Bilbo - Su recorrido comenzó hace medio siglo en un piso del centro de Bilbao, y hoy, en sus amplísimas instalaciones de Loiu, Lauro Ikastola apuesta por seguir ofreciendo una propuesta educativa tan pionera como la de aquellos inicios. Con casi 2.000 alumnos matriculados, es la ikastola con más estudiantes de Euskal Herria, aunque sus gestores remarcan que esta ciudad en miniatura es especial por mucho más que sus dimensiones. “Tenemos una historia muy particular que nos caracteriza, y además apostamos por un proyecto pedagógico innovador. Fuimos pioneros en nuestros inicios y lo queremos seguir siendo”, señala Idoia Iruretagoinea, directora gerente del centro.

Este 2016 es un año especial para Lauro Ikastola, que ha organizado un programa repleto de actividades para conmemorar sus 50 años. En la dirección de Lauro tienen muy presentes los complicados inicios, el enorme esfuerzo y la valentía de un grupo de euskaltzales. La célebre frase de Barandiaran “izan zirelako, gara; garelako, izango dira” es una especie de leitmotiv en este centro. No en vano, este proyecto hoy tan asentado, echó a andar rodeado de trabas e incertidumbre, y se convirtió en la primera ikastola en ser legalizada tras la Guerra Civil.

Los primeros intentos por impulsar en pleno franquismo un centro educativo en euskera en Bizkaia sufrieron numerosos reveses, varapalos que en ocasiones terminaban con el inspector irrumpiendo en las aulas y cortando de un plumazo las alas al proyecto. La sede de Euskaltzaindia de la calle Rivera del Casco Viejo, la parroquia de San Nicolás o el convento de los Franciscanos en Irala fueron algunas de las primeras improvisadas sedes en las que se trató de impulsar aquel proyecto. Uno de los principales impulsores fue Xabier Peña Albizu euskaltzain de honor que buscaba acercar a Bilbao el modelo que, al margen de la legalidad, Elvira Zipitria había puesto en marcha en Donostia.

el inspector En un documento publicado con motivo del 40 aniversario de la ikastola, Jasone Irarragorri, ex alumna de aquella primera ikastola itinerante por obligación, recordaba cómo terminaban algunas de aquellas pugnas por poder enseñar en euskera, en este caso en el convento de los Franciscanos: “Recuerdo una situación que nunca se me olvidará. Estábamos en clase, de repente se abrió la puerta y vimos entrar a un señor de bigote. Todos nos atemorizamos. La andereño María Ángeles se quedó mirando, seria, y ahí estaba nuestro libro de Geografía: Euskal Herriko geografia eta mendiak. En ese momento pensé, esto es algo malo, y lo escondí. Después, ese señor, que era el inspector, nos dijo que cantásemos el Cara al Sol, y nosotros, claro, no teníamos ni idea de qué era. Entonces cerraron la ikastola, y recuerdo cómo me fui a casa, con el libro y la bata, llorando a mares, y diciéndole a mi ama que habían cerrado la ikastola”.

Tras múltiples situaciones similares, varias sedes improvisadas más, multas y otras humillaciones, en la primavera de 1966 se consiguió permiso para enseñar tanto en euskera como en castellano en un piso del número 6 de la calle Elcano (el plácet definitivo llegó en 1968). En este proyecto se reunirían buena parte de los alumnos que durante los años previos habían deambulado por diferentes pisos, recibiendo su educación de manera no oficial. El centro, apoyado de manera decidida por Euskaltzaindia, llevaría por nombre Resurreción María de Azkue. Julita Berrojalbiz, Tere Rotaetxe o Alfonso Irigoien, entre otros, fueron algunas de aquellas personas comprometidas que consiguieron dar este paso que resultaría histórico.

En aquellos comienzos, los impulsores del proyecto, así como las familias de los primeros alumnos, tuvieron que escuchar críticas de uno y otro lado. “Ya lo veréis, nuestros hijos mejor que los vuestros”, respondía Julita Berrojalbiz a quiénes menospreciaban la lengua vasca con aquél “¿en euskera? ¿para qué?”. En el lado opuesto, algunos abertzales fueron contrarios a la legalización y vieron una suerte de “colaboracionismo” en esa flexibilidad que posibilitó la oficialidad del centro. No en vano, en la inauguración se apostó por utilizar los símbolos que eran obligatorios en el resto de centros para mitigar los recelos del régimen.

Centro Oñate El proyecto tuvo un eco notable y de manera paulatina se fueron expandiendo propuestas similares en otros barrios de Bilbao y localidades de Bizkaia. La premonición de Julita Berrojalbiz, además, se terminaría cumpliendo y la mayor parte de aquellos primeros estudiantes continuaría después en la universidad. Fruto del éxito del proyecto, unos meses después se impulsó el Centro de Estudios Oñate, con el fin de ofrecer una continuidad a los alumnos que concluían la educación primaria. Este otro centro se ubicaría en el número 33 de la Gran Vía, aunque no tardaría en quedarse pequeño.

En el curso 1972-1973, el proyecto de Azkue, contando al Centro Oñate, tenía ya más de 630 alumnos. Los pisos de Elcano y Gran Vía no daban para más. La Ley General de Educación de 1970, por otro lado, exigía nuevas condiciones para los centros educativos, muy difíciles de cumplir en aquellas sedes. Por recomendación del Ayuntamiento de Bilbao, se decidió apostar por trasladarse al barrio de Lauroeta, en el actual municipio de Loiu, donde se encontró el caserío Lauro Txikerra. Las familias se agruparon en torno a una cooperativa, de nombre Lauro, para dar ese salto adelante con todas las garantías.

