GALDER Arruti jamás pensó que acabaría colgado de un molino eólico a 100 metros de altura o en la cubierta de San Mamés, pero tampoco le sorprende porque “nunca he cerrado ninguna puerta”, dice. A través de su trayectoria vital se puede comprobar que desde muy joven ha sido una persona inquieta. A los 15 años ya empezó a escalar en el túnel de Txurdinaga, una actividad que luego le sería muy útil para rediseñar su futuro profesional. Durante muchos años compaginó la escalada como hobby con los estudios. Llegó a licenciarse en Geología, pero desencantado con el trabajo que desempeñaba en una Ingeniería medioambiental, optó por dedicarse a los trabajos verticales, aunque él prefiere que se diga: trabajos de acceso mediante cuerda. Hace cinco años se incorporó a Asaken, una cooperativa compuesta por gente joven y experimentada a la vez, pero con un alto componente de compromiso con el trabajo que realizan. Actualmente es el responsable de seguridad del personal de Asaken, que esta realizando las labores de ampliación de la cubierta del campo de San Mamés. Eso le exige mucha concentración y “no perder nunca los nervios”. Galder pasa toda su jornada laboral con el arnés puesto y con los mosquetones dispuestos a engancharse a la línea de vida.
Galder reconoce que siempre ha estado “familiarizado con el mundo de las cuerdas”. Dio sus primeros pasos en la escalada como todos los jóvenes de su época en el Pagasarri, Urduliz y Atxarte. Cumplida la mayoría de edad y con más medios económicos daría el salto a Picos de Europa, Pirineos, Dolomitas y Alpes. Cuando no estaba con los pies de gato y el magnesio, cumplía con su obligación: el estudio. Inició la carrera de Geología en la UPV, “pero como no me gustaban las especialidades que había aquí, me fui a Madrid a terminarla”. Allí acabó especializándose en Ingeniería geológica, Geología medioambiental e Hidrogeología. De regreso a Bilbao estuvo desempeñando trabajos que nada tenían que ver con la geología hasta que le llamaron de una Ingeniería medioambiental. Pero, tras cuatro años en la empresa, cuenta que un día fue donde su jefe y le dijo: “Soy joven y quiero cambiar de aires; voy a dejar el trabajo”.
Dicho y hecho. Se fue a Catalunya llevado por el amor de una novia. Y en Barcelona realizó su primer trabajo vertical. Ahí vio que ese podía ser su futuro. Pero como el amor se acabó, Galder terminó abandonando Cataluña. Se fue a Murcia a vivir, donde tenía amigos que había conocido en su época de geólogo y que además eran compañeros de cordada. Con uno de ellos terminó trabajando de taxidermista. Tras varios años en la comunidad murciana decidió volver a Euskadi. “Pensé que era el momento de estar en el sitio donde quería asentarme”, dice. Y en Bilbao comenzó a trabajar en una empresa de trabajos verticales. Recuerda muy bien su primera salida: “Fue en las torres de Zabalburu; llegué a la azotea y había que descolgarse para rehabilitar la fachada”. Desde entonces no ha parado de colgarse de edificios, estructuras metálicas, aerogeneradores o de lo que haga falta. Los últimos cinco años lo ha hecho como miembro de la plantilla de Asaken. “Me incorporé a la cooperativa porque era gente joven y tenía afinidades”, dice. La empresa está compuesta por 27 socios “y hacemos trabajos de lo más variopintos”, afirma. “Nosotros nos dedicamos a solucionar los problemas que plantea el cliente”. Para ello tienen personas cualificadas en diferentes oficios como pueden ser soldadura, carpintería o albañilería. Recientemente, media docena a de compañeros de Galder han estado en el Canal de Panamá realizando trabajos para una multinacional.
Activa
Cuando le preguntamos por las habilidades que hay que tener para realizar esta actividad profesional, Galder contesta rápidamente: “Para este trabajo lo que hay ser es trabajador, porque a trabajar con cuerdas se aprende enseguida”. Para ello imparten cursos en la Grúa Carola, propiedad del Museo Marítimo de Bilbao, que les cede el uso a cambio de su mantenimiento. “La Carola está muy bien porque es una estructura industrial que luego la podemos encontrar”, señala. A esos cursos accede gente que ve posibilidades en los trabajos verticales. “Yo les digo a todos que hay trabajo, pero sí quieren venir con nosotros debe de ser una persona activa, con ganas de aprender y con un poco de sangre en el cuerpo”. Galder lo tiene. Y sortea con temple las condiciones extremas en las que muchas veces trabaja, siempre con cuerdas.