informes pero también con becas e impulsos y, por encima de todo, con una fe inquebrantable en el futuro. A la cita con sus bodas de plata asistieron, entre otros, el lehendakari, Iñigo Urkullu (“os agradecemos este espíritu que nos ha permitido desplegar las alas y alzar el vuelo como país”, les dijo...); la consejera de Medio Ambiente y Política Territorial, Ana Oregi; la actual directora de Unesco Etxea, Ana Acha, Ruper Ormaza (nadie como él ha enarbolado esa bandera...); el alcalde de Bilbao, Juan mari Aburto; el presidente de Laboral Kutxa, Txomin García, Pello Ugalde; María Teresa Lizaranzu, embajadora delegada permanente de España en la Unesco; Paul Ortega, quien llegó a ser elegido presidente de la Federación Mundial de Asociaciones y Clubes Unesco desde esta atalaya, Teresa Laespada, Bakartxo Tejeria, Txomin Bereciartua, el pianista universal Joaquín Achúcarro, Enma Jiménez, Nieves Maya, Pello Ugalde, Carlos Osés, Marije Etxaniz, Joserra Taranco, Itziar Urtasun, Jokin Gorriti, Juan Mari Atutxa, Julia Dieguez, María Dolores Ortega, Iñigo Barrenechea, Gabriel María Otalora, Olga Andueza, Jessica Domínguez, Nieves Maya, Nieves Fernández, Txerra Ordeñana, Joxemi Muñoz, Patxi Baztarrika, Alberto Ruiz de Azua, Mikel Mancisidor, Jon Emaldi, Javier Agirre, Gonzalo Etxebarria y un sinfín de gente involucrada en esta aventura que no tiene horizonte, que no tiene fin.