Al saber que se trataba de una ikastola, el vendedor de los terrenos decidió realizar la operación por debajo del precio de mercado. En septiembre de 1973 llegaban al nuevo centro los 14 autobuses que transportaban a más de 600 alumnos. El nuevo proyecto nació con la colaboración de artistas que se ocuparon de decorar algunas paredes, profesores que surtieron de material la biblioteca, el médico Santi Brouard que se ocupó de diseñar los menús... La aportación de Euskaltzaindia volvió a ser clave en aquel nuevo arranque. El proyecto siguió creciendo, se construyeron pabellones y en los ochenta se llegó a los 2.000 alumnos. Este año, el 50 aniversario de la legalización de este proyecto está sirviendo para que quienes hoy constituyen Lauro recuerden aquellos inicios. Desde el mes de febrero, además, una placa junto a aquel piso de la calle Elcano recuerda a bilbainos y visitantes esta particular historia.

La lengua vasca La apuesta decidida por el euskera y la cultura vasca que tan complicados hizo aquellos comienzos sigue siendo uno de los pilares del centro. En un momento en el que la enseñanza con el euskera como lengua vehicular se ha generalizado, desde Lauro entienden que “aún queda mucho trabajo por hacer”. “Ofrecer una enseñanza en euskera y de calidad era lo que nos caracterizaba en los inicios, ya que éramos los únicos. Hoy tenemos otras cuestiones que son fundamentales, pero el euskera sigue siendo una apuesta esencial”, añade Idoia Iruretagoiena.

Desde el centro han apreciado cómo a lo largo de las últimas cinco décadas se han producido cambios notables alrededor a la lengua vasca, si bien en algunos aspectos se ha avanzado a menor velocidad de lo esperado. A día de hoy hasta en un 76% de las familias del centro al menos uno de los progenitores es euskaldun, pero en un entorno sociolinguístico como el del Gran Bilbao, en el que residen la mayor parte de los alumnos, se aprecian muchas necesidades.

“Tenemos un Plan de Euskera que es especial, potente y que exige la implicación de todos los agentes que participan en el proyecto de Lauro y, sobre todo, da protagonismo a los alumnos”, señala Itziar Laskurain, presidenta del centro. En esta línea, se ha realizado un diagnóstico de los puntos débiles y se presenta la ikastola como un ámbito en el que se fomenta el uso euskera, también durante el tiempo de ocio de las familias. “Dependiendo de las etapas se fijan unos objetivos y también se hace hincapié en algunos aspectos. Así, en las primeras etapas, conscientes de la importancia de las familias, se favorece que tengan medios y oportunidad que favorezcan el uso familiar. En Bachillerato, en cambio, se presta especial atención a la utilización del euskera también en el plano más informal: en registros más coloquiales, en el deporte... Se impulsan dinámicas para que los alumnos puedan contar una noticia en euskera al comienzo de la clase, pero también un chiste, por poner un ejemplo. Queremos que dominen todos los registros”, añade Laskurain. De la misma manera que el euskera es santo y seña del proyecto de Lauro desde su nacimiento, este proyecto también ha sido pionero en su apuesta por el plurilingüismo desde hace ya algunas décadas. Según indican desde la ikastola, a los 5 años se comienza a introducir el inglés y ya en Primaria se imparten diferentes asignaturas en esta lengua. Desde hace algunos años, además, el francés es obligatorio en segundo de la ESO y optativo desde que concluye ese curso. La ikastola incluso permite la toma de contacto con otras lenguas a lo largo del proceso educativo.

“Podemos decir que en la ESO somos capaces de expresarnos bien en tres idiomas, y eso está muy bien. Somos conscientes de que no en todos los centros pueden decir lo mismo y lo valoramos”, explica Iraia Markaida. Esta estudiante de Bachillerato afronta su recta final en la ikastola y remarca también la apuesta del centro por la innovación. Uno de esos proyectos punteros en los que ha participado la ikastola ha sido el European Youth Parliament. Junto a Unai Arredondo, Gorka Etxebeste, Elena Gorbeña, Ane Isasi e Ignacio Santos se ha logrado clasificar para la final de una iniciativa internacional que busca favorecer el pensamiento crítico sobre problemas del continente.

“Iniciativas como esta casan muy bien con lo que es el proyecto de Lauro. Queremos ofrecer la mejor formación, el mayor número de posibilidades a nuestros alumnos, y buscamos también favorecer el pensamiento crítico o la creatividad. Además, el Plan de Convivencia es otro pilar que introducimos desde que los niños son muy jóvenes: tenemos muy claro que formamos personas”, indica Laskurain.

En un momento en el que los valores o los vínculos humanos son menos sólidos, la ikastola pone en valor su apuesta educativa y humana. La celebración del 50 aniversario será, durante todo el año, una buena excusa para recordar a los alumnos el significado de los valores sobre los que se cimentó la ikastola: compromiso, trabajo en común, esfuerzo... El 3 de diciembre, Día Internacional del Euskera, tendrá lugar el acto central, una jornada que servirá para reafirmar otro de los fundamentos de este proyecto: la defensa de la lengua y cultura vasca.