El brillo de los ojos de miles de niños que ayer se aglutinaron en las calles de Bilbao para ver la cabalgata más larga de la historia de la villa recordó que ningún regalo material es capaz de suplir la emoción de vislumbrar la magia en directo. El paso de Melchor, Gaspar y Baltasar derrochando fantasía a raudales por la capital vizcaina maravilló a niños y a adultos que ocuparon la Gran Vía aguardando la divertida comitiva compuesta por diez carrozas. La expectación por Sus Majestades, sin embargo, pudo sobrellevarse con una fanfarria completa de ayudantes reales que amenizaron la espera de tal forma que el protagonismo estuvo más que repartido. En dicho contexto, el mensaje final de los “seres mágicos” venidos de Oriente, como se hacen llamar, no pudo ser otro que encomiar la imaginación a la hora del juego, pues no hay juguete más inservible que aquel que se aburre en el fondo del armario.

Hacia las 17.30 horas, cientos de feligreses de los Reyes empezaron a arremolinarse en Sagrado Corazón, desde donde partió el desfile. Fue el momento para poder sacar algún selfi con las decenas de asistentes reales que se prestaron a ello. Nerea, Ane y Ainhoa, de 7 años y llegadas de Leioa, esperaron pacientemente el comienzo del cortejo. “Solemos venir a ver los Reyes a Bilbao porque los de nuestro pueblo son ayudantes, pero no son los de verdad”, argumentaban las niñas. A pocos metros, Pablo, Daniel y Nerea, tres hermanos del centro de la ciudad que portaban originales gorros contra el frío, indicaban que esperaban que los Reyes fueran generosos con sus peticiones, bastante prácticas por cierto. “Hemos pedido un juego de química, unos patines de hockey y botas de baloncesto”, explicaban los tres niños, acompañados por su madre.

El desfile lleno de color, luz y sorpresas comenzó a la hora acordada con 25 patinadores que iban entregando las 28.000 banderines que portaban la enseña de los Reyes Magos de Oriente. La comitiva rodada dio comienzo con dos grandes camiones de bomberos, engalanados para la ocasión, que lanzaban confeti por doquier. Los entremeses se completaron con un numeroso grupo de herri kirolak compuesto por aizkolaris, harrijasotzailes, cestalaris... que interactuaron con los más pequeños. “Astindu banderak, gogorrago!”, alentaba uno de los pastores a los niños que obedecían serviciales mientras movía el rebaño de ovejas confeccionadas con bidones y madera. No en vano, una de las principales premisas de la cabalgata que mantiene su presupuesto en 134.700 euros por cuarto año consecutivo fue la defensa del reciclaje, razón por la que muchas de las carrozas fueron realizadas con material reutilizado.

Las luces de los plataneros de la Gran Vía parpadeaban con la misma expectación que los niños que trataban de ganar centímetros a la calzada para echar la vista al horizonte entornando los ojos ante la presencia de la primera carroza de la estrella. Poco después seguía la carroza de correos, donde las cartas recibidas por los carteros reales se escaneaban para que pudieran ser vistas por todos. “Este año estamos recibiendo más cartas que el anterior. Los niños pueden comprobar si han sido buenos o no porque lo pone en las pantallas”, indicaba Rafa, uno de los mensajeros reales, a los que seguían los divertidos leones del Athletic y los golosos pasteleros con sus roscones.

Contenedores que aguantaban el peso de hasta cuatro niños y balcones donde cabían equipos de fútbol decoraban la principal arteria de Bilbao, en la que los teléfonos se quedaron sin batería de tanto grabar y fotografiar. Tras las dos carrozas que recordaban que hoy es día de amanecer con la ilusión de abrir regalos, llegaron las dos novedades de este año. La carroza dedicada a la nieve, que tuvo aún más sentido en un día en el que las temperaturas fueron notablemente más frías que las semanas anteriores, complació a los presentes no solo por su gran bola de nieve, sino por el generador de nieve artificial que cubrió al público de un manto blanco. Por su parte, el centenario del funicular de Artxanda tuvo su particular homenaje en forma de carroza que fue ocupada por los simpáticos muppets que evocaron el encanto de viajar en transporte público.

Los Reyes Melchor, Gaspar y Baltasar fueron los siguientes en abrirse paso mientras los niños desgarraron sus gargantas para corear sus nombres. “Begira, erregea zu agurtzen ari da”, indicaba un abuelo a su nieto que subido a sus hombros no acertaba a articular palabra debido al estupor. Ese saludo real pudo llegar a todos los congregados por los sillones giratorios en los que Sus Majestades se movían con agilidad, mientras las carriolas con 12.000 vatios de luz y 4.000 vatios de sonido arrojaban serpentinas con un estallido.

Como viene siendo costumbre, la comitiva fue clausurada con la carroza de fábrica de caramelos, que fue la encargada de lanzar cuatro toneladas de dulces sin azúcar ni gluten. “Nosotros tenemos un cazacaramelos”, expuso un padre mientras portaba uno de los conos que fueron dispensados al público por una entidad bancaria como una técnica nueva para la batalla de a ver quién consigue más caramelos en un día en el que los paraguas brillaron por su ausencia. Con lo que no acertaron muchos de los presentes fue con la distancia óptima para la caza de dulces, pues debido a la potencia de las turbinas, mientras más alejado se encontraba uno de las carrozas más posibilidades de captura tenía.

Tras cruzar la Gran Vía y la calle Buenos Aires, la cabalgata finalizó en el Ayuntamiento de Bilbao, donde los Reyes ofrecieron su tradicional mensaje de paz desde el balcón y recibieron a los niños en el Salón Árabe. Al finalizar, la concejala de Fiestas del Consistorio bilbaino, Itziar Urtasun, mostró su satisfacción por el transcurso del desfile en el que participaron un total de 275 personas para coordinarlo: “Hemos conseguido que la magia de la noche de los Reyes Magos llegue a todos”, concluyó.